Ómicron… en estos momentos no podemos atenderle

F.J.R.
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La nueva variante del coronavirus satura la Atención Primaria en Toledo, con hasta cinco días de espera para ser contactado por un rastreador, sin tramitar partes de bajas en seis días y citas médicas telefónicas a 17 días vista

Los enfermeros realizan labores de rastreadores con los positivos Covid.

La sexta ola de la pandemia tiene forma de muro vertical. El incremento de casos ha sido tan vertiginoso que en cuestión de días se ha pasado en Castilla-La Mancha de una situación de relativa tranquilidad a estar en riesgo muy alto de contagios. 

La culpa la tiene la nueva variante del virus. Ómicron ha irrumpido con fuerza y ya está detrás del 80% de los contagios en la región. Toledo se mantiene como la provincia más afectada de Castilla-La Mancha. Ha sido una constante a lo largo de toda la pandemia –solo superada por Ciudad Real en los primeros meses del Covid– y no tiene visos que en esta nueva oleada vaya a ser distinto.

Muchos toledanos comenzaron a notar síntomas en los días previos a Nochebuena, y el día de Navidad explotó todo. Y eso solo teniendo en cuenta a las personas que han experimentado alguna dolencia, y no a los asintomáticos, ya que son solo ellos lo que de una forma u otra están tratando de confirmar sus positivos o ver a un médico.

Eso mismo le pasó a Carlos, un toledano que, tras cenar tranquilamente en su casa junto a su mujer y sus hijos, se despertó la mañana del 25 de diciembre con un fuerte dolor de cabeza y de espalda. No tenía fiebre, ni tos, ni mocos. Podía oler y saborear perfectamente, pero aun así sospechaba que algo no iba bien.

Tras acudir su mujer a varias farmacias, logró por fin adquirir cuatro test de antígenos a precio de reventa de fútbol. Y se confirmaron los peores augurios. Enseguida se marcaron las dos rayas que confirmaban el positivo. Toda su familia, por el contrario y a pesar del estrecho contacto, dio negativo. ¿Y ahora qué?

Autoaislamiento y comenzar a llamar a todos los teléfonos de atención sobre el coronavirus. Ni el 900 122 112, número gratuito disponible presumiblemente 24 horas de información sobre el Covid, ni el 900 23 23 23, teléfono para consultas de síntomas del coronavirus, estaban disponibles. Todas las llamadas eran dirigidas a un mensaje grabado en un contestador que se repetía en bucle. Sin respuesta.

Tratar de pedir cita telefónica con su médico de cabecera fue igual de imposible. La app de Atención Primaria solo le permitía reservar para el 11 de enero de forma telemática; la presencial estaba descartada. Exactamente, 17 días después de dar positivo.

Finalmente, tras cuatro horas intentando un imposible, Carlos se acercó hasta las Urgencias de su centro de salud, el del barrio de Buenavista, para tratar de confirmar su contagio y que le explicaran cómo proceder.

En la sala de espera había otras cuatro personas, todos varones de mediana edad que habían probado suerte en los mismos teléfonos, sin éxito. Igual que Carlos, habían experimentado síntomas, aunque variaban. Algunos tenían fiebre, otros mucha tos, otros dolor de pecho… uno a uno fueron realizándoles la prueba. Otro test de antígenos que ratificó lo que Carlos ya sabía, que era positivo.

En el marco de la puerta de la consulta, de pie y a una distancia prudencial, un sanitario le confirmó el contagio mientras que señalaba a una compañera que metiera su nombre en una lista de rastreadores. «En esta ya no caben más», protestó resignada la médico, «da igual, el lunes van a flipar de todas formas», respondió el otro galeno a la vez que indicaba a la enfermera que en todo el centro de salud ya solo les quedaba cuatro pruebas para detectar el coronavirus y que si venían más pacientes tenían que derivarlos.

«El martes 28 de diciembre le llamarán para decirle lo que tiene que hacer», le explicó el doctor a Carlos, «y si se encuentra peor o nota que le falta el aire se va para Urgencias del hospital», añadió.

«¿Y la baja? El lunes trabajo, y si no me llaman hasta el martes….», alegó Carlos, preocupado por justificar ante su empresa su ausencia. «Se puede dar con carácter retroactivo, no se preocupe. Usted vaya a casa y aíslese», sentenció el doctor sin darle ningún documento que certificara su visita.

Y eso hizo este toledano. Se encerró en una habitación de su casa y comenzó a ver pasar los días sin mayores síntomas que un molesto dolor de cabeza y de espalda. Finalmente, llegó el martes 28 de diciembre, y como buen guión del Día de los Inocentes no se produjo la llamada esperada.

Desconcertado, Carlos volvió a marcar los números del coronavirus con idéntico resultado al del primer día. Más de una treintena de llamadas, y nada. También probó fortuna con su centro de salud y, ésta vez, en una de las ocasiones hasta le cogieron el teléfono. Pero no estaba hablando con Buenavista, la llamada había sido redirigida a una centralita en la que una agradable señora no pudo hacer más por él que escucharle con calma, sorprenderse porque llevara cinco días contagiado y no haber recibido la llamada de ningún rastreador o sanitario, y darle cita con su médico de cabecera a la vez que marcaba algunas observaciones: «sin baja laboral y sin contacto con rastreadores».

La llamada sirvió al menos para que Carlos lograra cita el 5 de enero, un día después de cumplirse los 10 días de aislamiento por entonces obligatorios pero seis antes de lo que le ofrecía la app del Sescam. 

Resignado, ayer, cinco días después de dar positivo, Carlos al fin recibió la llamada de una rastreadora. El resultado de la conversación fue una PCR para el resto de familiares, que llevaban ya cinco días aislados del paciente y sin síntomas, y un nuevo aplazamiento para la cuestión de la baja. «Mañana le llama un médico para eso, no se preocupe», confirmó la rastreadora a Carlos, que la verdad es que sí que está bastante inquieto por la cuestión laboral. No en vano, han sido cinco días para poder recibir una llamada y seis días para lograr un parte baja frente a ningún papel en la mano y una ausencia laboral sin justificar (aún hoy) de 144 horas. Los nuevos plazos en tiempos de la ómicron.