El Etnográfico recupera paisajes desaparecidos

Leticia G. Colao
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El historiador César Pacheco hablará hoy en el Etnográfico sobre los espacios urbanos de sociabilidad desde finales del siglo XIX y el siglo XX, que cambiaban siguiendo las modas.

Talaveranos en la fuente de La Corredera, en los años 20 del pasado siglo. - Foto: Colección Privada

La Banca, el lavadero de Los Caños, La Tropical o el mismo río Tajo como enclaves de ocio y sociabilidad han marcado desde finales del siglo XIX y todo el siglo XX la evolución urbanística de una ciudad que tiene grandes recuerdos en estos paisajes desaparecidos. Estos y algunos más serán los protagonistas de la conferencia que esta tarde ofrecerá el historiador César Pacheco, a las 20 horas en el Museo Etnográfico de Talavera.

Bajo el título 'Paisajes desaparecidos del urbanismo histórico de Talavera: espacios de sociabilidad', Pacheco se adentrará en el imaginario colectivo para devolver a la vida «lugares que han tenido una significación especial, fundamentalmente entre finales del siglo XIX y el XX».

Este tipo de enclaves son fundamentales en cada ciudad, los hay en todas ellas, y reúnen por diferentes motivos espacios que se utilizan para el encuentro de forma frecuente.

En Talavera, el río Tajo es uno de ellos. Clave en la historia de Talavera, también lo ha sido como lugar de recreo y ocio para sus vecinos. La playa de Los Arenales, que se ha intentado recuperar no con mucho acierto, fue sobre los años 60 el destino de muchos madrileños, que tenían un buen lugar de baño a pocos kilómetros de la gran ciudad. Llegaban en el «famoso tren del botijo, salían de la capital, se venían a bañar  y aprovechaban para comprarse un botijo en las tiendas de alfarería, y luego volvían todos en el tren con el botijo, de ahí el nombre», explica Pacheco.

Fue en la década de los 60, cuando Talavera comenzó a promocionarse turísticamente. Antes, ya se reunían los talaveranos en las márgenes del río. El Paredón o Los Sifones eran grandes sitios de encuentros, especialmente en verano, además de lugar de pesca y barqueros, y en los años 30 lugar de ocio deportivo alrededor del «famoso club de Piragüismo Canoe».

El Prado, el Paseo de los Arqueros o la misma calle San Francisco y el eje comercial que la rodea fueron claves igualmente en diferentes décadas del siglo pasado.

Los Jardines del Prado son el «sitio paradigmático» del ocio a nivel de paseo, distensión y celebración de eventos lúdicos o religiosos, «clave en la historia de Talavera», dice el historiador.

Junto a ellos, espacios como la plaza del Reloj y adyacentes, Carnicerías, Corredera del Cristo o el eje que transcurre entre San Francisco, Prado y Arqueros finalizando en el Prado, son fundamentales en el ámbito del encuentro social en épocas pasadas. En el invierno de mediados de siglo, e incluso antes de la guerra, añade, «era muy habitual pasear calle San Francisco arriba y san Francisco abajo».

Paisajes esenciales del siglo XX en Talavera, muchos de ellos ya perdidos, fueron las fuentes y los lavaderos. Antes de la distribución del agua potable en las casas, era habitual que las mujeres, muchas de ellas trabajadoras del servicio, se desplazaran con el cántaro a recoger el agua de las diferentes fuentes de la ciudad. Una importantísima, indica, era la de la Corredera, junto a la torre albarrana, o el Lavadero de Los Caños, en la salida de la carretera de Cervera, desaparecida hace más de 20 o 30 años.

Estos lugares de trabajo, pero también de encuentro social, «eran las redes sociales de la época», indica el historiador.

Ocio. El ocio y su movilidad por diferentes puntos también han marcado en parte la historia de la ciudad durante el siglo XX, tanto que algunos enclaves han adoptado sus nombres pese a haber desaparecido. Es el caso del famoso bar cafetería La Tropical, cuyo nombre ha quedado en el imaginario colectivo llamándose así al encuentro entre las calles San Francisco, Trinidad y Prado. La fama de este enclave, por el local hostelero, se 'movió' tiempo después a la avenida de Extremadura, frente a los Jardines del Prado, al Bar La Costa, un «sitio de alto postín» entre los años 70 y 80.

Antes, en la famosa década de los 60, era La Banca el lugar de ocio con más prestigio de la ciudad. En la ampliación de los Jardines se constituyó un recinto de bailes y conciertos donde se daban cita los jóvenes de la época, reuniendo algunas de las mejores actuaciones musicales de la ciudad, entre ellos Los Ébora o Los Aracaris. «Era  un sitio de mucho prestigio, célebre», indica Pacheco. Durante mucho tiempo esta zona siguió llamándose así, La Banca, incluso con la construcción del escenario que acogió los conciertos de Ferias antes de que estos se trasladaran a La Alameda.

La Sala Estoril tomó el testigo como enclave principal de socialización. Aquí actuaron las grandes figuras de la canción nacional, recibiendo en el 68 a a un jovencísimo Raphael, en lo mejor de su carrera.

En los 80 estos espacios urbanos de ocio se vuelven a mover, y toma fama la Senda de los Elefantes, por la zona del Ensanche, que aún sigue en pie pero ahora más centrada en su faceta comercial.