Tradiciones del día de Todos los Santos

José García Cano*
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Una buena parte de las antiguas tradiciones y prácticas -algunas casi paganas- se dan en la noche del día de Todos los Santos en la que era habitual encender velas, lámparas o velones en memoria de los difuntos como aún se hace en algunos hogares

‘Todos los santos’, obra de Fra Angelico se encuentra expuesta en la National Gallery de Londres.

Alrededor del día 1 de noviembre, vuelven a nuestros hogares y a nuestros cementerios las prácticas habituales para recordar y perpetuar la memoria de nuestros difuntos, que en estos días son los protagonistas de ciertas tradiciones que, desde hace siglos en algunos casos, venimos repitiendo en los pueblos y ciudades de la provincia de Toledo. Aunque tradicionalmente se cuenta que es una fiesta heredada del pueblo celta (el Samhain), los cristianos comenzaron a celebrar el culto a sus seres queridos desde el comienzo de la Cristiandad. Bonifacio IV convirtió un templo romano en la iglesia de todos los santos, si bien sería Gregorio IV quien trasladó decenas de cuerpos de mártires a esta iglesia denominándola Santa María ad Martyres; finalmente el Papa Gregorio III consagró una capilla en el Vaticano donde dio culto a todos los santos, y por último Gregorio IV unificó la fecha para rendirles culto al 1 de noviembre.

Una buena parte de las antiguas tradiciones y prácticas -en algunos casos casi paganas- se dan en la noche del día de Todos los Santos, durante la cual era habitual encender velas, lámparas o velones en memoria de los difuntos, como así siguen haciendo cientos de hogares, siendo lo habitual encender una vela por cada difunto que había en la familia. Sabido es que durante esta noche la tradición dice que los muertos están con los vivos y sus almas pueden entrar en nuestras casas y pulular por los tejados de las viviendas; es más se decía que las ánimas podían entrar por las chimeneas en los hogares y acompañar durante unas horas a sus familiares vivos. Pensaban nuestros antepasados que cuando esa ánima se aparecía era porque quería pedirnos algo, normalmente misas o responsos y por ello había que acudir a la parroquia de turno a encargarlos para ayudar al alma de nuestro familiar. En otras ocasiones se pensaba que cuando un aparecido se manifestaba era porque los responsables (hijos, esposa, marido, etc.) no cumplían las disposiciones testamentarias que ellos habían marcado en sus testamentos y por ello se hacían ver para recordarles su obligación.

Como señal del respeto que se tenía a los muertos, en muchas zonas de La Mancha aún perdura la costumbre de no comer gachas la noche en la había fallecido una persona (fuera o no fuera la noche de Todos los Santos) ya que se decía que el muerto podía mojar en la sartén de las gachas o meter el dedo y aquello como es lógico no estaba bien visto. Por ejemplo, en algunas localidades toledanas como Las Ventas de San Julián, se decía antiguamente que, si se veía a un fantasma o pantasma por las calles con un sábana o paño blanco, podría ser verdaderamente un alma en pena, pero también cabía la posibilidad de que algún mozo del pueblo se estuviera tapando para acudir a rondar a la novia aprovechando el anonimato y la oscuridad. Tenemos también el caso de las Pamparullas, como así llamaban en Lagartera a las figuras cubiertas que salían por las noches, normalmente mujeres, las cuales habían hecho alguna promesa a Dios o a la Virgen y por ello debían ir descalzas para cumplirla. También en Lagartera era habitual preparar el día de los difuntos unas tortas de cera de abeja y bramante para que las mujeres de la familia confeccionasen sus propias velas. Otro interesante hábito que siguen algunos lugares en la noche del 1 de noviembre es el de encender hogueras, costumbre que también se hacía en el campo siglos atrás, por parte de la gente que vivía en las casas de labor o quinterías; ese fuego se prendía para dar calor a las almas que estaban aquella noche junto a los vivos para de esa manera, ayudarlas en su tránsito y hacerlas sentir que nos acordábamos de ellas.

Había cierta oración que las hechiceras de nuestra provincia se sabían de memoria que era la oración del Ánima Sola, la cual era recitada para conseguir que el amante de tal o cual vecina volviera a casa; una de las versiones de la misma comenzaba así: «Ánima sola y la más sola, y la más sola, alma ven que te llamo, que te e menester, yo te conjuro, ánima sola, con los tres vientos, yo te conjuro…». Al finalizar la oración se esperaba que un gallo cantara o que ladrara un perro, señal de buen agüero y de que el varón volvería con su pareja. En algunas ocasiones como era de esperar, y cuando el culto cristiano hacia los muertos se mezclaba con otras prácticas o supersticiones, entraba en juego la inquisición, la cual se encargaba de poner orden y castigar a os culpables si es que los había. Era muy habitual que determinadas personas -sobre todo mujeres a tenor de los documentos- expresaran abiertamente que podían ver las almas de los difuntos, así como interactuar con ellas; a este tipo de personas la inquisición las llamó ilusas, si bien el tribunal inquisitorial tampoco gastó muchos esfuerzos en encausarlas ni detenerlas, tanto por la abundancia de ellas, como por lo poco efectivo del castigo. Otra curiosa y morbosa tradición decía que los muertos podían curar a personas enfermas y de ahí que algunas familias llevasen a sus niños enfermos de lobanillos o incluso a adultos que padecían tumores, junto a cadáveres recién fallecidos ya que se decía que, si se cogía la mano derecha del cadáver y se bendecía al enfermo, cuando ese cadáver se fuera pudriendo el enfermo, poco a poco iba sanando. En resumen, tradiciones y prácticas muy antiguas que se llevaban practicando durante siglos, en esta noche y este día primero de noviembre, en el cual todos recordamos y rezamos por aquellos que se fueron, pero que no olvidamos.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.