Tradicionalmente, cuando un libro salía de las antiguas imprentas modificar un error de impresión suponía un gran esfuerzo, por lo que se adjuntaba, bien al final o al principio del libro una fe de erratas que era la lista de errores o equivocaciones detectadas en el texto impreso, indicando los errores cometidos, identificando la página y señalando la corrección que debía hacerse.
Esto se ha mantenido hasta hace relativamente poco tiempo en que, gracias a los actuales programas informáticos, pocas erratas pueden pasar desapercibidas en un texto impreso. No obstante, llevamos una temporada que el Gobierno de España se está luciendo en lo que a erratas se refiere.
Si hace unas semanas el propio BOE tuvo que publicar una corrección antológica indicando que, ‘en los datos del adjudicatario’ en la columna ‘nombre’ donde dice ‘Digo’ debe decir ‘Diego’, ahora no hay semana en la que el Gobierno no tenga que salir al paso, con algún desmentido de alguna información, sobre propuestas que aparecen en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia presentado por el Gobierno en Bruselas, indicando que se ha producido una ‘errata’. Bien en la propuesta de eliminación de la posibilidad de hacer la declaración conjunta de IRPF, bien en la propuesta de modificación de alguna norma que el Plan contiene.
El caso es que, al secretismo que rodea al documento que el Gobierno ha presentado en Bruselas, que a pesar de tantas presentaciones públicas, poca gente conoce en su totalidad, se une la cadena de ‘erratas’ que, según parece, el documento tiene. Así que no tenemos ni idea de por donde van los tiros. Como Moncloa nos tiene acostumbrados, en los últimos tiempos, a derivar la responsabilidad de los errores cometidos en la acción de Gobierno en los demás, ahora ha encontrado un chollo. La culpa es del que ha deslizado una errata en el texto, sea este cual sea. Como además es un culpable casi imposible de identificar, se ha conseguido la cuadratura del círculo. La culpa la tiene la errata.