Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Leo

04/03/2022

Leo Crónicas nómadas, de Dolores Soler-Espiauba («Je n'ai pas écrit de poème sur notre rencontre. Notre rencontré était un poème. Il faut rêver la réalité ou "realiser les rêves». Ne crois-tu pas? M.B.) Leo Anhelo de raíces, May Sarton. Leo La avenida, el más allá romano de Francesco Pecoraro, periferias del siglo XXI, la periferia definitiva de todas las periferias. Observo al Tajo saliendo de Buenavista rumbo oeste como un deseo. Cinta de recuerdos y brillos. Abro de vez en cuando Twitter, y leo sobre Ucrania. Una vez creí que el mundo sería diferente. Ahora sé que el mundo será siempre lo mismo. Busco a la primera golondrina. Despido al último milano real. Observo las nubes de marzo. La luz ya no es tan perfecta como en el invierno más profundo. Perfecta significa fría, limpia, despojada de todo menos de su verdad. Busco la línea roja que rompe en el ocaso. Veo amanecer con un café desde mi terraza. Luego me marcho. Paro donde sea, todo un día después, para observar el último rayo de sol. Sobre el brillo de los almendros, sobre las torretas de alta tensión, sobre el ladrillo rojo de los bloques de viviendas, sobre los amentos de los álamos. Sobre mi mano.
Leo El río sin orillas, de Juan José Saer. Leo de madrugada, cuando los mirlos comienzan a cantar, muy, muy temprano. Y su canto se cuela, noche tras noche, por la ventana abierta, con el aire frío y seco. Los inspiro con fuerza. Retomo Horizonte, de Barry Lopez, y me acuerdo de aquel libro sobre el paisaje norteamericano que compré en la Harvard Book Store de Cambridge, Home Ground, Language for an Amenrican Landscape, también de Barry Lopez. Releo a Unamuno, Por tierras de Portugal y España. Pronto volveré a salir a los caminos. Me compro mapas de papel y me dicen que eso ya no se lleva. Que no te da rutas alternativas. No las necesito. Siempre he sabido cuál es el camino. Y ante la duda, elijo el menos pateado, el más cerrado. El prohibido.
Leo y compro libros de Ida Vitale («LEER y releer una frase, una palabra, un rostro, sobre todo los rostros, y repasar, pesar bien lo que callan.) Escribo con tinta verde y levanto maquetas con papel arrugado y cubos de pirita casi perfectos. Casi perfectos. Creo con las manos, recorro con las manos. El contraste límite de las pieles. Y luego dibujo. Y escribo. Y espero que vuelva la madrugada para leer y leer. Pronto, entre el aire tibio de la noche de abril, llegarán los ruiseñores. Ya pronto.