La Puebla de Montalbán vista por su médico en 1887 (I)

José García Cano*
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Tomás de Echevarría y Mayo, licenciado en medicina y cirugía y médico de la localidad, redactó un trabajo en 1887 a través del cual analizó el estado de salud y las enfermedades de esta localidad toledana

Plano de los caminos y veredas de La Puebla de Montalbán en 1887.

Don Tomás de Echevarría y Mayo, licenciado en medicina y cirugía y médico de la localidad de La Puebla de Montalbán, redactó un trabajo que vio la luz en el año 1887 a través del cual analizó el estado de salud y las enfermedades de esta localidad toledana, así como la relación existente entre la topografía del terreno y el tratamiento de determinados males, incidiendo en que el lugar donde están ubicados nuestros pueblos y ciudades, influye considerablemente en las enfermedades y padecimientos de sus habitantes. El doctor Echevarría recuerda además que la topografía afecta igualmente al carácter de los individuos, recordando que por ejemplo los italianos -por las particularidades del terreno- son más dados a las bellas artes, los ingleses a las manufacturas y nosotros, los españoles («de noble y altivo carácter») más propensos a la agricultura; cuanto menos un particular razonamiento. A la hora de estudiar el terreno y las particularidades de La Puebla, Echevarría comienza con un retazo histórico del lugar, donde resalta su pasado templario, ya que aquí existió una de las diversas bailías que poseyó el temple en Castilla. Después de pertenecer durante un tiempo a la corona, también fue tierra de señorío desde que la administró el marqués de Villena, quien hizo un mayorazgo a favor de su hijo don Alonso Téllez Girón, quienes en un principio fueron señores de la Puebla y fundándose finalmente el condado en época de Carlos I. Precisamente en aquel siglo XVI era cuando había establecida en La Puebla una importante industria de tejer lanas, llegando a contar en 1550 hasta con 400 telares, siendo una de las principales ocupaciones de los vecinos y vecinas por aquellas fechas. Sería en el año 1598 cuando llegaron a La Puebla de Montalbán unas mantas traídas de alguna localidad de Levante, las cuales desgraciadamente también fueron la consecuencia de expandir en la comarca la tan temida peste bubónica, la cual causó en tres meses y medio nada más y nada menos que 2.200 víctimas. Fueron tremendas las consecuencias económicas y sociales ante aquella epidemia; campos abandonados, la industria sin atender y la solvencia monetaria de sus habitantes se tornó en penurias y hambre para la mayoría. Desde el punto de vista sanitario, el doctor Echevarría informa que muchos fueron los cadáveres insepultos, produciéndose como es lógico, determinados focos epidémicos como ocurrió en la iglesia de San Miguel, que servía de cementerio y donde se infectó tanto el aire que fue preciso clausurarla, para dejar únicamente abierta al culto la iglesia de la Paz. Una de las medidas higiénicas que se tomaron fue la de matar a todos los perros y gatos, enterrándolos en el campo; se prohibieron almonedas, se quemaban todas las ropas de los apestados y comenzaron a enterrar a los cuerpos junto a lo que era ermita de San Sebastián, luego conocida como de Nuestra Señora de la Soledad.
Continúa el trabajo del doctor Echevarría describiendo como era La Puebla de Montalbán en aquel año 1887. Constaba de 70 calles, incluyendo callejones, plazas y plazuelas las cuales eran iluminadas a través de alumbrado de petróleo, las noches en que la luna no las iluminaba. Como curiosidad las calles con más número de casas eran la calle Villa (56 casas), calle Alamillo (41), calle Alfares (39) y calle Salud (36). De ellas la calle Villa era en la que más personas vivía, siendo la población de La Puebla en aquellos momentos de 5.872 habitantes. Un detalle interesante es que los vecinos cuando encalaban sus fachadas tapaban habitualmente los números de las casas e incluso el cartel con el nombre de las calles. Sobre la tipología de las casas el autor se queja del pequeño tamaño de las mismas, así como de la falta de ventilación, elemento indispensable para respirar en un ambiente sano. Por lo que respecta al ayuntamiento, el edificio se consideraba pequeño para la importancia de La Puebla; el personal dependiente del municipio eran el secretario, dos oficiales, dos alguaciles uniformados (uno de ellos era además conserje y residía en el propio edificio municipal y tenía a su cargo la cárcel de la villa), cinco serenos, dos barrenderos, un guarda de paseos y ocho guardas rurales. Junto al ayuntamiento se encuentra la iglesia parroquial dedicada a Nuestra Señora de la Paz, la que además era patrona de la villa. El edificio conocido como hospital de la Caridad se encontraba en el centro de la localidad, dotado de una capilla en la que se veneraba el Santísimo Cristo de la Caridad patrón del pueblo y en su interior se ubicaba el hospital de la villa, aunque por medidas higiénicas había sido trasladado en 1884 a la ermita de Nuestra Señora de la Soledad extramuros de la población. El cementerio de la población situado al este, se ubicaba alrededor de la parroquia de San Miguel, databa de 1598 y era muy necesario trasladarlo fuera de la población para evitar males mayores y la propagación de enfermedades y epidemias. Otro tipo de servicios con los que contaba la localidad eran un estanco, una agencia del Banco de España, puesto de la guardia civil, un pequeño teatro, un café casino y diversas tabernas. Los monumentos principales eran además de las iglesias y los dos conventos, el puente sobre el río Tajo (del año 1500) y el famoso castillo de Montalbán, ya en aquella época en estado ruinoso. Las fiestas de la villa eran las de los patronos (Nuestra Señora de la Paz el 24 de enero y el Santísimo Cristo de la Caridad el 16 de julio) y por otro lado la feria anual que tenía lugar del 16 al 19 de septiembre, siendo famosa por la feria anual de ganado que se ubicaba cerca del paseo de la Soledad.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.