Editorial

La lucha contra la inflación empieza a tener consecuencias arriesgadas

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La estabilización de los precios es el objetivo económico prioritario para las economías occidentales, que son presa de una hiperinflación que ha devuelto el indicador a cotas inéditas desde hace décadas. Como sucediera en la crisis de 2008, no ha sido un único factor el que ha detonado el rally de precios, algo que, de darse, facilitaría la intervención de los organismos de supervisión para estabilizarlos. La crisis sanitaria, en concurso con la de materias primas y componentes, dio paso a la guerra en Europa y la consecuente tensión energética. Son todos factores que por sí mismos pueden descabalgar las previsiones económicas; sumados son una tormenta de mal pronóstico.

Hay dos frentes en los que el intento de contener la inflación ya se está haciendo notar con efectos nocivos. El primero afecta a las economías domésticas, que, además de sufrir el alza de la cesta de la compra, huye despavorida de los surtidores de combustible ante unos precios inasumibles, por más bonificaciones estériles -como se ha demostrado- que invente el Gobierno. Está relacionado con el euribor, que determina el coste financiero de en torno a cuatro millones de hipotecas sujetas a variabilidad. Los anuncios de la Reserva Federal norteamericana y del Banco Central Europeo de un incremento de los tipos de interés para regular el consumo y la inflación subsidiaria tienen reflejo directo en el alza del euribor. Esos vasos comunicantes impactan contra las economías familiares endeudadas. O lo que es igual, las que menos margen de maniobra tienen. La causalidad fue distinta, pero tenemos recientemente acreditado qué sucede cuando el mercado hipotecario se desestabiliza, así que las alertas están activadas.

También tiene condición de déjà vu la segunda derivada de estos movimientos macroeconómicos. La prima de riesgo ha comenzado a moverse y se empieza a cebar con los países del Sur de Europa, particularmente con Italia y España, lo que llevó ayer al Banco Central Europeo a convocar una reunión urgente para analizar la potencial 'fragmentación' del mercado de deuda soberana, que de acentuarse provocaría un serio problema para toda la Unión. La causa es la misma: los bancos centrales elevan tipos y los mercados actúan.

Sucede esto cuando España acaba de marcar el máximo histórico en su nivel de endeudamiento, por lo que cualquier alza de la prima de riesgo constituye una cornada financiera tremenda para el país. Mientras, el Gobierno se baña en el charco del Sahara y sulfura a nuestro principal proveedor de gas -por el que ahora se pelean nuestros 'socios' de la UE- y prepara un último empujón dogmático a la acción de Gobierno. Todos tranquilos, vaya.