Yepes llora a don Carlos

J. M. Loeches
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La localidad toledana vive dos días de luto como recuerdo al médico que marcó sus vidas. El alcalde y sus vecinos destacan su profesionalidad, cercanía y, sobre todo, su calidad como persona

Yepes llora a don Carlos

Nunca terminaba el turno a la hora que debía. Era algo habitual verle salir del centro de salud más allá de las 4 de la tarde, con su maletín y el cigarro a medio encender. «¿Mucho trabajo, don Carlos?». «Siempre hay cosas que hacer». A la lista habitual de pacientes de un día cualquiera, le podía sumar una hora y media más de otros asuntos. «Siempre hay cosas que terminar». Ya no podrá subirse a su Citröen nuevo, con apenas un año. Menos le quedaba para alcanzar la jubilación. Y ése era el aplauso que le hubiera gustado a Yepes darle a su médico. En vida. Pero este fin de semana el enemigo invisible cercenó la paz merecida de un buen profesional y una buena persona. Y eso que era fuerte, muy fuerte, y ya sabía lo que era tumbar el brazo a una neumonía.

Por eso, la localidad que le vio ejercer durante 33 años llora su pérdida. El Ayuntamiento ha decretado dos días de luto y todas las banderas ondean a media asta para recordarle. El alcalde, Tomás Arribas, reconoce que «ha curado y mejorado a una generación». Desde su punto de vista, esta muerte «ha aumentado el peso que ya teníamos de días anteriores, que han sido muy fuertes» y está convencido de que «siempre se le recordará porque es alguien que ha formado parte de nuestras vidas; ya es historia de Yepes».

Todo el mundo lo conocía. «¿Eres de don Carlos o de don Ignacio?». Pregunta frecuente porque, codo con codo, ambos compartieron durante mucho tiempo su atención por la salud de los yeperos. Por eso, cualquier testimonio emociona apenas 48 horas después de su adiós. Una de sus pacientes más fieles, Yoyi, asegura que «no te trataba como de médico a paciente sino que lo hacía con una amabilidad que incluso llegaba a la amistad». Médico y confidente para muchos. Sigue contando que «a través de sus manos he visto cómo mis hijos se han curado y cómo yo misma he experimentado la tranquilidad y el sosiego». No le importaba ni el día ni la hora, «te atendía con una profesionalidad intachable; cuántas veces me ha aconsejado sin yo decirle nada, y nunca se ponía por encima de los pacientes por tener conicimientos».

Paquita todavía no se cree que nunca más pueda ir a su consulta. Este lunes cogió el teléfono y llamó al centro de salud para dar el pésame a sus compañeros. «No tengo ninguna queja y me estoy acordando mucho de él porque siempre me ha tratado de maravilla; para mí ha sido un gran profesional», añade.

A Rubén le atendía «con mucha profesionalidad y cariño y, «si tenía que hacerle alguna consulta por teléfono, también me atendía». Lo mismo recuerda María José: «Siempre te recibía con una sonrisa y era muy educado; me da pena que se haya ido de esta manera». Un detalle que apunta es que «si iba sola, me preguntaba por mis padres». Algo que corrobora la familia Pascual-Muerte Gálvez: «Don Carlos significa médico de toda la vida, un gran apoyo en nuestras enfermedades, así que estaremos eternamente agradecidos por cada segundo dedicado a salvar nuestra vida».

Esa relación estrecha con las familias también la ratifica Samuel. «Mi padre, mi madre y mis hermanas fuimos pacientes suyos y siempre nos trató de manera muy cordial cuando tenías que acudir a él; es una gran pérdida porque siempre tenía una buena palabra». Según su opinión, «te lo ponía fácil, no solo cuando necesitábamos cualquier medicina sino cuando tenía que informar de la salud, algo tan importante en la sociedad actual».

Por lo demás, son unos cuarenta metros escasos los que separan el centro de salud de la residencia San Benito Abad. Su directora, Inmaculada Miranda, cuenta que mandan «un gracias al cielo porque fue un gran médico y nunca tuvimos ningún problema, sobre todo por parte de las enfermeras». Como agrega, «siempre estuvo al pie del cañón con nuestros residentes y ellos estaban muy contentos porque hacía un excelente trabajo en sus diagnósticos; todo el mundo dice lo mismo».