Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Metidos en una botella (y III)

08/04/2020

Inmersos desde hoy en una Semana Santa sin procesiones ni incienso ni olor a velas. Sin cañas en el bar ni tapas de bacalao. La procesión, esta vez sí, irá por dentro, en el #ConfinamientoTotal. Las playas están vacías y nadie irá a buscar los primeros soles de la temporada. Las playas se quedan para que algún corzo juguetón se acerque a saltar entre las olas, como el que hemos visto, tan bello, en una playa de Huelva cercana en Doñana. Como las calles de Ruidera, en Ciudad Real, visitadas a diario por una espectacular manada de ciervos majestuosos y altivos en una procesión espectacular que los vecinos graban desde sus ventanas. Ellos son este año los señores. Y, mientras tanto, vamos viendo alguna luz al final del túnel. Algunas víctimas menos, y alguna esperanza más de que muy pronto se va a conseguir atajar el virus desde la ciencia y la medicina, y tenemos ya señales que presagian la buena nueva.
En la política se abre paso la necesidad imperiosa del pacto, del gran acuerdo nacional. Es de sentido común en esta dramática hora, pero no es lo más probable si no cambian mucho las disposiciones. En España tenemos un armazón de Estado de Derecho con buena tonalidad, unos servicios públicos que, a pesar de la merma de los últimos años y las carencias que ahora se evidencian, siguen brillando a más altura que los de las mejores naciones europeas, pero nos falta ese gran acuerdo si queremos que nuestro país siga adelante en el rumbo marcado hace más de cuarenta año. Este maldito virus nos coloca ante una encrucijada definitiva.
Porque hoy los ancianos siguen muriendo en las residencias, los autónomos no facturan, las empresas continúan cerradas y las UCIs, aunque menos que hace unos días, están al borde de su capacidad. Por lo demás, nos siguen haciendo falta más respiradores, más tests y más protección para nuestros sanitarios. La falta de previsión de Moncloa a comienzos de año es ya evidente y lógica la indignación. El material que, desde algunas terminales del otro lado, utilizan para expandir todas las negruras sin decoro ni patriotismo. Hace falta mucha mala baba para difundir por redes un montaje de la Gran Vía madrileña sembrada de ataúdes. En ocasiones faltan toneladas de patriotismo, por más que pongamos la bandera cubriendo el sepelio. Falta también la altura de miras, las voces conciliadoras, serenas y rigurosas, aclaradoras y clarividentes. Necesitamos a un presidente del Gobierno que llame a la oposición, y a toda la oposición cogiendo el teléfono. Tanto la prepotencia como al altanería no dejan de ser muestras de debilidad e inseguridad, y hoy necesitamos a toda costa politic@s fuertes y seguros. O nos unimos o perecemos. De esta crisis, la España sustentada en la constitución de 1978 saldrá reforzada o se desmoronará como un castillo de naipes. Lo sigo manteniendo.
Y habrá que rendir todos los honores a los que dejaron su juventud en la dura postguerra, y ahora se nos van sin que nadie les pueda despedir, en la soledad de una UCI, sin una mano a su lado, rodeados de algunos de nuestros grandes héroes de la sanidad, pero tan fríos y necesariamente distantes con esa indumentaria anticontagio. O en alguna residencia, a lo peor viviendo en absoluta soledad ese momento. Son los que vieron por primera vez el mar con los cuarenta años cumplidos, quizá en esos días de asueto en los  que  aquellas extensas familias conseguían ubicarse en un Seiscientos recién adquirido como gran atributo de una pequeña prosperidad conquistada con toneladas de sudor. Son los mismos que vieron como sus hijos vivieron mejor que ellos, con más comodidades, con más viajes, y con la posibilidad de más cultura. Son los que, con su pensión, tiraron del carro cuando esos hijos se quedaron en la cuneta en una mala curva del camino, y los que sospecharon que sus nietos podrían vivir peor que ellos pero también peor que sus padres. Esos son los integrantes de la primerísima línea de héroes aniquilados por Covid-19. Son héroes por como han afrontado esta tragedia y por haber cargado en sus hombros con España hasta el último de sus momentos.  

Continuará mañana la desescalada, y un mundo más cordial comenzará a dibujarse ante nuestros ojos en las pantallas de nuestro móvil, auténtico señor de este confinamiento. Sería bueno, en cualquier caso, huir tanto de las negruras interesadas como de los impostados e imposibles hoy mundos happy, happy. Todo pasará, todo irá bien, resistiremos, pero tendremos que luchar mucho por ello. Sin ninguna duda.