Ruiz Taboada se atreve con el «puzzle» de Tornerías

C.M
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El arqueólogo acreditó que lo conservado en la planta baja de la Mezquita «no es una cisterna romana» sino «un edificio monumental» que puede ampliar el conocimiento de una «época desconocida», la de la arquitectura visigoda

La VIII edición del curso de formación ‘Los lunes al sol’ ha iniciado trayecto con un arqueólogo que acude siempre fiel a esta cita con sorpresas bajo el brazo. Y no ha sido menor la ocasión, porque Arturo Ruiz Taboada se ha enfrentado al análisis del ‘Conjunto arqueológico de Tornerías: la transformación del espacio doméstico desde la II Edad del Hierro hasta el presente’ partiendo de cero y propiciando, con ello, «la relectura de un edificio» -contenedor de dos, de épocas y estilos diferentes, la mezquita y una edificación monumental tardo antigua- que se contempla a modo de «puzzle más complejo de lo que se venía diciendo».

Y lo es porque Tornerías está integrado por un edificio conocido, el de la mezquita, y otro «menos conocido en la planta baja porque tradicionalmente se había interpretado como cisterna romana». Una identificación errónea, ya que el trabajo de investigación -auspiciado por la Dirección General de Turismo y Artesanía en el marco del proyecto de rehabilitación dirigido por Javier Alguacil y Luis Moreno- ha posibilitado confirmar que se trata de «un edificio monumental de características concretas situado genéricamente en el mundo antiguo», dado que «todavía desconocemos la fecha exacta de su fundación».

Y puesto que sí apunta, el arqueólogo, que este edificio posee «una seña constructiva representada por la tipología de sus arcos, que no son de medio punto, y sí de herradura», el marco visigodo aparece como ámbito de contextualización al alejarse las estructuras «del mundo romano y del medieval andalusí clásico».

De ahí que «esa tierra de nadie de distintos siglos» se relacione con un edificio dotado de características constructivas sustentadas en «el tipo de sillares, de reutilización en su mayoría, trabados con una fina capa de cal -lo que es extraño-, y con despiece de sillares», abriendo la posibilidad a la arquitectura visigoda que, sentenció, «sigue siendo la más desconocida».

Quizá se deba, el mismo, al «gran cajón desastre de la fallida excavación en Vega Baja» y a los estudios del mundo visigodo «que se han limitado a realizar análisis tipológicos de piezas repartidas por las fachadas de mezquitas, iglesias y casas». En este punto, y visionado la próxima fase de excavación como propicia para «tener una idea bastante aproximada de los que debió ser», es indudable que al investigación «ampliará» el conocimiento «al subir un peldaño más en ese mundo desconocido que es la época visigoda».

Un reto que Ruiz Taboada asume cuestionando todo tipo de elementos para «empezar de cero, sin influencia externa, y ajeno a lo escrito en los últimos siglos» que, en Tornerías, «es erróneo al limitarse a repetir descripciones decimonónicas».

 

«La mitad de las instituciones dedicadas al patrimonio inventan una ciudad que no existe»

El descubrimiento más relevante efectuado en Tornerías es, sin duda, la interpretación de un edificio de sillares en lo que hasta ahora se interpretaba como una cisterna romana, teoría que sorprendentemente se mantenido en los últimos cien años.

Preguntado, Ruiz Taboada, sobre el motivo de esta errónea preservación, aseguró que esta conducta puede percibirse en «muchos ejemplos», ya que en una ciudad «rica en patrimonio y con una configuración científica y académica establecida desde hace décadas, por no decir siglos», es «muy complicado cambiar la línea tradicional de investigación de ciertos edificios». Habla con conocimiento de causa porque a él ya le ocurrió en la Mezquita del Cristo de la Luz, en la Puerta del Vado y tal vez, ahora, en Tornerías.

Por ello, sabedor de que modificar esa concepción de nuestros padres y abuelos, de nuestros próceres, es muy complicado», respondió que el edificio localizado ha pasado desapercibido «porque se acerca a lo antiguo, y nadie lo cuestiona».

Dinámica de actuación que este arqueólogo rechaza porque «la forma de investigar está relacionada con la venta de nuestro patrimonio de cara al turismo» y con que «muchas veces se vende puro humo». No en vano, apreció que «la mitad de las rutas de la ciudad son falsas» y «la mitad de las instituciones que trabajan en torno al patrimonio, por no decir la totalidad, se están inventando una ciudad que no existe» al exhibir «lo que vende y no lo que realmente existe y se conserva».

De ahí que advirtiese que «o cambiamos el discurso o esta ciudad acabará siendo un parque temático absurdo como el que se pretenden instalar a escasos kilómetros de la ciudad». Un proyecto que atraerá turismo, riqueza y dinamizará el entorno -«que está bien»-, pero «sin ningún tipo de contenido».