Entre partituras, olivos y azadones

Mario G. Gutiérrez
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El tenor toledano José Manuel Montero compagina su actividad de intérprete con el cuidado de 25 hectáreas, ocho de ellas dedicadas al cultivo de la vid y 1.500 olivos, de variedad picual y cornicabra; lo que le ha valido el término «agrotenor»

El tenor durante la interpretación de ‘Carmen’, de G. Bizet. en el Teatro Romano de Mérida. - Foto: L.T.

Rebosa vitalidad sobre el escenario y al otro lado del hilo telefónico durante la entrevista. Entre idas y venidas, prepara el estreno el próximo 16 de febrero, en el Teatro Real, de su última obra, «El abrecartas». Se trata del estreno absoluto de la versión operística de la novela homónima de Vicente Molina Foix y en la que desempeña un papel principal. José Manuel Montero es un tenor toledano que se convirtió en ello «casi por casualidad», y que tiene una faceta de agricultor que le permite «sentir y vincularse a la tierra y la naturaleza».

De orígenes noblejanos, «se crió en Ocaña», y aunque de pequeño aprendió a tocar diferentes instrumentos, fue quizá su inquietud la que le llevó a estudiar periodismo y cursar carrera militar para comenzar una prolífica trayectoria en la música tras ser escuchado por «accidente» por el director de la Escuela de Ópera de Múnich. «Estaba con dos amigos en la cantina y me oyó canturrear», recuerda, «me propuso una prueba de canto y le gustó tanto que salí de allí con dos becas, una de la Escuela de Ópera y otra de la Escuela Superior de Música de Múnich», cuenta. De ahí cambió su vida. Pidió la baja en el Ejército, algo que fue muy meditado puesto que suponía cerrar una etapa brillante en la que había estudiado en la Academia Básica de Suboficiales de Talarn (Lérida) y en la Academia de Ingenieros de Hoyo de Manzanares y Prado del Rey (Madrid) donde se especializó en guerra electrónica, pero lo hizo seguro de que era lo que siempre había anhelado.

Siguiendo esta faceta musical, comenzó interpretando pequeños papeles en la Ópera Estatal de Baviera; de ahí a ciudades como Nüremberg, Ausburg, Regensburg y Wuppertal, estudiando y perfeccionando el repertorio haciendo en el teatro y mucha música sinfónica y oratorio.

José Manuel durante el desarrollo de una tarea agrícola junto a su tractor.José Manuel durante el desarrollo de una tarea agrícola junto a su tractor. - Foto: L.T.Allí descubrió que la música se «vive intensamente» y que Alemania «se ubica en un sitio preferente en la vida social», tanto es así que cada teatro tiene su elenco de artistas, que completa en función de las necesidades de la obra a representar. Entre tanto conocer el país, aprender varios idiomas, y desarrollarse como músico, también conoció a la que hoy es su esposa, una soprano con la que formó una familia y que en 2.000, decidieron regresar a España para establecerse definitivamente aquí y ofrecer a sus hijos la posibilidad de «crecer con todo lo que nuestro país ofrece». Años después el regreso fue definitivo y solamente José Manuel regresaba al país germano un par de veces o tres al año para representar determinadas obras, algo que resulta «asumible» frente a los constantes viajes que requería el contrato como tenor en la Ópera de Hannover.

«La tierra me tira», y nunca mejor dicho. En el sentido literal y figurado de la expresión, pues José Manuel, además de tenor es agricultor. Cuenta con una explotación agrícola familiar en Ocaña, en la que se volvió a poner al frente tras su periplo dedicado en exclusividad a la música. Ahora compagina «esta agricultura 100% ecológica, de la de verdad» con su faceta como tenor. 

Cursos de capacitación, y sobre todo «amor a la tierra», que le han llevado a comandar una explotación de veinticinco hectáreas, ocho de ellas dedicadas al cultivo de la vid y 1.500 pies de olivo, de las variedades picual y cornicabra, y que se completa con el cultivo de cereal. Quizá esa «faceta perfeccionista» datada en su época alemana, o el «poco miedo al sol y al frío» le han llevado a denominarse como «agrotenor», término que acuñó el historiador Fernando García de Cortázar y que «con cariño, como buen amigo», le dedicó hace unos años.

Desde el remanso de su siembra, en ocasiones estudia sus próximas obras, porque su «apego a la tierra» lo libera y da fuerza para continuar. Gracias a sus amigos, esposa «incluso mi padre con 86 años, de vez en cuando va al campo», puede compaginar ambas actividades; ya que cuando la música lo reclama, el campo queda en buenas manos; y cuando el campo «lo atrapa», la música brota en su cabeza.

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