Morante, patrimonio de la humanidad

Mario Gómez / SEVILLA
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El torero de La Puebla del Río firma la que puede ser la obra más excelsa de su carrera, y que pasará a los anales de la historia, mató a la tercera y paseó una aclamada oreja; pudo haber sido de rabo. Rufo da una gran dimensión sin espada

Morante, patrimonio de la humanidad - Foto: PAGÉS

Faltaban 3 minutos para el inicio del paseíllo y una atronadora ovación irrumpió en la sombra maestrante. Entre la estupefacción de los presentes se abría paso con su camisa blanca y sombrero cordobés. No era la elegancia, era la cosa de las cosas, Rafael de Paula, aparecía en silla de ruedas recorriendo el adoquinado callejón. Como si barruntase la gran obra de su eterno pupilo.

Pareció justo de fuerzas el cuarto de Hermanos García Jiménez, y fue muy protestado y pegado en varas. José Antonio pidió paciencia y fe. Algo que era complicado visto el toro, pero posible con la voluntad del torero.Se coló dos veces por el izquierdo a Morante en el quite, y a pesar de que nadie daba un duro por que aquello durase más que un semáforo en rojo, pero sorprendió la torería con la que el sevillano se salió desde las mismas tablas. La faena se basó en el derecho, por donde al menos pasaba el animal y aprovechó Morante para derramar su esencia. Y rompió la faena hacia adelante sacando a cucharadas las embestidas hasta hacer sonar la música. Se llevó al toro a los bajos del 8, a la esquina del trapecio y ahí le hizo besar la lona. Con un toro entregado y un Morante aún más, con las zapatillas hundidas, con el mentón clavado, con el otoño floreciendo en el Baratillo, llegó el éxtasis colectivo. Volvía y venía de la cara del toro a cada cual tanda mejor, mientras llovían sombreros desde los tendidos. Morante firmó su obra más excelsa, y más efímera, en el mejor lienzo posible. Hizo del mediocre toro de Matilla, una inmensa maravilla. La espada se llevó los trofeos, dos o quien sabe si tres, qué más da, si después de aquello, Morante es aún más rey, y su toreo aún más eterno. Tras rodar el cuarto, hubo quien abandonó la plaza "pa´ que más". A pesar de matar a la tercera, paseó una oreja en una clamorosa vuelta al ruedo, qué tendrá Morante, que tanto los que le quieren como los que le odian son capaces de entregarse a él.

En el capítulo que abrió la tarde, Morante esperaba con su capote de seda al primero fuera de la tronera. Cuando asomó por chiqueros, miró cariacontecido a tablas. Dos leznas por delante, que aportaban violencia a un hechurado conjunto. Qué fácil lo hizo, meciendo a la verónica desde las tablas hacia más allá de la segunda raya. Una obra colosal acariciando cada lance y abrochado el ramillete con una templada media. El quite tras el caballo fue en la misma línea, solamente dando margen a los latidos y la respiración, como únicos sonidos que quebrantaron el silencio espectante. Morante había hablado por su palo. Y Juan Ortega quiso responder por el mismo palo, con el compás abierto y la suerte encajada. Dejó una buena y dos emborronadas. Comenzó suave y genuflexo para ya erguido componer y acariciar las embestidas. Las fuerzas estaban justas y a medida que el de La Puebla tiraba de la faena, el toro se venía abajo. El epílogo no fue el deseado.

Tomás Rufo perdió el trofeo con la espada en el tercero de la tarde. Tomás Rufo perdió el trofeo con la espada en el tercero de la tarde. - Foto: PAGÉS

Rufo comenzó pisando el acelerador desde el variado saludo de capote. El de Pepino enjaretó un importante recibo y el toro solamente protestó sin terminar de emplearse. Como ya pasase en abril, Sergio Blasco y Fernando Sánchez se desmonteraron tras un brillante tercio de banderillas. Comenzó la faena espesa al hilo de tablas y de repente Rufo salió de una serie que quedó inconclusa y dio distancia a un animal que estaba agarrado al piso y que rompió a embestir con emoción. Supo combinar mando con toreo largo y valeroso. Cuando percibió que se podía rajar, lo cerró a la segunda raya para volver a correr la mano al natural al hilo de tablas. Se fue apagando la vela, y se rajó hasta quedar prácticamente pegado a tablas. Un pinchazo hizo que se afligiera y a la segunda lo despenó con acierto.

Cuando salió el sexto el ambiente estaba enrarecido, la gente no echó cuenta al recibo de Rufo y solamente se silenciaron cuando Fernando Sánchez cogió los palos. Carretero no banderilleó en la tarde de su adiós, pero lidió con solvencia y Sevilla rompió en ovación cuando dio el último capotazo de su vida. Luego la Maestranza de piso en pie para aplaudir el brindis de Tomás Rufo al de Madridejos. En la faena de muleta el toro era tardo y había que esperarle. Rufo le apostó pero el animal no terminó de ser agradecido con la apuesta. Muletazos sueltos, resquicios de mi que guarda el toledano. Gran estocada que abrochaba un extraordinario paso de Tomás Rufo en 2022 por Sevilla, por lo visto en La Maestranza y en la temporada, quizá para Resurrección se podría dar un cartel similar a este, teniendo en cuenta a Roca Rey.

El segundo manseó en el caballo y Juan Ortega tuvo escaso lucimiento, al contrario que tomas Rufo en su quite, que convirtió en lo más destacado. Empezó con gusto y suavidad, pero la justeza de fuerzas del animal dio al traste con cualquier opción de hacer faena.

Al finalizar el festejo se cortó la coleta el banderillero José Antonio Carretero, que se despedía de la profesión.Al finalizar el festejo se cortó la coleta el banderillero José Antonio Carretero, que se despedía de la profesión. - Foto: Pagés

Recibió con gusto Ortega al quinto, pero la lidia se espesó hasta que Rufo quitó suave a la verónica. Se convirtió en un quinario el tercio de banderillas y cambiaron con tres palos. Quiso Ortega hacer faena y se topó con un animal rebrincado que reponía sobre las manos y que no brindó opción de lucimiento; pero durante la tarde tampoco se vio un Ortega con capacidad de mucho más.

*Al finalizar el festejo se cortó la coleta tras una prolífica carrera el banderillero de Madridejos José Antonio Carretero, que se despedía de la profesión.
 

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