La lluvia no permitió que el Cristo de la Buena Muerte procesionara por las calles de Toledo. Dio igual, puesto que la alternativa fue casi más bella. La imagen, una talla de madera sin policromar, de tamaño natural, realizada por Mariano Guerrero Corrales, procesionó en viacrucis por el claustro del Monasterio franciscano de San Juan de los Reyes.
En completa oscuridad, tan solo rota por las velas de los farolillos, los cofrades y el resto del los asistentes fueron desgranando las catorce estaciones en un silencio casi sepulcral tan solo roto por un tambor desafinado.