José Luis Arroyo

Rayadas Millennials

José Luis Arroyo


Mejor tal como son

03/05/2022

Vivimos en unos tiempos donde todo parece virtual; contemplamos el mundo desde una red social y limitamos las grandes ideas a 140 caracteres. Posiblemente, ésta sea una realidad que requiera de una nueva capacidad adaptativa para iniciar una amistad, una relación de pareja o, incluso, un encuentro furtivo.
No obstante, muchos de nosotros nacimos en otro siglo, empezamos a relacionarnos en una sociedad en la que no existía Whatsapp, ni internet y para compartir algún abrazo, rara vez confiábamos en la bondad de los desconocidos –rememorando aquella célebre frase de una añeja película de Almodóvar–, lo que contrasta con las nuevas realidades de la comunicación, tan cambiantes en el que se inician las nuevas generaciones.
No escribo esta columna con el ánimo de apelar a que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero tampoco para mirar con compasión a aquellos jóvenes que, posiblemente, ya no sepan reconocer un potencial amante enfrentando las miradas, ya que la nostalgia es un prisma que siempre distorsiona lo que fue seguramente una 'dramática y sufrida' adolescencia, que como casi todas, se supera mágicamente desde la impaciencia, viendo caer las hojas del calendario, hasta llegar a la 'liberadora' vida adulta. La razón de escribirla, es para demostrar que, seguramente, a los más jóvenes de esta Región al igual que a mí, les cueste entender cómo nuestra televisión pública se utiliza para ennoviar cada tarde a nuestros mayores, no porque carezcan de internet, sino porque a los creadores de este contenedor televisivo se les ha ocurrido que ésta es la única alternativa para sanar sus almas.
No aspiro, a esta alturas, a hacerme crítico de televisión, por lo que evitaré valorar en lo que se han convertido las siestas castellano-manchegas con la 'charlotada' de Ramón García. No obstante, sí me veo concernido para cuestionar cómo se intenta caricaturizar a nuestros mayores; perpetuando sistemáticamente los roles de género, permitiendo que se demanden, cada tarde, mujeres que limpien o cocinen bien, a la misma vez que se invisibiliza la diversidad en las relaciones de una generación que ha sido duramente reprimida y castigada, mientras se promociona el falso mito de que el antídoto a la soledad se encuentra, únicamente, en el amor romántico medieval y no en otras formas de interacción, como las amistades sanas con las que compartir viajes, momentos de ocio o aficiones…
En definitiva, sería deseable que la Señora Amores recapacite y entienda que sería una gran contraprestación, para los ciudadanos que la sustentan, tener una televisión pública que les muestre tal como son y no mediante la mofa zafia con la que se estereotipa, cada tarde, a los que han levantado esta sociedad, trabajando y pasando penurias desde niños.