Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Repaso desordenado

30/12/2021

Tan cerca del final del año 2021, no hay quien se resista a repasar lo vivido y acontecido durante estos meses. Pero me estoy dando cuenta de lo difícil que me resulta, sin recurrir a la agenda o al calendario, referenciar en el tiempo para ordenar lo pasado, ya que me parece reciente lo lejano y remoto lo más próximo.
Aunque la realidad física del tiempo es constante porque la distancia entre un minuto y el siguiente es invariable, su percepción es inconstante porque, a su antojo, vemos como se acelera, se enlentece o se estanca. Una vez más recurrimos a la neurociencia para a explicarnos cómo el cerebro estima la duración de lo que sucede y cómo percibimos el paso del tiempo. Las investigaciones apuntan a que son las reacciones emocionales las que sirven de unidad de tiempo al cerebro. Es decir, las emociones que forjamos a través de los sentidos provocan efectos corporales que modifican la respiración, la tensión muscular, el ritmo cardiaco o la tensión arterial. Cambios con los que nuestro cerebro calcula el tiempo en el que transcurre cada evento. Por eso, cuando vivimos momentos de alerta, miedo o angustia el tiempo pasa más despacio, porque al cerebro le llegan a la vez muchas de esas sensaciones que utiliza como unidad de tiempo, y cuando predomina la rutina y la ausencia de sobresaltos nos parece que el tiempo pasa más deprisa.
Esto unido a que a nuestra realidad temporal humana le cuesta mucho trabajo aprehender evoluciones, transformaciones o movimientos que suceden a lo largo de cientos, miles o millones de años. Sería como si un insecto, de fugaz existencia, comprendiera sin problemas el paso de las estaciones. Al fin y al cabo, nuestro paso por el universo, aunque seamos los protagonistas del Antropoceno, es tan breve como el suspiro de un dios griego. Quizás por ello no terminamos de ser conscientes de que nuestro comportamiento contaminante acelera el aumento de la temperatura del planeta, lo que costó regular millones de años.
Confiemos en que los Reyes Magos logren un año más llegar a su destino, guiados por su estrella, porque un estudio del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) nos dice que, debido a la cada vez mayor contaminación lumínica en las ciudades, dejamos de ver casi cinco mil estrellas y, en el mejor de los casos, solo distinguiremos veinticinco. Será esa la razón por la que nos entregamos cabizbajos a la tecnología, ya que no podemos encontrar el norte mirando al cielo, ni encontrar una calle, sin inclinarnos ante la pantalla para seguir a la bolita.
No parece que haya pasado tanto tiempo, pero aquí está la sexta ola con la variante B.1.1.529 denominada ómicron, obviando Nu y Xi del alfabeto griego. Vuelve al debate público la falta de una ley de pandemias. Y eso que en España desde 1914 tenemos ley de epizootias.
  ¡Feliz 2022 y procuren buscar propósitos de año nuevo que les hagan felices y no les mortifiquen durante doce, largos o cortos, meses!