Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Sucedió una noche

23/12/2022

En este siglo los ancianos se ven superados por acontecimientos que no comprenden, los maduros no somos capaces de seguir el ritmo de una sociedad frenética y los jóvenes se preocupan por un futuro que puede que no llegue nunca.

Tras la invasión rusa, el destrozo económico posterior de la pandemia y las consecuencias inesperadas de la globalización no es fácil ser optimista. Sin embargo, parece difícil que podamos globalmente hacerlo peor que los dos últimos siglos precedentes. Hitler, Stalin, Mao y Napoleón pusieron el listón tan alto que algunos se tendrían que esforzar mucho para igualarlos.

Otra cosa es que nos ocurra individualmente. Me temo que el romanticismo alemán ha conseguido una victoria que no estuvo alcance de las tropas hitlerianas. La confianza en la voluntad y el sentimiento como guía personal es un error que se confirma con el paso del tiempo. Hay fallos propios que solo aceptaremos en la intimidad y que no verán jamás la luz. Cuando matamos a Dios, no nos hacemos más libres, sino que hurtamos la explicación de la vida, el dolor y la muerte; aunque temporalmente sea liberador.

El ser humano es capaz de todo. Esta realidad nos obligaría a ser prudentes, pero como inconscientes adolescentes, hemos optado por quitarnos las ataduras morales. ¿Qué pensamos que ocurrirá?

Toda la ficción audiovisual construye un mundo irreal donde lo malo es bueno y viceversa, donde la gente se comporta de forma imposible. Desde un punto de vista filosófico vivimos una contradicción insalvable. Pensamos que la voluntad debe ser el único referente vital y, por otro lado, asumimos que no existe libertad para actuar y que, desde luego, la verdad absoluta no existe. Es imposible no comprender la angustia que genera este bucle diabólico.

Si Jesús no hubiese resucitado, nada tendría sentido. Pero sin Él, no comprendo cómo se puede dotar a nuestra vida de un objetivo; no digo sano, sino de uno. Cualquier católico aprende desde muy pequeño que es pecador, una condición dolorosa, pero fácilmente reparable con la confesión. La humildad del creyente no es fingida, porque sin la gracia de Dios no obtendría nada. Vivir el presente posee una fuerza maravillosa, pero es una ilusión que se difumina con el tiempo. Si tenemos suerte algún día alguien publicará una esquela nuestra. Somos aves de paso. La esperanza no es el opio del pueblo, sino la fuerza para vivir en este mundo cruel.

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