La punta del iceberg

Irea López (EFE)
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Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) van más allá de la relación con la comida, ya que suelen esconder alteraciones de la personalidad, acoso escolar, sexual o conflictos familiares

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) afectan a alrededor de 400.000 personas en España, la mayoría mujeres, y el número de afectadas va está en alza en los últimos años, especialmente a raíz del confinamiento por la pandemia. Es más común en el colectivo femenino (nueve de cada 10 casos) y suelen aparecer entre los 13 y los 20 años. La prevalencia en este grupo de edad se sitúa entre un tres y un cuatro por ciento en el caso de la anorexia nerviosa y entre un tres y un dos por ciento en el caso de la bulimia nerviosa y del trastorno de la conducta alimentaria no especificado.

A pesar de que son enfermedades cada vez más frecuentes, existe mucho desconocimiento en torno a ellas y se tiende a pensar que el único problema de las personas que sufren un TCA tiene que ver con la alimentación. Lo cierto es que no es así. Va mucho más allá.

Para comprender qué les ocurre a las personas que sufren un trastorno de este tipo es importante entender que la preocupación por el peso y la alimentación no es más que la punta del iceberg.

«Hasta tal punto esto es así que considero que no deberían llamarse trastornos de la conducta alimentaria, porque eso confunde a la población», puntualiza la doctora Marina Díaz Marsá, jefa de la Unidad de TCA del Hospital Clínico San Carlos y presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid.

En la parte que está hundida de ese bloque de hielo se encuentran cuestiones muy diversas y que «producen mucho sufrimiento», apunta la doctora. Algunos de estos factores tienen que ver con alteraciones de la personalidad, como un alto grado de perfeccionismo y autoexigencia, baja autoestima… «Pero también hay muchos casos de acoso escolar, acoso sexual o graves conflictos familiares», añade.

Indagar en la parte oculta del iceberg y encontrar el origen de ese sufrimiento y malestar es fundamental para conseguir curar los trastornos de la conducta alimentaria, así como una intervención precoz. En este sentido, Díaz Marsá señala que «una de las grandes dificultades que presentan los pacientes con TCA es no saber identificar el porqué de su vacío, el origen».

«En parte es por esto que tienden a llenar ese sentimiento de vacío con conductas patológicas a través del control o descontrol de la alimentación», explica.

La doctora considera clave entender que la ingesta de alimentos o el control de la alimentación no pueden rellenar o resolver el sentimiento de vacío de estas pacientes.

«Solamente desde el afecto, sentirse querido y respetado y desde la construcción de un proyecto de vida se puede llenar el sentimiento de vacío asociado a las pacientes con TCA», asegura. 

La buena noticia es que aproximadamente el 65 por ciento de las afectadas se logra recuperar, aunque el camino no es fácil. En esta recuperación, la red de apoyos de las pacientes juega un papel fundamental. 

Cronificación

Sin embargo, en un porcentaje menor, aproximadamente un 10 por ciento, la enfermedad se cronifica, lo que repercute directamente en la salud física. «La desnutrición mantenida a largo plazo produce una serie de consecuencias orgánicas que hace que la comorbilidad psiquiátrica se asocie con una comorbilidad médica», señala Díaz Marsá.

Además, la calidad de vida de las personas con un TCA crónico se ve muy afectada: «No tienen una actividad laboral, relaciones interpersonales…», apunta.

Para evitar que esto ocurra, la intervención precoz  a través de un equipo multidisciplinar es fundamental.  Según Marina Díaz Marsá, «cuanto antes se interviene, antes se sale de la enfermedad».

Este equipo multidisciplinar lo conforman psiquiatras, psicólogos y endocrinos. También aquí el papel de las familias es clave: «Es muy importante que las familias se sienten a comer o a cenar juntas, no solo para fomentar hábitos alimentarios saludables, sino para mejorar la comunicación entre los miembros de la familia», señala.

Y es que alteraciones en los vínculos familiares también impactan directamente en el desarrollo y evolución de los TCA.

Un estudio realizado en la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Clínico San Carlos, dirigido por la doctora Díaz Marsá, concluye que el sentimiento de vacío y la gravedad de los síntomas guardan relación con un menor cuidado materno y una alteración en los vínculos. En este sentido, afirma que la gravedad del trastorno de la conducta alimentaria dependerá, en parte, de la calidad del apego que el paciente ha establecido con su figura materna.