«Toledo no entendió las aspiraciones imperiales de Alfonso»

J. Monroy
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Adolfo de Mingo, historiador y periodista, ha publicado la biografía Alfonso X el Sabio: el primer gran rey (La Esfera de los Libros), en la que analiza cómo se ha configurado el imaginario colectivo en torno a Alfonso X durante los últimos siglps

«Toledo no entendió las aspiraciones imperiales de Alfonso» - Foto: David Pérez

Adolfo de Mingo, historiador y periodista, acaba de publicar la biografía Alfonso X el Sabio: el primer gran rey (La Esfera de los Libros), en la que analiza cómo se ha configurado el imaginario colectivo en torno a Alfonso X el Sabio durante los últimos siglos, y entra en terrenos que no suelen ser manejados por los historiadores medievalistas, como la presencia del Rey Sabio en el panorama audiovisual o la narrativa histórica. El libro está dedicado a Manuel Santolaya y a Palma Martínez-Burgos; al primero, porque como arquitecto restaurador que fue de San Clemente habría podido aportar mucho durante este Centenario, y «por ser gran amigo, y suponer una pérdida para Toledo que resulta difícil de sustituir».

¿Qué relación refleja en su libro de Toledo con Alfonso X?

Lo que planteo es que Toledo, a lo largo del último siglo, ha estrechado unos lazos con este rey que no siempre fueron firmes en época de su reinado. En primer lugar, Alfonso X nació en Toledo de forma circunstancial (mientras su padre, Fernando III, se dirigía hacia Molina de Aragón) y abandonó la ciudad (para no regresar hasta bastantes años más tarde) con apenas cuatro meses, cuando fue trasladado a Burgos para recibir el juramento de las cortes de 1222 como heredero.

En este sentido, es un error considerar que en Toledo existía una capital estable. Era una de las ciudades más importantes de Castilla en el siglo XIII, corazón espiritual del reino (lo mismo que Burgos era el corazón económico y en buena medida político), pero sería un error pensar en una corte asentada, ya que esta lo que hacía era congregarse alrededor del rey, y el rey en aquellos años estaba en constante movimiento.

Durante la primera mitad del reinado las relaciones fueron mejores. Las fuentes nos hablan de una estrecha relación del rey con el monasterio de San Clemente (que ya existía entonces). Alfonso X nació un 23 de noviembre, día dedicado a este santo, algo que benefició a San Clemente con diversas donaciones de la corona. Un momento de especial relevancia durante esos años fue a finales de la década de los cincuenta del S. XIII. Alfonso X impulsó por entonces la reconstrucción del puente de Alcántara tras una enorme crecida del río Tajo. Una bonita inscripción en letras góticas ha dejado testimonio de aquellos hechos en el propio puente.

También hay que tener en cuenta que parientes muy cercanos de este rey fueron arzobispos de Toledo. Lo fue primero su hermano don Sancho de Castilla (1251-1261). Y posteriormente su cuñado, que también se llamaba así, don Sancho de Aragón (1266-1275). Este último, por cierto, moriría decapitado durante una escaramuza militar contra los musulmanes en 1275.

Intuyo entonces que la relación no fue tan espléndida como parecería.

Toledo, lo mismo que la mayor parte de villas y ciudades importantes del reino, no entendió las aspiraciones de Alfonso X a convertirse en candidato al trono del Sacro Imperio Romano Germánico. En el siglo XIII, lo que hoy llamaríamos el 'equilibrio de poderes' a nivel europeo se repartía entre el papa y el emperador, cuyo trono no era hereditario, sino que era decidido por una serie de electores pertenecientes a la nobleza y a la Iglesia alemanas. Alfonso X tenía posibilidades de ser elegido (ya que descendía de la familia Staufen por parte de madre) pero, tras veinte años de intentos infructuosos, no acabó siendo emperador. En el proceso se gastaron grandes sumas de dinero e incluso podría decirse que buena parte de la producción histórica y jurídica del Scriptorium alfonsí tiene que entenderse en este contexto: el propósito del rey de ser considerado en el resto del continente y apoyado por el papa.

Toledo, lo mismo que otros territorios, cumplió económicamente a regañadientes.

¿Fue solo una cuestión de dinero?

Al final del reinado, después de la muerte en Villa Real (Ciudad Real) del heredero al trono, el infante don Fernando de la Cerda, en 1275, se produjo el levantamiento de otro de sus hijos, don Sancho, el futuro rey Sancho IV. Muy pocas ciudades dieron su apoyo a Alfonso X durante este proceso, apenas Murcia, Badajoz y Sevilla (que históricamente siempre ha sido la gran ciudad alfonsí) se mantuvieron fieles. No Toledo.

En este contexto, Toledo no solamente no apoyó a Alfonso X en sus años finales, sino que manifestó su apoyo por el contrincante, don Sancho. De hecho, este hijo y enemigo de Alfonso X durante los últimos años de su vida acabaría siendo coronado en la catedral de Toledo. Y en esta misma catedral sería enterrado a su muerte, en 1295. Por el contrario, los restos mortales de Alfonso X están repartidos entre Sevilla (donde murió, bastante solo, en 1284) y Murcia, pero no en Toledo.

¿Podemos decir que con Alfonso X y la Escuela de Traductores Toledo vivió unos años de florecimiento cultural?

Convendría no mitificar la Escuela de Traductores. Este concepto, en primer lugar, es bastante reciente, y fue acuñado por un historiador francés, Amable Jourdain, a comienzos del siglo XIX. No es un concepto propiamente medieval, ni así aparece mencionada en ninguna fuente contemporánea del Rey Sabio.

