Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Estrés postraumático

24/03/2022

Sin apenas reparar en ello, nos vamos dando cuenta de que las verdades absolutas aristotélicas son verdaderamente inalcanzables. Abandonamos viejas certezas por sernos inútiles, nuevas respuestas dan solución a viejas preguntas, matizaciones y excepciones van dan cuerpo a los saberes y van quedando menos dogmas incuestionables.
No sé si eso nos hace más realistas, o quizás adeptos o aficionados al realismo crítico, o que por eso nos resulte pueril, además de vano, confiar en que Imagine de John Lennon infunda algo de la paz y armonía necesarias para que paren las guerras o en que hablar del maldito virus, en referencia al coronavirus Covid-19, pueda hacerle sentir tan despreciado que se vaya lejos, acompañado de la pandemia.
Luces para comprender donde estamos, que nos hacen menos propensos a las creencias infundadas y que nos dan recursos para resolver problemas de todo ámbito. Así, como el conocimiento avanza y la tierra no es estática, hemos convenido que, en lugar de los clásicos cinco continentes, haya siete. Aceptamos como base a la ciencia geológica y a la deriva de las placas tectónicas sobre la corteza exterior del globo terrestre, mejor que a la geografía política, que siempre desacuerda sobre divisiones y fronteras. África, América del Norte, América del Sur, Antártida, Asia y Oceanía, cada uno con su placa, pero, aunque sabemos que geológicamente es una península del continente asiático, dejamos como continente político a Europa.
También, hemos comprendido que Plutón debía dejar de ser el noveno planeta de nuestro Sistema Solar, cuando la Unión Astronómica Internacional (IAU), tras reunir suficientes observaciones sobre él, lo calificara, en 2006, como planeta enano por carecer de dominancia orbital, ya que comparte su órbita con otros cuerpos.
No cabe duda que, a medida que tenemos más datos, nuevas teorías, nuevos métodos y mejores instrumentos, somos más precisos al definir los conceptos y acertamos más veces con las soluciones. De esa manera, además de los familiares y consabidos: oído, vista, olfato, tacto y gusto, reconocemos otros sentidos con los que percibimos estímulos internos y externos por medio de receptores en órganos específicos. Entre ellos, la interocepción, sentido centrado en el nervio vago que transporta señales nerviosas por su red neuronal entre los órganos internos y el cerebro, donde se interpretan las señales y se envían órdenes para atender las necesidades del cuerpo.
Un sentido que tiene claves tanto para nuestro bienestar físico como emocional, que nos da pistas sobre la naturaleza de nuestra conciencia y que cuando su funcionamiento no es óptimo desencadena patologías. Precisamente una de esas patologías asociadas con su desorden, la deficiente conexión entre la mente y el cuerpo, es el trastorno del estrés postraumático (TEPT) sobre el que, dado los numerosos hechos traumáticos que nos rodean, se ha multiplicado el interés por su estudio epidemiológico. Algunos autores apuntan a una mayor vulnerabilidad de las mujeres y a que determinen su tasa de incidencia factores como la morfología del cerebro y la interpretación social del trauma.