Pintor, escultor, pero, sobre todo, artista urbano. Desde comienzos de este mes, y hasta el próximo 8 de enero, expone su ‘Sinfonía de los juguetes’ en la Colección Roberto Polo. Su obra no deja a nadie indiferente.
¿Cómo fueron sus inicios y cómo evolucionó hasta convertirte en dEmo?
Mis inicios fueron la pintura, la fotografía y, sobre todo, el dibujo. Yo dibujaba en el colegio, en el instituto, y mi obsesión era dibujar a los profesores idénticos. Hacer retratos de verdad, a lápiz, y muchas veces con boli, y así poder concentrarme en el retrato de verdad. Desde ahí fui evolucionando a la escultura, haciendo unos muñecos con hierros, tornillos… Y luego pasé a los hierros retorcidos, luego a los ‘retratos imaginarios’, tipo Saura, en tres dimensiones, y ‘vientos del sur’, que eran espirales que vendía muy bien en Alemania. Así empecé a centrarme en la escultura, porque yo venía de la pintura. Luego empecé a esculpir con papel y madera haciendo unas mujeres tipos musas, y así surgió lo de hacer osos y todo eso.
¿Qué me pasó con la pintura y el dibujo? Pues que yo iba a las galerías y allí los museos tenían ya todo cogido. Me di cuenta entonces que los exteriores de los museos no tenían nada, y propuse un proyecto al IVAN (Instituto Valenciano de Arte Moderno). Lo presenté un viernes y el lunes me llamaron que me aprobaban la instalación de 20 bustos en la fachada del IVAN. Estuvieron tres meses expuestos y ahí ya empecé con el arte público, que lo veo muy interesante. Hay que sacar el arte a la calle, democratizar el arte.
Exponer en la calle le da una mayor visibilidad como artista.
Sí, también es más responsabilidad. Exponer en la calle es más inmediato. Enseguida tienes la crítica de si gusta o no. Pero eso me interesa muchísimo. Cuando puse patos en las fuentes de Madrid me quedaba allí mirando a la gente. Cuando los veían yo observaba sus gestos, como sonreían. Y me vale con eso. Es una satisfacción.
¿Cómo inicia el proceso de creación, en qué se basa?
Hay cosas que voy pensando día a día y que me obsesionan. Pero normalmente empiezo con un boceto y hay veces que no puedo parar hasta terminar la obra. Otras cosas las empiezas y las dejas aparcadas un tiempo hasta que las vuelvo a retomar. Cada idea tiene su evolución.
¿Cómo se define como artista?
Hay gente que dice que soy pop, pero yo creo me muevo más por lo que veo. Soy muy observador y me gusta ver lo que pasa a mi alrededor. Me gusta observar las ciudades. Ocurren muchas cosas. He estado tiempo en New York y fuera de España, y allí son mucho más ágiles en el sentido del arte que aquí. Tardan menos tiempo que en Europa en poder coger una cosa nueva y plasmarla. Pero bueno, con tiempo se puede lograr todo.
Los juguetes son una constante en su obra, ¿por qué?
Por lo simples que son. El oso o los coches que hago son muy simples y la gente coge enseguida el concepto. Ten en cuenta que me muevo en las ciudades y en ellas ocurre todo muy deprisa. Como no des al primer toque la visión que quieres no funciona, no entra. Luego ya si eso que profundicen, que vean si mi obra tiene uno o varios mensajes, pero lo primero que quiero es que cuaje la sonrisa o lo que sea.
¿Cuáles han sido sus principales influencias?
Antonio Banderas, al que le he diseñado tres años los premios que entrega en el concurso de cortos de la Miami Fashion Week, me dijo que si me había inspirado en Giacometti. Y le tuve que decir que no, que me inspiré en los africanos. Me decía que tenía que hacer un premio basándome en los indios Tegesta, que eran los indios primitivos de Miami, y dándole vueltas busqué cómo era su cultura. Trabajaban con conchas, pero al ser caliza no queda nada de ellos, solo unos agujeros donde colocaban los palos de sus casas. Buscando llegué a África, y así me salió algo muy del estilo Giacometti: un indio con un rollo de película de cine al cuello.
¿Hacia dónde evoluciona el mundo del arte?
Es difícil de decir. Yo digo que nuestro arte al final será arqueología y que el tiempo decidirá. Imagina que dentro de cien años descubren uno de mis osos, dirán: ¿Qué pasaba aquí? Me preocupa más ver hacia dónde evoluciona el medio ambiente y el ser humano. A dónde vamos a llegar si seguimos con este nivel de destrucción.
Tiene sus orígenes en la localidad toledana de Mora, ¿qué significa para usted? ¿Ha influido en algo Toledo o Mora en su forma de hacer arte?
Nací en Mora, pero con tres añitos mis padres me llevaron a Getafe. Ellos tenían zapaterías y allí teníamos un telar con 60 chicas haciendo nudo español. La red de Paradores puso todas sus alfombras con nuestro telar, y yo recuerdo a mi padre que por las noches, cuando llegaba de trabajar, se ponía a hacer dibujos para que las chicas del telar la día siguiente hicieran más alfombras. Todo eso se te va quedando dentro. Y también con el tema de los zapatos. No había cámaras rápidas y había que dibujar a mano todo lo que se pedía de zapatos. El trabajo artístico lo tenía en casa. Esa herencia moracha me ha influido mucho.
¿Qué le pareció la Colección Roberto Polo?
Impresionante. Creo que puede estar en cualquier gran museo del mundo. Es muy digna y cubre un vacío que no teníamos aquí, como son las vanguardias de centroeuropa. Es algo increíble. Me sorprendió. Y luego el espacio es bestial. Apoteósico.
