Ignacio Ruiz

Cabalito

Ignacio Ruiz


El caimán

15/12/2021

Lágrimas de cocodrilo derraman todos aquellos que, desde una posición hipócrita y acrítica, lloriquean como si les fuera la vida en algo que no les implica, ni se aplican porque aquello funcione.
Poner pie en pared es una demostración, clara y firme, para que ese tipo de personajes, que consiguen sin merecer, que logran sin superar y ganan sin vencer, se queden con un palmo de narices en el ostracismo del silencio y el olvido.
Somos una sociedad bulímica de egos, demasiado ombligocéntricos, enredados en el yoísmo y el recibir la palmadita en la espalda per sé. Pero, en serio, ¿hemos venido a este mundo sólo para esto?, ¿y el afán de mejora? y, la capacidad de superación, ¿dónde la abandonamos?
Hay que saber coger el tren en marcha y apostar por aceptar el riesgo, ir de frente y por derecho que dirían los aficionados taurinos. Con la cara alta y la frente bañada por el sol que nos enfoque hacia el objetivo a lograr. Nunca dar pábulo para que, el caimán y su cuadrilla de plañideras, puedan atacar cobardemente las espaldas de los que, en vanguardia, se están jugando el bigote. Las medias tintas y los 'entrevelaos' se pueden apretar los bemoles, porque no va a haber tiempo ni respiro para que se dediquen a lo que no deben.
La falta de principios supone debilidades en el colectivo y el centro derecha ha perdido mucho tiempo y talento por depender de 'entrevelaos' y caimanes durante años. Se ha acabado el no saber si te puedes fiar del que tienes detrás, porque esto menoscaba la confianza en el enfrentamiento.
Dejémonos de buscar inquinas que restan, desacuerdos que dividen y pruritos que sobran, porque aquí no nos queda otra que sumar. Será sólo para ofrecer una vía de salvación a un país que necesita de talento, esfuerzo y sacrificios para sobrevivir ante una oleada de dificultades que nos viene por delante. No será mañana ni pasado cuando tengan que tomar decisiones, pero, quiero pensar que, hoy mismo, pueden contribuir para dejar un legado positivo a nuestros hijos y, por qué no, poder llegar a conocer a sus nietos y que tengan oportunidades.
Nos jugamos mucho y no caben las grietas en la fortaleza que estamos construyendo. O todo, o nada.

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