Una década de seguridad y sostenibilidad

Jaime Galán
-

El servicio del pedibús cumple años en el colegio Divina Pastora. Su puesta en marcha agiliza la accesibilidad al centro del Casco Histórico y facilita la labor de los padres y madres

Los niños siempre van acompañados por un adulto desde que se bajan del coche.

Solo quién se mueve por el Casco Histórico y por los alrededores del colegio Divina Pastora conoce de verdad el impacto tan positivo que ha tenido, tiene y tendrá un servicio como el pedibús. Antes de su implantación, la hora de entrada y salida del centro educativo generaba atascos continuos en una zona muy mermada de aparcamientos. Para quién no conozca de qué servicio se trata, el pedibús consiste en una iniciativa que busca crear un recorrido seguro para los niños en los accesos al colegio y que, como consecuencia directa, reduce el ruido, la contaminación de los vehículos y mejora la fluidez del tráfico en hora punta.

Todo esto se consigue gracias a que profesores y padres o madres voluntarios conforman junto con la Policía Local un dispositivo de seguridad en el que las familias que lleven a sus hijos al colegio en coche puedan apartarse a un lado y, sin bajarse del mismo, dejar al niño acompañado hasta la puerta del colegio de manera segura. Una vez los alumnos abandonan el coche de sus tutores llegan en fila hasta el colegio de la mano de uno de los profesores o voluntarios, de ahí el nombre del pedibús, por ser una fila a pie. La directora del centro, Sagrario Labrador, lo considera una actividad muy beneficiosa para todas las partes, ya sean los propios responsables del centro, los niños, los padres o la Policía Local encargada de regular el tráfico, y destaca que la iniciativa la idearon tras ver que se llevaba a cabo «en países del norte de Europa y en Estados Unidos». 

Los padres que se benefician del servicio de pedibús reconocen su utilidad. Fátima es un ejemplo. Ella tiene un hijo de ocho años como alumno en el centro y comenta que por su situación personal «es obligatorio llevarlo y recogerlo en coche, pero esta actividad te permite hacerlo en apenas 20 segundos, lo que tarde el niño en salir o entrar del vehículo junto al voluntario». Sagrario Labrador detalla que el turno de mañana o de entrada al colegio no se ha cambiado desde su puesta en marcha, pero en el de la tarde sí que tuvieron que dividirlo en dos vías diferentes con la llegada de la pandemia para evitar aglomeraciones. El servicio de recogida de los niños se realiza, por un lado, en el cruce entre San Marcos y Santa Úrsula y, por otro, en la plaza de Santa Catalina. Como norma indispensable del servicio, cada coche y el niño en concreto deben llevar un cartel identificativo con el mismo número. La directora es tajante en este sentido: «sin cartel el niño se queda en el colegio esperando a que le recojan de manera tradicional para evitar problemas».

Como ya se ha mencionado anteriormente, algunos de los que conforman el servicio son los propios padres, que en su tiempo libre se ofrecen voluntarios para ayudar a desarrollar la actividad. Es el caso de Alfredo, que reconoce acudir todas las mañanas de lunes a viernes porque «es una experiencia muy bonita y gratificante». Él relata que se decidió a participar porque antes de vivir en su residencia actual en el Casco Histórico, lo hacía en Olías del Rey, y tras ser usuario diario del pedibús se sentía «en deuda» por lo que le ayudaron durante ese tiempo. A lo que añade que es una actividad que permite acercar a los padres o madres al día a día del colegio.

Los diez años que lleva vigente este servicio ha permitido al colegio Divina Pastora ampliar las fronteras de su público, según su directora Sagrario Labrador. Explica que antes «la mayoría de los alumnos residían en el Casco por nuestra ubicación, mientras que el pedibús ha facilitado que ahora la mitad de estos acudan desde diferentes barrios de la ciudad». Fátima, como madre de un alumno y residente del Casco, afirma que «si queremos que el Casco tenga vida hay que fomentar mecanismos para poder acceder al colegio. Algo que antes era mucho más difícil». 

Desde la dirección del centro aseguran que la Policía Local les dijo que ojalá se hiciera en otros colegios de la ciudad para facilitarles su labor, a lo que Sagrario Labrador añade que «por muy útil que sea el servicio, como no haya voluntarios no se hace. Se necesita un grupo de padres comprometidos». Diez años prestando un servicio que, por seguridad y beneficios, ha venido para quedarse.