¿Considera, por tanto, eso que dicen que Roberto Polo ha colocado a Castilla-La Mancha en el mapa mundial del arte contemporáneo y moderno?
Totalmente. Espero que la colección se quede para siempre en Toledo.
¿Para cuándo una exposición de la pintura de dEmo en la Colección Polo? De pintura, no escultura.
Eso le dije a Roberto el día de la inauguración de ‘Sinfonía de los juguetes’, que para cuándo me dejaba la planta de arriba del Santa Cruz para una exposición de pintura. A ver qué pasa. Pero ya sabes que las cosas van despacio. Y de momento ando liado con un tema para Málaga, un homenaje a Picasso, el más grande, con el que ando bastante atareado este año.
El día de la inauguración de su muestra de esculturas en la Colección Roberto Polo se habló de que iba a donar una obra a Castilla-La Mancha, ¿se sabe ya cuál va a ser esa obra?
Tenemos varias opciones. Estamos entre el oso rojo, que les gustaría ponerlo permanentemente en el paso de la planta baja a la segunda, u otra escultura, que sería una obra nueva para el patio donde actualmente hemos colocado las estatuas de buzos. Aún tenemos que verlo.
Yo soy más de las calaveras con nariz de payaso.
Tú si que sabes (risas). Bueno, a lo mejor podemos poner tres o cuatro en distintas alturas para el espacio de arriba... la verdad es que tenemos que verlo.
Si tuviera que inspirarse en algo de Toledo para hacer una de sus obras, ¿con qué se quedaría?
Con el Greco. Me encanta. Creo que nos dio otra visión y fue un innovador. Yo hace tiempo hablé con políticos de Castilla-La Mancha para poner un pato enorme de los míos en Cuenca, en el museo de la Fundación Antonio Pérez. Y no le ven. Les da miedo. Si Cuenca fue innovadora para apostar allí por un museo de arte contemporáneo, un pato en su tejado no va hacer daño. Ni a las tejas del edificio. Tenemos miedo a evolucionar y muchas veces hay que ser transgresor, sin hacer daño a las cosas, pero intentando ir un poco más allá. Como hizo el Greco en su época. Muchas veces la gente de la calle va más rápido que los políticos.
¿Le duele un poco el estar mejor considerado fuera de su tierra, fuera de Toledo y Castilla-La Mancha, y ser muy reconocido en París, Miami o New York?
No, en absoluto. No me duele. He tenido la suerte de dar hasta las medallas al Mérito de las Artes y creo que yo también he tenido también la culpa. Cada uno ha ido a la suyo y no he estado mucho por Toledo. Me gustaría ir más a menudo y estoy seguro que vamos a hacer cosas por allí.
¿En qué proyectos anda últimamente?
He presentado un faro para una ciudad muy importante de España. Un faro moderno e innovador, muy grande, de 36 metros. Y también estoy con la pieza de un enorme Buda de 40 metros que vamos a poner en Cáceres. Posiblemente viaje a Nepal con las autoridades extremeñas en los próximos días para reunirnos con los monjes, ya que la idea es que se instale allí uno de los mayores templos budistas de Europa. La ciudad de Cáceres opta a acoger un gran complejo budista presidido por una gigantesca estatua de 40 metros de Buda, que contaría además con un templo con residencia para 20 monjes y varios miles de metros cuadrados de jardines. Va a ser un bombazo para el turismo asiático. Garantizan tres millones de turistas asiáticos solo en el primer año.
¿Un Buda de 40 metros? Las obras de gran tamaño se le están yendo de las manos.
(Risas) No me lo esperaba tan grande, pero lo importante es que el proyecto cuaje. He terminado hace poco el boceto de uno más pequeño y se va a presentar próximamente en Fitur, en el stand de Cáceres, uno de dos metros de altura que ya presenté hace tiempo y que es la base del de 40 metros.
No es por nada, pero el tamaño de sus obras parece que evoluciona al mismo ritmo que su éxito profesional.
La verdad es que para mí lo importante no es eso. Lo importante es que cada vez que me encargan un trabajo de este tipo puedo dar empleo a muchas personas. Trabajamos con grúas, con soldadores, transportistas… unas 200 personas.
Imagina además las consecuencias que puede traer después si el proyecto prospera. Muchas veces no se tiene en cuenta las consecuencias que trae el arte a la sociedad. Es otra industria a la altura de lo que puede ser el cine. Da trabajo a mucha gente y genera riqueza futura. Eso lo tiene que saber la gente.
Sí, porque muchas veces solo nos quedamos con el lado más frívolo del arte.
Exacto. Y el arte es mucho más. Genera trabajo y da signos de identidad a las ciudades. Sobre todo en algo como el turismo que es tan importante para la economía española.
Es otro reclamo más. Principalmente para ciudades que no tienen mucho patrimonio. Quizás por eso, porque Toledo tiene mucha historia, no se tiene tan en cuenta aquí el arte moderno.
Puede ser, pero yo sueño con poner en Toledo una instalación temporal que tenga color y que la gente se extrañe al verla. Que tenga ese diálogo con la gente. Que genere polémica. Cuando polemizamos es cuando se avanza.
¿Qué pondría, por ejemplo, en Zocodover?
Burros de colores, por ejemplo. O algo de caza. No sé, también me encantaría colocar en varios puntos de la Autovía de los Viñedos distintas figuras de unos 5 metros. Es una carretera muy llana y se presta a ese tipo de instalaciones. Tengo una liebre de colores para Castilla-La Mancha. Sería algo bestial.
A lo mejor alguien recoge el testigo.
No estaría mal. Pero ya en serio, yo lo que busco principalmente con mi trabajo es que la escultura no sea un objeto, sino un motor del pensamiento. Que luego cada uno haga lo que quiera, pero que ante todo sea una invitación a pensar.