El cuadro que no es del Greco que no se entiende sin él

Antonio García Jiménez
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Una teoría sobre el origen del mal llamado cuadro de La dama del armiño y su vinculación con otro lienzo que sí lleva la firma del pintor cretense, el bautizado ahora como La dama con una flor en el cabello

La fille du Greco, más conocido y mal llamado como La dama del armiño.

En 2019 los Museos de Glasgow atribuyeron el cuadro de su propiedad mal llamado La dama del armiño al pintor Alonso Sánchez Coello. Es una atribución sorprendente porque omite algo fundamental en el resbaladizo mundo de las atribuciones de obras de arte como son los datos de procedencia, la historia documentada de esta pintura.

   Que el cuadro no lo pintó el Greco era ya algo en lo que casi había consenso entre los especialistas. También la hipótesis de Sánchez Coello, como la de Sofonisba Anguissola, tenía cierta antigüedad, pero en ambos casos se trataba de conjeturas basadas en que la modelo era la infanta Catalina Micaela. Por eso llama la atención que el estudio de los Museos de Glasgow descarte ahora a la infanta y patrocine una modelo desconocida y la autoría de Sánchez Coello. Sus argumentos parecen basarse en siempre escurridizas impresiones visuales.

 El dato fundamental que han omitido los propietarios del cuadro es que esta pintura está relacionada con el Greco desde que se vio por primera vez públicamente en enero de 1838 en el Louvre, donde se llevó tras ser comprada en España. Con el título Portrait de la  fille du Greco (Retrato de la hija del Greco) figura en el catálogo francés Notice des tableaux de la galerie espagnole exposés dans les salles du Mussée royal au Louvre. https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k64897633/f66.item.texteImage

The daughter of Domenico Gecco (sic), ahora llamado La dama con una flor en el cabello. The daughter of Domenico Gecco (sic), ahora llamado La dama con una flor en el cabello. El cuadro pasó luego de París a Londres, donde fue subastado por la casa Christie's en 1853 y la adquirió el coleccionista escocés William Stirling Maxwell. Dos años antes, en 1851, la misma casa Christie's subastó un cuadro que aparentemente no tenía nada que ver con aquel, porque la modelo era otra y no se adornaba con una piel, pero llevaba también el título de la hija del Greco, esta vez en inglés, y este cuadro sí estaba firmado por El Greco.

 Se trataba de la ahora conocida como 'Dama con una flor en el pelo o en el cabello'. Otra pintura que ha perdido su título original, porque al salir a subasta su titulo era The daughter of Domenico Gecco (sic), como puede comprobarse en la página web de Christie's https://www.christies.com/en/lot/lot-3041669

  La identificación de la modelo en este caso no es complicada. Hay cierto consenso entre los expertos en que se trata de Alfonsa de los Morales, la primera mujer de Jorge Manuel, el hijo del Greco. La modelo lleva el mismo tocado que lleva puesto Alfonsa en el cuadro titulado La familia del Greco, obra de Jorge Manuel.

  En la investigación sobre la vida del pintor se descartó que hubiera tenido ninguna hija, lo que es correcto, pero se pasó por alto algo obvio: primero, que El Greco podía llamar hija a su nuera. La ternura con que está retratada Alfonsa de los Morales da pie a creerlo, pero segundo y más importante es que el título del cuadro firmado por El Greco está redactado en inglés, y en este idioma nuera se dice daughter in law. Al poner título al cuadro simplemente se abrevió en daughter. Y así es como debía titularse cuando lo compró en Madrid el cónsul británico John Meade, quien lo adquirió por las mismas fechas, la década de 1830, en que el barón Taylor compró La fille du Greco para el Louvre.

  Parece evidente que hay una relación entre las dos obras y no solo por llevar el mismo título. En todo caso se sabe documentalmente que Jorge Manuel y Alfonsa de los Morales se casaron en 1603. Por tanto, el cuadro auténtico del Greco es aproximadamente de esa fecha, porque Alfonsa esta retratada con ese velo blanco, como de novia, y con una flor blanca en el pelo, una azucena, la flor de la pureza.

