Los Brasal, la solera de una familia panadera centenaria

M.G.
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Esta familia toledana abre todos los días el obrador y el despacho de pan de la calle Río Llano desde hace cien años. Detrás del éxito del negocio hay una gran dedicación, vocación y tradición

Los Brasal, la solera de una familia panadera centenaria - Foto: Víctor Ballesteros

Huele a recién hecho, a calor del bueno, a temperatura sin prisas. La panadería es pequeña, acogedora y antigua. Una estrecha puerta de aluminio y de cristal remata un despacho lleno de pan, magdalenas y bollos de anís que invita a entrar. Los azulejos blancos de cocina antigua y el suelo de terrazo con pintas negras atestiguan que se ha pisado mucho. Se trata de un negocio centenario que el año pasado celebró el aniversario gracias a la dedicación, el cariño y el trabajo de una familia que se ha empeñado en conservar el encanto de lo sencillo, de lo antiguo, sin adornos, salvo el reloj de pared y el espejo, un regalo de bodas de Mariano y Paca, los fundadores, que siguen acompañando a los clientes todos los días.

Ya no se reparte a caballo como antes, pero se sigue cuidando al cliente de la misma forma, ofreciéndole distintas variedades de pan elaborado con una masa madre centenaria, un tesoro que protege una potente nevera en unas instalaciones amuebladas con máquinas y hornos que no paran desde la una y media de la madrugada para tener listo el pan que se va a repartir a muchos otros despachos, centros escolares, restaurantes y al resto de clientes acostumbrados a consumir un producto «de gran calidad» que no se deja seducir por las modas ni los precocinados que tantas ventas consiguen en los supermercados.

La panadería de la calle Río Llano conserva en la fachada el nombre en azulejos y una dilatada historia de cien años, mucha vocación y la entrega de una familia que ha  heredado la energía de Mariano Brasal, el fundador, ‘el patriarca’ que se atrevió a poner en pie un local «piedra a piedra» en este calle para   ganarse el pan en unos tiempos en los que se trabajaba mucho para salir de la hambruna económica.

Los Brasal, la solera de una familia panadera centenariaLos Brasal, la solera de una familia panadera centenaria - Foto: VÁ­ctor BallesterosLa familia mira con nostalgia esas viejas fotos en blanco y negro en las que aparece el abuelo en el negocio o junto a alguno de sus cinco hijos.  Ha pasado mucho tiempo, pero Angelines, nieta del fundador y gerente de la panadería, sus primos Mariano y Gerardo, yCharete, esposa de este último, siempre andan de acá para allá en la trastienda, una pequeña estancia que fue un cuarto de estar que daba a una cocina y ahora se utiliza para rebanar el pan y la última como despacho para  llevar las cuentas.

La familia Brasal acaba de recibir un reconocimiento muy especial del Ayuntamiento, la dedicación de la calle Río Llano por su centenario, «el broche de oro» a estos cien años de negocio y de vida de un apellido que ya tiene su propia historia. «Cuando escuchamos a alguien decir que quiere una barra de brasal, como si fuera una variedad de pan, nos reímos y preguntamos: ¿‘ese quién es’?», comenta Gerardo.

Su hermano y su prima Angelines sonríen cada vez que se acuerdan de alguna anécdota porque un negocio de cara al público da para mucho. A Mariano  le llama la atención que el pan integral tenga tanto tirón los lunes y los martes, «cuando la gente suele ponerse a régimen». Esos días se agota, pero  «el buque insignia» del negocio es la barra de viena, sin duda.  

Los Brasal, la solera de una familia panadera centenariaLos Brasal, la solera de una familia panadera centenaria - Foto: VÁ­ctor BallesterosA esta familia le ha hecho daño esa corriente contra el pan y el gluten por distintos motivos, la primera porque se le ha colgado la etiqueta de que el pan engorda y la segunda porque se está endemoniando al gluten sin necesidad, salvo para los intolerantes. «Antes una persona comía 80 kilos de pan al año y ahora no llega a 30», explica Angelines. Y  aún así, a esta familia le va bien el negocio, su pan gusta, cuenta con una buena clientela y sigue fiel a sus principios, pensar en lo que quieren sus clientes, con lo que «lo artesanal» será su seña en los próximos años.

comienzos difíciles. Mariano Brasal se pasó prácticamente toda su vida entre harinas. Se quedó huérfano de niño y empezó a trabajar con 11 años. Siete años más tarde ya era encargado de una panadería. «Mi abuelo era un hombre  muy listo para su época». Angelines cuenta que enseguida se animó y montó el negocio en la calle Río Llano en 1919. En aquellos años ya salía con Paca, que trabajaba en la Fábrica de Armas y se llevaba varias barras de pan para los empleados. «Al principio, no daba para mucho y mi abuelo tuvo que hacerse tratante de ganado».

El pan del obrador Brasal fue ganando clientes con los años y se convirtió en una empresa familiar en la que también se implicaron sus cinco hijos. El local resistió las malas épocas, como la Guerra Civil y la hambruna de la posguerra. «Mi abuelo nunca se metió en nada. Primero llegaron los republicanos y le dijeron que iban a ocupar una de sus casas porque no vivía en ella y después los nacionales le dijeron que cogían la panadería, le proporcionaban la harina y demás  para que hiciera el pan para el racionamiento».

Los Brasal, la solera de una familia panadera centenariaLos Brasal, la solera de una familia panadera centenaria - Foto: VÁ­ctor BallesterosA esta extensa familia se le agolpan muchos recuerdos. El del hermano de Angelines, al que le dio poco tiempo a convivir con el negocio porque murió en un accidente de tráfico con veinte años, o el reparto que hacían a diario Mariano y Félix,hijos del fundador, padres a su vez de Angelines, Gerardo y Mariano,  a lomos de un caballo y de un carro tirado por un burro.

«Trabajaban de sol a sol, desde de la una y media de la madrugada hasta las seis de la tarde. Estaban tan cansados que cuando terminaban y se montaban en el caballo o en el burro se quedaban dormidos y los animales los traían a la panadería». Angelines y Gerardo también se acuerdan bien de lo que complicó el negocio la prohibición del Ayuntamiento de la venta ambulante, que alejó a Mariano y a Félix de la calle tras dos denuncias y centró la actividad en el despacho de pan.

Ahí, Charete no puede evitar contar la ilusión que le hacía de niña ver pasar a Mariano, el fundador, con su caballo y gritar panadero en mitad de una plaza. Todos los niños de la zona salían corriendo para verle.

Los Brasal siguen a pie de su despacho de pan día tras día hasta las tres de la tarde. No se plantean abrir más panaderías con más facilidades de aparcamiento ni buscan multiplicar su producción o caer en la tentación de novedosos panes de moda. Esta familia quiere seguir pasando horas y horas en este antiguo obrador tan hogareño.