Mágica noche de verano

Christian Sánchez (SPC)
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España alcanzó la gloria en Sudáfrica y pasó a la historia con una generación dorada hace 12 años

Iniesta, en la acción que coronaría a la selección como la mejor del mundo en 2010. - Foto: GERRY PENNY

El verano es la estación donde más tiempo hay para soñar. La velocidad con la que la rutina nos transporta al futuro durante las demás estaciones se ve reducida en los meses donde el fútbol más para, pero donde se juega lo más bonito de este deporte: la Copa del Mundo. Hace hoy 12 años, en Johannesburgo, todos vivimos esa victoria de España que nunca pensamos ver. Aún nos frotamos los ojos.

Echar la vista atrás provoca esa nostalgia tan necesaria para valorar con perspectiva todo lo que aquel equipo hizo vivir. La selección no ha regresado a otra final de un Mundial. Ni siquiera a unas semifinales o unos cuartos de final.El techo lo marca la cita de Rusia, donde la anfitriona se impuso en la tanda de penaltis en los octavos.

La actual 'camada' de la Roja aún tiene tiempo por delante para volver a esperanzar a una afición que, desde el éxito de 2010, cae en la comparativa constante con aquella genial generación de futbolistas. 

Iniesta, en la acción que coronaría a la selección como la mejor del mundo en 2010. Iniesta, en la acción que coronaría a la selección como la mejor del mundo en 2010. - Foto: Alberto EstévezLa probabilidad de volver a disponer de un grupo de 'estrellas' tan destacadas como la que compareció en Sudáfrica es ridículamente baja, por eso fue tan especial lo que consiguieron.

Actualmente, España no tiene un portero como Íker Casillas, con alguna duda, pero siempre sobresaliente cuando el conjunto reclamaba su aparición.Tampoco dispone Luis Enrique de una pareja de centrales tan fiable como la que formaban Carles Puyol y Gerard Piqué. 

Qué decir del centro del campo, con una base solidísima con un joven Sergio Busquets y un Xabi Alonso que se erigió como el auténtico metrónomo de aquella máquina casi perfecta. Por delante de ese doble pivote se movían los 'bajitos'. Andrés Iniesta y Xavi Hernández conformaban la esencia del combinado español y David Villa, escorado a la banda izquierda, hizo del gol un arte alejado del área. 

La pieza en punta fue quizá la pata que cojeaba de la mesa de la Roja. Fernando Torres llegó a la cita visiblemente mermado por su reciente operación de menisco y perdió el sitio en favor de un Pedro que un año atrás jugaba en el Barcelona B y que se plantó como titular en las semifinales del Mundial bailando a cada alemán que le salía al paso.

El ejemplo del extremo tinerfeño pone de manifiesto la importancia que tenía la llamada 'segunda unidad' en aquel cuadro entrenado por Vicente del Bosque.

Sin la actuación de Fernando Llorente ante Portugal tal vez la comparecencia de la selección en la competición se hubiese acabado ahí. Lo mismo pasa con la salida de Jesús Navas en la final ante Países Bajos. El de Los Palacios fue el encargado de transportar el balón hasta la zona de tres cuartos, donde se 'cocinó' la diana que gritó un país entero.

Pepe Reina fue trascendental sin sumar un solo minuto. Suyo es parte del mérito del penalti que detuvo Casillas a Óscar Cardozo en los cuartos de final ante Paraguay por las instrucciones que le dio a su compañero sobre el lado al que chutaría el delantero.

Récord

Además, España se adjudicó en aquella primera Copa del Mundo que albergaba el continente africano un récord que nadie ha podido igualar: ganar comenzando su andadura con derrota.

Todas las expectativas generadas tras la consecución de la Eurocopa de Austria y Suiza de 2008 se vinieron abajo en el debut ante, precisamente, el cuadro helvético.  El combinado nacional no pudo perforar la portería de Diego Benaglio y cedió un gol que cuanto más tiempo pase más increíble parecerá.

Pero el guion estaba escrito y ya no volvieron a fallar, levantando el ánimo de toda la afición.

Cualquier generación de jugadores españoles que sea comparada con la de 2010 está abocada a no cumplir las expectativas, ya que aquella es inigualable.

El olfato del 'killer'

Sin un delantero que asumiera el rendimiento goleador necesario en un equipo que oposite a un Mundial, David Villa asumió ese papel, pero lejos del área, demostrando una vez más su grandísimo olfato de cara a portería. El asturiano asumió que debía aclimatarse a partir desde la banda izquierda para sembrar mayor caos en las defensas de los rivales. Con estas directrices, Villa anotó dos tantos ante Honduras y otro ante Chile en la fase de grupos. Después, ya en octavos de final, fue el autor de la única cifra que subió al marcador ante Portugal, en otro encuentro muy cerrado.Su idilio en Sudáfrica finalizó en cuartos, ante la rocosa Paraguay del 'Tata' Martino. El ariete se encontró con un rechace dentro del área y ajustó tanto que el balón goleó en los dos palos antes de acabar traspasando la línea de meta.