Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Renacimiento

09/06/2021

Toledo ha vuelto a celebrar, si bien de un modo peculiar, distinto, pero brillante, su Corpus. La pequeña procesión, desde la Puerta Llana hasta la Puerta de Reyes, donde quedó expuesto el Santísimo en la Custodia de Arfe, resultó emotiva. La plaza del Ayuntamiento, engalanada, acogía a toledanos y forasteros que en riada se acercaron a recibir la bendición que el arzobispo, saliendo de la lonja y acercándose a los fieles, impartió. Después, cientos de personas desfilaron por delante, expresando su fe, su devoción o simplemente su admiración por tanta belleza concentrada en unos pocos metros cuadrados, mientras la banda de la Academia y los cantos de los seminaristas creaban una atmósfera que nos envolvió con su hermosura.
Y, como si de todo un símbolo se tratase, el día del Corpus, y los sucesivos, hemos podido observar como la vida vuelve a nuestras vetustas calles y callejones. De nuevo las recorren visitantes, admirando la historia, el arte, la tradición encerrada entre nuestras murallas. La ciudad parece despertar de la pesadilla que hemos padecido, y, si bien es cierto que la pandemia aún no ha acabado, que sus zarpas siguen segando vidas y sus secuelas permanecen, no es menos verdad que se está produciendo todo un estallido vital. Gentes de toda España están regresando a la vieja Urbs regia. Pero no sólo. De nuevo se oyen variedad de lenguas. Unos turistas judíos que en Zocodover me preguntaron sobre las sinagogas, al volver a encontrarlos, exclamaban, para describir su experiencia de la ciudad, amazing!, amazing!
En las torres de la iglesia de los Jesuitas pude escuchar, entre mi sorpresa y diversión, como un grupo de jóvenes comparaba la ciudad con Hogwarts, la escuela de magos donde estudia Harry Potter. Se cumple así el viejo aforismo de santo Tomás de Aquino, quidquid recipitur, ad modum recipientis recipitur, es decir, lo que se recibe, se recibe con la forma del recipiente, en este caso, la forma mental que parte de la experiencia vivida. Y es que Toledo es percibido de modos pluriformes, pero siempre, como indicaba aquella pareja askenazí, resulta asombrosa. Paseando por la calle de Santo Tomé, que tanto impresionaba totalmente vacía durante los meses pasados, me llenó de alegría el verla de nuevo transitada por personas variopintas, con sus tiendas, comercios y bares abiertos ya en su mayoría. Es un signo prometedor de que pronto volveremos a la normalidad, no a una impostada ‘nueva normalidad’ fruto de la verborrea huera de unos políticos que han conducido de modo catastrófico la pandemia y que merecen quedar en el muladar que la Historia reserva para tales ineptos.
El jueves que en Toledo resplandece más que el sol nos ha traído la luz de la esperanza. El año próximo esperamos volver a contemplar, a vivir, a celebrar la fiesta en todo su esplendor. Entretanto, tenemos una ardua tarea de reconstrucción, en la que todos hemos de arrimar el hombro.