Messi, un año después

-

La herida del adiós del argentino sigue creciendo en el Barcelona tras 365 días, y por eso la intención actual es intentar el regreso de la gran leyenda el próximo curso

Messi, un año después - Foto: Andreu Dalmau

Dicen que el tiempo todo lo cura, pero la herida de la salida de Leo Messi del club de su vida, el Barcelona, sigue sangrando prácticamente tanto como el día de su adiós, ese inolvidable, por aciago, 5 de agosto de 2021, cuando una de las historias más bonitas del mundo del fútbol se despedazó, quién sabe si para siempre. 

La mayoría de la afición azulgrana se aferra a la esperanza de ver otra vez al de Rosario vestido con la camiseta del Barça. «Tenemos una deuda moral con Messi», declaró el presidente Joan Laporta el pasado lunes.

Los rumores sobre un posible regreso para acabar su carrera deportiva en el Camp Nou se alimentan, pero la realidad no es tan optimista. Al menos de momento.

El argentino sigue omnipresente en las mentes de los seguidores culés. En cada derrota; en cada cara triste del jugador con su nuevo club, el Paris Saint-Germain; en cada calle de Barcelona en la que un niño sigue llevando con orgullo la camiseta blaugrana de Messi con el dorsal 10 en la espalda; en cada «y si algún día» en una conversación en la barra de un bar del barrio de Les Corts.

«A pesar de haberse llegado a un acuerdo entre el Barcelona y Leo Messi y con la clara intención de ambas partes de firmar un nuevo contrato en el día de hoy, no se podrá formalizar debido a obstáculos económicos y estructurales (normativa de LaLiga española). Ante esta situación, Lionel Messi no continuará ligado al Barcelona. Las dos partes lamentan profundamente que finalmente no se puedan cumplir los deseos tanto del jugador como del club. El Barça quiere agradecer de todo corazón la aportación del jugador al engrandecimiento de la institución y le desea lo mejor, tanto en su vida personal como profesional».

Con este comunicado del club catalán se confirmó una información que nadie quería creer en el Camp Nou. Messi, que había viajado a Barcelona para firmar su renovación, se marchaba sin poder despedirse de su afición, a la que tan solo le quedaba aferrarse a las lágrimas en la comparecencia de prensa de su adiós, como si estas escondieran el abrazo que no se habían podido dar dentro del campo.

Seguramente nunca se podrá explicar al 100 por 100 la verdad de lo que sucedió, pero lo que es evidente es que la desastrosa situación financiera que atravesaba el club azulgrana el pasado verano no sirvió precisamente de ayuda para que las negociaciones llegaran a buen puerto. Hasta el punto de resquebrajar la relación entre Messi y Laporta.

Después de aquello, llegó el desierto, que quién sabe si hubiese sido tan árido con el argentino formando aún parte del conjunto blaugrana. El equipo encadenó un ridículo tras otro y quedó eliminado de la fase de grupos de la Liga de Campeones. La afición se resignó y acudió menos al estadio, ya sin nadie capaz de hacerla levantar del asiento, como un muelle, una y otra vez.

París

Mientras tanto, en París a Messi las cosas le fueron un poco mejor deportivamente. Aunque tampoco demasiado. Arrasó en la Ligue 1, pero en la Champions le esperaba una debacle de las que se recuerdan tras varias generaciones. Tres goles de Karim Benzema le dejaron irreconocible y eliminado de la competición.

Ya ha pasado un año del adiós, 365 días, 8.760 horas, y la leyenda aún no ha recibido ningún homenaje ante su afición. Laporta es consciente de ello y le quiere poner remedio. Barcelona le espera. También Castelldefels, donde aún tiene casa y donde se escapa para ver el sol a la que tiene dos días libres.