¡Bienvenido, siglo de las luces!

Beatriz Jiménez Bermejo
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En el año 1700 se acuñó esta medalla, tanto para celebrar el Año Jubilar como el cambio de siglo, con un guiño a la situación política de las potencias europeas en ese momento

¡Bienvenido, siglo de las luces! - Foto: E.MonteroHernan

La mente humana tiene la necesidad de crear ciclos. Piensen en cómo celebramos un año más de vida en nuestro cumpleaños, los propósitos cada año nuevo, aniversarios, bodas de plata y oro, conmemoraciones… Los cambios de década, pero sobre todo los cambios de siglo y milenio, siempre han estado asociados, además, a cierto ‘misticismo’, reflejado en la esperanza o temor a grandes cambios o la llegada de situaciones apocalípticas.  En esta línea, nuestra medalla fue acuñada por el papa Inocencio XII en el año 1700 para celebrar el inicio del Año Jubilar, cuya ceremonia se representa en el anverso, dedicando el reverso a una escena mitológica con símbolos que señalan la esperanza en el nuevo siglo. Inocencio XII decreta el Año Jubilar, pero fallece antes de su conclusión, por lo que por primera y única vez en la Historia, es otro Papa, Clemente XI, quien lo clausura. La medalla se encargó a René Arondeaux, grabador flamenco de origen francés, caracterizado por su elegancia y belleza.

El Año Jubilar se celebra cada 33 años. En el anverso se representa la ceremonia de apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro, símbolo del camino de la penitencia a la gracia. Se ve al Pontífice con tiara y capa pluvial, con el martillo de plata en su mano derecha, con el que debía golpear el muro cerrado ‘a cal y canto’ tres veces diciendo: «abridme las puertas de la Justicia; entrando por ellas confesaré al Señor». En su mano izquierda sujeta las dos llaves de San Pedro. Al fondo, una multitud se acerca a la Basílica (por ser cambio de siglo fueron muchos los peregrinos que acudieron a dicha ceremonia)  A la derecha de la Puerta, un cuerno de la abundancia con tres pergaminos en los que se lee BULL[ae] INDULG[entaie] ABSOL[utionis] o bula de indulgencia y absolución. Pero es en el reverso donde encontramos el mayor simbolismo. La figura principal es un Jano bifronte con una cara de anciano y otra de joven (símbolo del inicio y el fin), sentado sobre un bloque de piedra. Un nuevo cuerno de la abundancia se encuentra a sus pies. En su mano derecha sostiene un uróboro (serpiente que se muerde la cola, de nuevo principio y fin) con una ‘C’ en su interior. En el pedestal, una matrona sostiene una vela encendida, descansando la otra mano sobre un Evangelio abierto en el que están el Alfa y la Omega (el principio y el fin) En unas columnas tras la figura principal, los escudos de Brandemburgo, Países Bajos e Inglaterra (de religión protestante), con un sombrero de la libertad. En la parte superior, un sol radiante con rostro situado entre Géminis y Tauro, y al fondo, un sacrificio realizado ante un templo.

¡Bienvenido, siglo de las luces!
¡Bienvenido, siglo de las luces! - Foto: E.MonteroHernan
Inocencio XII, preocupado por la situación política de Europa, intentó unir a las naciones católicas, llegando incluso a aconsejar a nuestro monarca, Carlos II, que dejase a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, como heredero al trono. Tanto el rey como el Pontífice fallecieron en 1700, siendo esta última decisión una de las causas de la Guerra de Sucesión española.