Es la palabra de la semana política que termina. Derogar, derogar, derogar, Yo derogo, tú derogas, ellos derogan. Pero a la hora de la verdad, nadie se atreve a dar el primer paso porque derogar sin tener una alternativa a lo que se deroga es un imposible legislativo, ejecutivo y un desafío a la lógica. La obsesión es cargarse las normas que regulan el mercado de trabajo desde los tiempos de Rajoy y Fátima Báñez, el deseo es apuntarse el tanto de derribar ese entramado de disposiciones y decretos (porque no existe una reforma laboral única sino cientos de textos legales), pero nadie ha pensado que se debe explicar qué normativa hay preparada para cuando el BOE publique el derribo del edificio.
Había un alcalde en Madrid al que sus enemigos llamaban alcalde-piqueta. Se pasaba el día echando abajo construcciones, pero a cambio ejecutaba modernos edificios y túneles que todavía hoy funcionan en la capital distribuyendo el tráfico o recibiendo visitantes. Al actual gobierno no podemos siquiera llamarle gobierno-piqueta como a aquel regidor, porque no nos ha explicado qué piensa hacer con los distintos tipos de contratación, con los días de indemnización por despido procedente o improcedente, si piensa poner un límite a los contratos temporales o la forma de luchar contra la precariedad que ha ideado. Curioso esto último: siempre que se conocía un descenso del paro en épocas anteriores, se enturbiaba el dato destacando la precariedad de miles de contrataciones, cosa de la que ahora ni se habla. Las buenas noticias deben serlo cuando uno está en Moncloa y cuando está en la oposición.
La reforma del PP sirvió para cerrar la hemorragia que en 2012 estaba suponiendo el cierre de cientos de miles de empresas. Se trataba de salvar empresas para salvar así puestos de trabajo, y por eso los trabajadores perdieron algunos derechos de forma coyuntural. La situación ha cambiado afortunadamente, salvo el paréntesis de la pandemia, y por eso hay preceptos regulados entonces que hoy no tienen sentido. Pero derogar íntegramente además de absurdo, es imposible técnicamente, como bien reconoció la otra noche la misma vicepresidenta de Empleo que horas antes estuvo a punto de provocar una crisis en el ejecutivo para imponer la palabra "derogar" en un papel que no tiene el más mínimo valor real… porque los mismos que lo han escrito ya han desmentido su contenido. La bajada del desempleo en octubre, por primera vez en la historia de la serie estadística, se ha conseguido con la misma legislación laboral que va a ser derogada. O no.