El jornalero de Recas al que Franco fusiló por ser de UGT

J. Monroy
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A Demetrio Ortiz lo condenó un Consejo de Guerra compuesto por ilustres toledanos. Lo hizo sin contar con pruebas como los informes del sindicalista, que sí se usaron en la Causa General

El jornalero de Recas al que Franco fusiló por ser de UGT

A Demetrio Ortiz lo apodaban en su pueblo, en Recas, 'el Abogao'. Allí en realidad era jornalero, sindicalista, y defensor de la República durante la Guerra Civil. Al término de la misma, lo fusilaron, curiosamente, por «adhesión a la rebelión». El 4 de mayo de 1940, el Consejo de Guerra Permanente número 12, compuesto por ilustres toledanos, protagonistas de la vida cultural y militar de la ciudad durante las siguientes décadas, lo condenó a muerte, para que su ejecución llegara apenas dos meses más tarde, según consta en el causa contra Demetrio Ortiz García, sumario 228 del año 1939, que se guarda en el Archivo Histórico de Defensa.

El juicio fue de acusaciones crecientes pero sin una sola prueba. De hecho, no tuvo en cuenta documentos que habrían desmontado parte de estas acusaciones y que sí que se incluyeron en el Proceso General de Madrid en la Guerra. A su término, el Consejo consideró probado que Demetrio Oritz tuvo que ser poco menos que un superhombre en aquella fecha, porque participó simultáneamente en varios encontronazos a distancias considerables para la época en defensa de la República.

Según la sentencia, Ortiz tuvo «antecedentes izquierdistas con anterioridad al 18 de julio de 1936». Al «iniciarse el dominio rojo del pueblo de Recas, salió del pueblo a buscar armamento para los milicianos». De esta forma, lo acusaron de formar parte de los asaltos a los cuarteles de la Montaña (desde donde había declarado el Estado de Guerra el sublevado general Fanjul, que solo resistió un día el asalto de las fuerzas de la República) y de Campamento (donde la rebelión fue sofocada unos días después). Allí se habría apoderado de «bastantes fusiles y municiones», que repartió entre los milicianos de Recas, donde participó también en la noche del 20 de julio en un tiroteo en el que murieron dos personas. Al día siguiente, «mandó detener a sesenta personas, de las que veinticuatro» se trasladaron a Madrid, previa deliberación del «tribunal rojo». Algunas fueron allí ajusticiadas.

También acusaron a Ortiz de participar en el asalto del cuartel de la Guardia Civil en Toledo, donde consiguió para los milicianos de su pueblo catorce fusiles y cuatro pistolas. Lo curioso es que no existió un asalto como tal al cuartel en Toledo, sino que los guardia civiles, siguiendo órdenes, se marcharon con Moscardó al Alcázar ya el 21 de julio.

Finalmente, la sentencia lo acusa de ser presidente «de la checa que funcionaba en Recas» desde donde condenó a muerte a una persona, hacer guardias armado, intervenir en incautaciones y registros. Con la toma de Recas, huyó a Villacañas, donde fue presidente de la Organización de Trabajadores de la Tierra (también perteneciente a UGT). Después marcharía a Madrid, donde habría fundado y presidido el Comité de Evacuados de Recas. Allí habría sacado de la cárcel de Ventas a tres personas para su ejecución en Paracuellos del Jarama.

Todas estas acusaciones vienen sin prueba alguna, y se basan casi exclusivamente en declaraciones, cada vez mayores, de vecinos de Recas, sobre todo, miembros de Falange. Explica el historiador Raúl Ortiz, de la Fundación Largo Caballero de UGT, especializado en el periodo de la Guerra en La Sagra, que «si fuese verdad que acudieron todos los acusados de asaltar el cuartel de la Montaña, hubiera estado medio Madrid y parte de Toledo». En realidad en esa época «hay muchas incongruencias en todos los juicios, en todos se coge un patrón, dependiendo del pueblo, y se les acusa más o menos de los mismos temas».