   Si La fille du Greco, mal llamada La dama del armiño (es una piel de lince lo que lleva), es una reinterpretación del cuadro auténtico del Greco que retrata a Alfonsa es entonces por fuerza posterior a 1603, lo que deja fuera de juego cronológicamente a Alonso Sánchez Coello como su autor, dado que falleció en 1588. 

  Hay parecido entre ambas pinturas aparte de los títulos originarios. No importa quién lo pintó, ni cuándo ni quién es la modelo de La fille du Greco. Fuera quien fuese su autor se inspiró en Alfonsa. Los ojos de la modelo son grandes como los de ella y está peinada como ella, con alto copete, moda de la época, como bien supieron ver Maria Kusche y Carmen Bernís. La desconocida modelo lleva un rebozo blanco que le cubre la cabeza y el pecho, como el tocado y la gorguera de Alfonsa. Incluso lleva como ella una flor en el pelo, en este caso una pequeña flor roja.

   Obviamente, hay diferencias. La más evidente es que Alfonsa no va cubierta con una piel de lince, pero también esa piel le sirve al autor de la otra para no tener que pintar el vestido. A Alfonsa no se le ven las manos. A la otra, solo una de ellas enjoyada, un detalle de lo más sospechoso. En esa única mano vemos un puño pintado a brochazos hecho todo de hilo de oro, lo que resulta sorprendente porque en los cuadros del siglo XVI y XVII los puños almidonados de lechuguilla eran blancos y podían llevar entretejido hilo de oro pero dejando siempre el blanco de la tela a la vista. Aquí no, aquí todo el puño está pintado en color oro viejo. Es algo que no vemos en Sánchez Coello. En su cuadro La dama del abanico, en el Museo del Prado, vemos a la retratada con cuello y puños de lechuguilla con hilos de oro entretejidos, pero  siempre vemos el blanco de la tela y la perfección del dibujo.

   Lo que parece claro es que no hay una imitación sino una reinterpretación. El autor de La fille du Greco reinterpreta al pintor de Toledo, que es el autor de The daughter of Domenico Gecco (sic), el retrato de Alfonsa. Lo reinterpreta dándole otro sentido. 

  Mi teoría es que La fille du Greco es una pintura de un autor romántico de alrededor de 1830 y que la modelo representa un personaje teatral que encarna a la reina judía de Toledo, de ahí la riqueza del atuendo. Que Alfonsa hubiera vivido con su familia en el barrio judío de Toledo pudo inspirar al autor. Pero no quiero extenderme en ello porque lo único que pretendo es poner de relieve que los Museos de Glasgow, al atribuir este cuadro a Sánchez Coello, han omitido los fundamentales datos de procedencia de la obra y su relación con el retrato firmado por el Greco. 

  Y hay otro dato fundamental que ha sido obviado, que el vendedor del cuadro en Madrid en 1836 fue Serafín García de la Huerta, nieto de Vicente García de la Huerta, el autor de Raquel, la obra teatral más popular de las que recreaban la leyenda de la judía de Toledo. Y que Serafín era descendiente de Sebastián García de la Huerta, poderoso personaje retratado por Velázquez y de quien el marchante heredaría su amplia colección de pinturas. Amigo de pintores, Sebastián fue secretario de Felipe IV y, más importante, capellán perpetuo del convento de Santo Domingo el Antiguo, de Toledo, donde fueron enterrados el Greco y Alfonsa. 

 La mal llamada dama del armiño no es del Greco desde luego, pero por tantas razones atribuir el cuadro a Sánchez Coello es como amputar al genial pintor de Toledo, es quitarle algo que le pertenece. No solo por haber hecho posible con el suyo que ese cuadro se pintara, sino también porque, paradójicamente, con esta obra que no era suya es como comenzó a alcanzar renombre internacional en la Europa romántica. 

   Si los Museos de Glasgow quieren dar credibilidad a su atribución tendrán que publicar el libro que anunciaron hace más de dos años con sus análisis científicos. El no hacerlo es dar pábulo a pensar que simplemente quieren dar como autor a un pintor antiguo de prestigio para que el cuadro cobre más valor, sin reparar en que para apreciar y saborear una obra de arte como es ésta no es necesario conocer a su autor ni siquiera la época en que se hizo. Solo deleitarse con su contemplación.