Apuntes históricos sobre La Guardia (I)

José García Cano*
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La Guardia, conocida como el balcón de La Mancha, tuvo un asentamiento en época del Neolítico, en la actual zona del Cerro de la Atalaya. La localidad protagoniza algunos interesantes episodios durante la romanización e incluso en época visigoda.

Dos hombres talando chopos en La Guardia en 1967. - Foto: Archivo Pando, IPCE, Ministerio Cultura y Deporte

La bella localidad de La Guardia se encuentra al nordeste de nuestra provincia y la ubicamos en la comarca de la Mesa de Ocaña, sirviendo de frontera hacia la Mancha y de ahí que se la denomine como el Balcón de la Mancha. La extensión actual de su término es de 195 Km2 y se encuentra a 54 km de Toledo capital. Por sus tierras cruza el arroyo Cedrón que pertenece a la cuenca hidrográfica del Tajo, desembocando en este rio y los principales productos que produce su tierra son el cereal, los viñedos y los olivares. Sobre la historia de La Guardia destacaremos que ya en época del neolítico tenemos constancia de un asentamiento, en lo que hoy se conoce como Cerro de la Atalaya. Gracias a su estupenda ubicación, La Guardia protagoniza algunos interesantes episodios durante la romanización e incluso en época visigoda, convirtiéndose ya después de la dominación musulmana en uno de los varios pueblos toledanos que pertenecieron a la Orden de San Juan de Jerusalén, también llamada de Rodas y de Malta. Se tiene documentada la participación de algunos vecinos de la localidad en la célebre batalla de las Navas de Tolosa, gracias a lo cual consiguieron el título de Muy Leal, que fue concedido por Alfonso VIII el Noble, convirtiéndose en villa de realengo. En época del rey Fernando III el Santo fue donada La Guardia a la diócesis toledana, aunque posteriormente bajo el reinado de Felipe II se vendió a los señores Guardiolas y Bazanes, los cuales ostentarían el título de condes de Campo-Rey. La condesa que ostentaba este título en el siglo XVIII cobraba hasta 4.000 maravedís por derecho de vasallaje. En el siglo XVIII se seguían explotando las canteras de yeso negro muy fácil de labrar y había también una fábrica de salitre que dependía de la Real Fábrica de Tembleque y en la que trabajaban 20 vecinos. También había censados cinco molinos harineros (dos de viento y tres de agua). Las mujeres de La Guardia de mediados del XVIII tejían paños e hilaban estambres en la rueca que iban destinados a las Reales Fábricas de Guadalajara. En esa misma época había dos hospitales, uno con la advocación de Nuestra Señora de la Pera, donde se daba de comer a transeúntes y el otro conocido como el de la Santa Cruz. El origen del nombre de Nuestra Señora de la Pera procede de una imagen de Santa María que tenía una pera en la mano y que estuvo en la iglesia de la villa de Pera, siendo una talla del siglo XIII o XIV. 

Si tenemos que destacar algún espacio digno de visitar en La Guardia y que representa una seña de identidad del municipio esas serían sus cuevas habitables, que proceden de época musulmana, cuando se extraía el yeso del monte para luego aprovechar esas oquedades como casas-cueva. Se encuentran en la falda del cerro que rodea La Guardia, las cuales forman dos pisos diferentes, creándose desde antiguo una serie de barrios que se conocían como el barrio del Castillo, la Cuesta Perejón, el barrio de la Picota, el del Paseo del Norte, etc. 

Su iglesia parroquial también merece la pena visitarla y construida entre 1620 y 1640, aunque a mediados del siglo XVIII se reformó y amplió. Posee una planta de cruz latina con ocho capillas laterales. Su altar mayor datado en el siglo XVIII en estilo neoclásico es de estilo neoclásico y destacamos la capilla de la Concepción de Nuestra Señora de Guadalupe de México, que fue trazada por el conocido Juan Bautista Monegro y pintada por Angelo Nardi, pintor de cámara de Felipe IV. 

Quizá uno de los más interesantes episodios históricos ocurridos en La Guardia sucede en 1491, cuando sucede el famosísimo caso de la crucifixión del niño Juan, o Niño de La Guardia o San Cristobalito, el cual fue realizado por unos judíos dirigidos por Juce Franco, vecino de La Guardia y natural de Toledo. El Niño fue posteriormente convertido en patrón de la localidad. Este niño fue azotado en una cueva que se encuentra dentro de una de las nueve ermitas que tenía la localidad, conocida como de Jesús y donde vivía entonces el tal Juce Franco. Este niño bautizado en la toledana iglesia de San Andrés, muy cerca de la Catedral Primada, era hijo de Juana la Guindera y protagonizó una interesantísima historia que posee diferentes componentes: datos históricos, asesinato ritual, hechicería, antisemitismo, religiosidad y fervor popular. Este caso del Niño de La Guardia es tan digno de conocer y de analizar, que dejamos reservado el artículo de la próxima semana para estudiarlo y conocerlo en profundidad.

José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.