Las checas, apunta el historiador, no llegaron a existir. Durante la Guerra, uno y otro bando pusieron en marcha centros de detención ilegal. El Franquismo denominó a los contrarios «checas», como término extraído de la Unión Soviética y extrapolado a España «para asimilar a los republicanos con los soviéticos».

La mayor parte de las denuncias vienen por enemistades, que en pueblos como Recas tienen su origen en la Reforma Agraria, iniciada con la República. Como iba muy lenta, los comités locales de los partidos del Frente Popular aceleraron el proceso. Hay constancia en periódicos, por ejemplo, de reuniones de Demetrio Ortiz con el Gobernador Civil, probablemente para tratar esta Reforma. Eso afectó a los grandes terratenientes, que a la larga se hicieron falangistas. Por la Ley de Responsabilidades Políticas, por haber pertenecido a cualquier partido u organización sindical del frente Popular, bastaba con que se abriera el proceso. «Y cuando los falangistas dicen que los del Frente Obrero les atacaron, omiten que ellos antes les habían perseguido a tiros el día 18, al final acusan para echar la culpa de las consecuencias que tuvieron sus propios actos a todos los de izquierdas», apunta el historiador.

Ortiz reconoce que hubo vecinos de Recas a los que llevaron a Paracuellos, pero duda mucho que los llevaran gentes del Pueblo. Demetrio y sus compañeros detuvieron a los sublevados y desde Madrid pudieron llevar a Paracuellos a los acusados los sistemas judiciales de la República.

Lo que ocurrió. En el juicio, Demetrio Ortiz lo negó todo. Sí confesó en el interrogatorio que le hizo Guardia Civil en Villacañas el 13 de mayo de 1939 que se afilió a UGT el 25 de abril del 36 y que tras estallar la Guerra, salió de Recas poco antes de caer el pueblo. Negó haber pertenecido allí a comité alguno, ni participar en nada. El 30 de junio, en Lillo, se ratificaba, y avisaba al juez militar de que una persona que aparecía como asesinada era quien lo denunciaba, el jefe de la Falange en Recas.

En el Proceso General de Madrid en la Guerra, pieza número 4 (Checas), hay un manuscrito al director de Seguridad fechado el 29 de diciembre del 36 en el que se narra lo ocurrido la noche del golpe de estado. No está claro si es el texto es del propio Demetrio, como presidente del Comité de Trabajadores de la Tierra de Recas o de su hermano Manuel, que era el secretario. Expone que el 20 de julio estalló en Recas una «sublevación fascista contra el Partido Socialista de la Sociedad Obrera que en dicho pueblo existía, hasta el extremo de tener que salir entre las balas a la estación próxima de Villaluenga de la Sagra y hablar con el secretario de Gobernación de que mandara fuerza porque el facio se apoderaba del pueblo por encontrarse los obreros indefensos completamente».

Así que acudieron a Recas las milicias del pueblo, en compañía de otros milicianos de Villaverde, al mando de un sargento, «quienes con los fusibles obligaron a los fascistas a salir de la casa de donde salían los tiros, teniendo que matar a uno de ellos por no querer salir con los brazos en alto».

El escrito, de 29 de diciembre, hace una lista con los 15 sublevados de Recas detenidos y trasladados a la cárcel de Las Ventas y formula una enérgica protesta por su puesta en libertad.

A la postre, fusilaron a Demetrio en Toledo el 1 de julio de 1940. En su expediente consta que murió «por hemorragia» denominación que se comenzó a utilizar en la época en lugar de «fusilamiento» o «ejecución», que quedaba peor de cara al extranjero. Dejó viuda y cinco huérfanos -muerto su hijo Fernando en la Guerra-, Fulgencio, Natalia, Ramón, Julio Nieves y Visitación Ortiz Serrano, que sobrevivieron con más penurias que suerte durante los siguientes años. Afortunadamente, pudieron decir que saben en qué fosa común (de diez personas) está enterrado su padre en Toledo. Natalia la llegó a poner a su nombre décadas más tarde.