Toledo medieval, ciudad llena de manos mágicas

Justo Monroy
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Alejandro Vega presenta el próximo jueves en la Escuela de Artes su segundo estudio sobre amuletos prohibidos, tanto por la fe árabe, como por la judía y la católica, en la ciudad.

Vega muestra uno de los zancarrones de Mahoma que se pueden ver hoy en un brocal en el Santa Cruz. - Foto: Víctor Ballesteros

La Ciudad de las Tres Culturas tuvo que estar repleta en la Edad Media de las conocidas como ‘manos toledanas’, tanto la mano de Míriam judía, como la de Fátima árabe y sus análogas cristianas. Así lo apunta el investigador Alejandro Vega, quien ya en su día escribió un ‘cuaderno heterodoxo’ sobre los 21 primeros de estos amuletos que encontró, y que el próximo jueves día 28 presenta sus nuevas investigaciones, con cuarenta manos más. Y ojo, que después de escribir este nuevo cuaderno, tiene localizadas otras veinte, que se unirán a las anteriores en un nuevo estudio. 

Curiosamente, apunta Vega, se trata de amuletos que no son sagrados, al contrario, prohibidos tanto por la fe árabe, como por la judía y la católica (así lo hizo Carlos I en España). A pesar de lo cual hay incluso representaciones en templos de las tres religiones, amén de casas particulares. Vega llega a la conclusión de que «dentro de que Toledo es Patrimonio de la Humanidad, contiene secretos que lo enriquecen de una forma más grande. Estos amuletos, más todos los que se habrán destruido, más los que tengo que descubrir, forman parte importantísima del Patrimonio».

La Escuela de Artes y Oficios de Toledo será la sede el próximo jueves día 28, a las seis y media de la tarde, de la presentación del VIII Cuaderno Heterodoxo Toledano de Alejandro Vega, titulado ‘Nuevos hallazgos de amuletos toledanos’. Se trata de la continuación de un tema que el estudioso ya trató en un cuaderno anterior y que llega después de otros trabajos sobre gárgolas, la cávala en Santa María La Blanca, el juego de la oca en la Catedral de Toledo y su proporción áurea.

La ‘mano toledana’ tenía sus propias particularidades, dependiendo de la religión de quien la pedía. Vega entiende que, posiblemente, ya romanos y visigodos pudieran tener esta tradición, que se encuentra anteriormente incluso entre las cuevas rupestres. Aunque quienes más las han utilizado son las razas semitas. Ellos usaban la mano de Míriam, hermana de Aarón y Moisés, heroína en su pueblo. Los musulmanes, por su parte, tuvieron la mano de Fátima, hija del profeta. Los cristianos también adoptaron sus ‘manos toledanas’. De todas ellas hay muchas en Toledo, e incluso se están haciendo más, como las del mirador de la Cava.

Manos en Toledo. Ya los egipcios utilizaban estas manos como método para sanar, apunta Vega. En Toledo, estas manos se encuentran desde espacios visigodos, a la gran explosión hebrea de manos. Ellos buscaban evitar las desgracias en un edificio, una familia o una persona. Quitan el mal de ojo, los celos y las enfermedades. En la sinagoga del Tránsito, Vega ha llegado a encontrar seis higas, utilizadas para evitar todos los males, en el árbol genealógico de Samuel ha Leví.

Hay también manos en lugares muy emblemáticos de barrios musulmanes, como la calle María Pacheco, número 1; las Bulas o calle Real. Los cristianos incluso la usan de forma profiláctica. Vega ha encontrado dos pilas bautismales de cerámica de Puente del Arzobispo (las utilizadas en la ciudad hasta el siglo XVII), con varias manos. Una de ellas (normalmente ahora en Estados Unidos) tiene 24 manos de Fátima, rodeadas de ojos. Estaban pensadas, por lo tanto, para quitar el mal de ojo del neófito que se bautizaba, así como para prevenir enfermedades, como la peste.

También el siglo XIV, apunta Vega, los cristianos construyeron en Toledo tres brocales de pozo plenos de mano. El situado en el Taller del Moro tiene, entre otros simbolismos, 24 manos de Fátima. Y en el museo de Santa Cruz hay un brocal, hoy temporalmente en Talavera, con dos manos. A cambio de este último, se ha quedado en Santa Cruz otro brocal del siglo XIV con once zancarrones de Mahoma. Todas estas manos buscaban echar al mal de ojo, pero también que el agua que de allí se sacara no tuviera enfermedades.