La Escuela no fue creada por Alfonso X porque un siglo atrás, cuando él ni siquiera había nacido, ya había presencia en Toledo de traductores procedentes de distintos lugares de Europa, el más importante, probablemente, Gerardo de Cremona, cuyo centenario se produjo en 2014 sin que Toledo hiciese nada para recordarle, más que nada porque ese año coincidió con el del IV Centenario del Greco. La Escuela de Traductores no era una infraestructura como tal (a la manera de lo que vemos en El nombre de la rosa), no era un edificio, ni siquiera una actividad concreta impulsada por el rey (no ha llegado ninguna documentación administrativa al respecto), en contra de lo que aparece recogido en la serie Toledo, cruce de destinos.

Que la corte de Alfonso X contaba con un equipo numeroso que trabajó en su amplia producción jurídica, histórica, científica, literaria, etc., es innegable. Pero no tiene sentido, insistiendo en la idea de que la corte no permanecía fija, considerar que toda esa producción fue realizada en un mismo sitio. Ni mucho menos, en Toledo. Tenemos constancia de que obras como el Libro de los Juegos (el último trabajo del Scriptorium alfonsí) fue elaborado en Sevilla. Y es de suponer que tanto allí como en Murcia hubiese también este tipo de actividad intelectual.

Sí que tenemos constancia de que en Toledo se realizaron importantes trabajos en materia de astronomía. Aquí fue donde se elaboraron las 'Tablas alfonsíes', es decir, estudios sobre la posición que ocupaban los astros en la bóveda celeste, por parte de los colaboradores judíos, judíos toledanos, del rey. Estudios de una enorme importancia a nivel europeo, que se mantuvieron vigentes hasta el siglo XVI, y que, estos sí, son específicamente toledanos, porque quienes los realizaron en el siglo XIII tomaron como referencia el trabajo anterior de otro toledano, Azarquiel.

¿Y cómo ha evolucionado la ciudad para que ahora sí se interese tanto por el Rey Sabio?

A lo largo de la historia de Toledo no se ha desarrollado un interés específico por la figura de Alfonso X hasta fechas bastante recientes. En Sevilla, por ejemplo, ha habido toda una iconografía alrededor de la figura de Fernando III, padre de Alfonso, representado artísticamente en numerosos testimonios durante los siglos XVII, XVIII... Pero en Toledo no se ha producido nada similar. De hecho, hubo que esperar a los años setenta del siglo XX para dedicarle un conjunto escultórico, el de Francisco Toledo, instalado primero en el Miradero y después en el parque de las Tres Culturas.

Hay que esperar al anterior Centenario de su nacimiento, en 1921, para encontrar un verdadero apoyo de la ciudad hacia Alfonso X. Ese homenaje estuvo impulsado por la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas (que se había creado apenas cinco años atrás, en 1916), que incluso llegó a proponer a Madrid que se declarase el 23 de noviembre (fecha exacta del nacimiento del rey) fiesta nacional. Esto finalmente no se produjo, y se celebró a nivel local en Toledo y en otros enclaves, como Ciudad Real. Es entonces cuando se instaló la placa de la Academia en el Miradero, sobre el muro de Santa Fe, que ahora ha sido restaurada y que se presentará el próximo 23 de noviembre.

En 1984, cuando llegó el siguiente centenario, el VII de su muerte, Toledo tuvo mayor importancia, puesto que aquí se celebró una gran exposición a nivel nacional, organizada por el Ministerio de Cultura, e instalada, como sucederá en 2022, en el Museo de Santa Cruz.

¿Cómo se le ha reconocido en otras ciudades?

En todo este tiempo la voz cantante sobre Alfonso X la ha llevado Sevilla. Sevillanos han sido sus grandes estudiosos, como Guerrero Lovillo, Manuel González Jiménez o Rafael Cómez Ramos. Sevilla tiene presente el recuerdo de Alfonso X en su bandera, el famoso «NO8DO», que se interpretaría como «No-Madeja-D», o sea, «No me ha dejado», cuando Toledo sí dejó a Alfonso X. Allí existe un 'Cabildo Alfonso X' que organiza muchísimas actividades y la Universidad de Sevilla tiene una Cátedra específicamente dedicada a Alfonso X y los estudios alfonsíes.

Todo eso no quita que los toledanos puedan estar orgullosos de esta figura histórica, lo mismo que de otros monarcas nacidos en la ciudad, como el emir cordobés Abderramán II, de cuya llegada al trono (en 822) se cumplirá en 2022 el XII Centenario.

Nos quedamos de momento en este Centenario de Alfonso X. ¿Qué actos destacaría?

Yo me quedo con la muestra que será inaugurada en marzo de 2022 en el museo de Santa Cruz. Lo mismo que sucedió en 1984, Toledo y este museo van a llevar la voz cantante a nivel nacional. En esta exposición van a mostrarse algunas piezas novedosas junto a otras que ya son bastante conocidas, como la casulla del infante don Sancho de Aragón, una de las joyas textiles del siglo XIII, propiedad de la Catedral, que la expone en el Museo de Tapices. Junto con los documentos, monedas, piezas arqueológicas, etc., de época medieval, yo destacaría también el interés por mostrar la manera en la que Alfonso X ha sido representado posteriormente, como en la pintura de historia del siglo XIX, dos piezas de gran interés simbólico que se van a exponer son dos enormes cuadros de Dióscoro Puebla y Matías Moreno cedidos por el Museo del Prado y procedentes del Museo de BBAA de Tenerife y del Senado.