Miquel Navarro anticipa en plena calle la Colección Polo

A.D.M.
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El escultor sitúa en la rinconada del paseo del Miradero con Santa Fe un conjunto de piezas cuyo título es 'Figuras para la batalla'. La instalación permitirá «ennoblecer» como plaza lo que era un mero aparcamiento

Los dos primeros guerreros de Mikel Navarro a primera hora de la noche de ayer.

«La Colección Polo es fantástica. Es la primera vez que me encuentro con un legado de arte moderno configurado de manera tan singular, tan propia, sin imitar otras colecciones. Es su colección, creada día a día. Es su impronta». La obra del escultor valenciano Miquel Navarro es desde anoche embajadora del nuevo proyecto. Figuras para la batalla, el conjunto de diez esculturas que pueblan ya la rinconada superior del paseo del Miradero -muy cerca del espacio donde estuvo el monumento al rey Alfonso X el Sabio, convertido desde que finalizaron las obras del Palacio de Congresos en aparcamiento de motocicletas-, da la bienvenida a la nueva colección. No son propiedad de Roberto Polo, pero serán las primeras en alimentar una iniciativa que es tan vanguardista como clásica: la creación (o resignificación) de una nueva plaza pública.

Figuras para la batalla, cuyos protagonistas «nada tienen que ver con lo bélico» y donde «la ofensiva no es sino una metáfora del combate cotidiano de la existencia», son piezas mayoritariamente verticales, con una altura aproximada de 3,7 metros y un peso cercano a los 300 kilos. Han sido realizadas por Miquel Navarro en aluminio marino, «un material que no se oxida y que suele emplearse en navegación, paramentos exteriores, pararrayos...». Según el escultor valenciano, «puede trabajarse de varias maneras: se puede fundir o se puede tallar, como es el caso, por medio de grandes fresas, a partir de prototipos». 

La particularidad de este peculiar ejército es que las piezas no van soldadas, sino atornilladas. Un acabado final mediante esparto frotado les confiere un acabado matizado, sin el brillo que cabría suponer sobre superficies de aluminio. Por otro lado, las figuras establecen un ritmo concreto entre ellas al estar algunas de pie y otras tumbadas, «como si hubiesen caído en la batalla». Navarro las sitúa «como si fueran partes de una sintonía: en realidad, no dejan de ser una banda de música, cuyos escudos tienen una gran resonancia, como una especie de gong».

Miquel Navarro anticipa en plena calle la Colección PoloMiquel Navarro anticipa en plena calle la Colección Polo - Foto: David PérezEl conjunto comenzó a ser instalado en su ubicación actual durante la noche de ayer -con cierto retraso-, sin que al cierre de esta edición los trabajos hubieran terminado. Fue necesario retirar algunas de las motocicletas para situar las esculturas, obteniendo de esta manera -según los responsables de la Colección Polo- «ennoblecer» lo que hasta el momento era un mero aparcamiento.

Con esta idea juega también el conjunto de piezas que Miquel Navarro ha instalado asimismo en el contexto arqueológico del interior de Santa Fe, concretamente a la altura de las estancias califales. Se trata de varias decenas de pequeñas piezas modeladas en barro y posteriormente coladas en hierro, más una forma totémica, maciza, realizada en cobre con acabado de hierro, que representa a la luna que las ilumina. «Poseen un acabado más ‘en basto’, más de siempre, porque transmiten una idea primitiva, arcaica». Sin embargo, añade su creador, eso no quiere decir que el conjunto de figurillas, chozas y otros elementos que remiten a la idea de asentamiento «correspondan a un poblado africano o a una aldea inca: podría tratarse también de la ciudad de Nueva York. Lo que a mí me interesa es representar un poema sobre el hábitat del hombre desde el inicio de los tiempos». Metáfora, en cierto modo -por mucho que la obra de Miquel Navarro no permanezca en este emplazamiento con carácter definitivo ni sea propiedad de Roberto Polo-, de lo que la nueva colección representa: convivencia, si no lucha, entre pasado y presente, «forzando a cada elemento a buscar su protagonismo».