José Luis Arroyo

Rayadas Millennials

José Luis Arroyo


No busco la equidistancia

29/03/2022

He de decir que, a veces, cuesta entender los parámetros con los que se producen ciertos debates que deberían ser serios. También, el modo con el que son reproducidos hasta la extenuación en las redes sociales e incluso cómo llegan a trasladarse a la calle, como pude observar la pasada semana en una acalorada disputa en un establecimiento de nuestra ciudad.
Vaya por delante que en la Sociedad de la Información deberían ser intelectualmente inadmisibles las opiniones que reducen el análisis de los problemas complejos en simple consignas. Una vez más ante los hechos más recientes y las protestas generadas por los mismos, se ha abusado de etiquetas. Ni todos los agricultores que se manifestaron son la extrema derecha, ni todos los manifestantes son agricultores, ni todos los camioneros del país secundan los paros, ni todos los que boicotean son camioneros, ni tampoco Pedro Sánchez pone precio al gas o la gasolina ni es causante de los problemas estructurales que pudiera tener cada sector.
Debería sonrojar, incluso a algunos tertulianos en los medios de comunicación, recurrir ante la falta de cualquier argumento constantemente a ETA a pesar de estar derrotada, a ver obsesivamente a sindicalistas en mariscadas para cuestionar por qué no forman parte de ninguna estrategia de desestabilización del gobierno e incluso a equiparar a Caritas con Podemos cuando hace una radiografía de la pobreza de la Comunidad de Madrid como también la realiza del resto de los pueblos y ciudades del país.
Si no son admisibles las consignas para el diagnóstico de los problemas, tampoco lo pueden ser para la búsqueda de las soluciones. Hablar de manera desaforada de rebajas fiscales y a la misma vez exigir ayudas como solución al aumento de los precios no se sostiene lo más mínimo desde el punto de vista económico, ni tampoco si se anhela que las diferentes comunidades autónomas sigan prestando los servicios propios del Estado de Bienestar reconocidos en nuestra Constitución. La experiencia también nos enseña que una gestión únicamente pública de la energía no es el bálsamo de Fierabrás cuando hay problemas de abastecimientos a nivel internacional.
He de decir que con esta columna no busco la equidistancia ante cualquier debate público. Todos tenemos opinión y además debemos darla. Con ella, simplemente quiero llamar la atención sobre un fenómeno de polarización que ya han vivido y viven otras sociedades y que corre el riesgo de insertarse en la española, porque la discrepancia no se utiliza para enriquecer la democracia sino para crear una atmósfera política sulfúrica e irrespirable.