Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


El agua en los conflictos híbridos

03/11/2022

Después de pasar por una amarga experiencia estival con la que te haces cargo de la impotencia que implica la, a todas luces catástrofe, falta de agua, he tenido la oportunidad de hacer un interesante recorrido por los pueblos del delta del Mekong. Previo a su desembocadura en el mar de la China Meridional, este río ramifica su rebosante cauce en numerosos brazos que irrigan y fertilizan, con un rico limo de aluvión, miles de hectáreas de selva, huertos y cultivos tropicales, que son la fuente de recursos e ingresos para las comunidades camboyanas y vietnamitas que los laboran. Agua abundante que simboliza la vida y la energía divina en la fecundidad de la tierra.
Sin embargo, se ve fácilmente que, de tanto en tanto, han distribuido una serie de presas para evitar que, dada la perdida de caudal, el agua salina del mar inunde y arruine sus cultivos. De esta situación, los locales hacen responsable directamente a China, por haber construido enormes centrales hidroeléctricas en la cabecera del río que transcurre dentro de su frontera.
Buscando un poco de información sobre este asunto, encontré un instituto de investigación, Pacific Institute for Studies in Development, Environment, and Security, dedicado a estudiar, entre otros, los conflictos relacionados con el agua a lo largo de la historia, de los que lleva registrados casi doscientos. El primero de ellos, datado en el siglo VI a.C., fue entre romanos y godos, cuando estos sitiaron Roma y cortaron todos los acueductos que abastecían a la ciudad. Como curiosidad, la llamada Línea de agua holandesa, que hoy está reconocida como patrimonio mundial por la Unesco, está registrada como arma defensiva en varias ocasiones históricas. Prácticamente, en todas estas disputas el agua es utilizada estratégicamente como instrumento político y militar para dominar, persuadir o disuadir a los rivales.
Aunque con el aumento de los intercambios económicos, comerciales, energéticos, políticos y culturales, que dimos en llamar globalización, se asumió que se frenaría la inclinación por los conflictos entre países, al ser mayor su conexión e interdependencia, lo cierto y real es que esa dependencia también ofrece oportunidades para explotar la vulnerabilidad del otro. Por eso, no son pocos los analistas internacionales que destacan que puede parecer, a primera vista, que el agua sea la causa del conflicto, pero lo que realmente suele suceder es que las tensiones geopolíticas o de hegemonía económica se trasladan al agua. Sin descontar que acusar al vecino de acaparar el agua, es una formula política rentable que permite no hacer frente a los problemas internos derivados de la ineficiencia de las infraestructuras hídricas o del precio del agua.
A pesar de que los recursos hídricos compartidos podrían ser fuente de paz y no de enfrentamiento, hoy en día forman parte de los instrumentos empleados en las guerras híbridas contemporáneas. Es decir, conflictos que se caracterizan, más que por el uso de la fuerza armada, por desplegar tácticas políticas, económicas, culturales y diplomáticas con las que buscar ventajas relativas que puedan doblegar al adversario.

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