José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Mi deseo para el 2023

26/12/2022

Nos ha volado 2022, casi sin darnos cuenta. Quizá las páginas del calendario a veces se pasan demasiado deprisa. Aunque contamos, se supone, con un cierto grado de esperanza mientras seguimos pudiendo contar los días que fueron y los que serán. Los toledanos de siempre, los 'resistentes' del Casco, seguimos contando los días para que se empiecen a acordar un poco de nosotros, de que existimos y de que queremos vivir en el centro histórico de la ciudad que nos ha visto nacer. Porque cuando el Casco se llena de turistas por Navidad es siempre una buena noticia, una señal de que Toledo sigue siendo un destino turístico reconocido. Y cuando se llena de gente porque llega el Corpus es otra extraordinaria señal de que nuestra Fiesta Grande sigue teniendo una prodigiosa voz de llamada. Y, sobre todo, cuando por nuestras calles pasan turistas en cualquier día normal, en el que nosotros estamos a los quehaceres de la vida ordinaria, también es algo positivo y saludable para nuestra ciudad. 
Lo que no es saludable, ni lo será nunca por más que se empeñen en disfrazarlo, camuflarlo o ponerlo bonito, será el sentimiento de 'mono de feria' que los 'casqueros' estamos incubando. ¿Por qué tengo yo que dar la vuelta a la ciudad para llegar al garaje de mi casa sistemáticamente todos los fines de semana de la época navideña? Dicen que porque hay espectáculos en Zocodover. Vale, muy bien, pero lanzo una pregunta: ¿es necesario cortar una vena neurálgica para los vecinos del Casco para promover espectáculos breves o por el hecho de que haya una gran afluencia de público? Yo creo que la gente, salvo excepciones, es mayorcita y sabe transitar por las aceras y guardar la debida seguridad para evitar que un coche les atropelle. No hace falta pensar como niños para organizar el tránsito de viandantes. Tampoco es saludable cerrar circuitos en exceso. Me refiero al nuevo planeamiento de tráfico de la calle Reyes Católicos, que no ha logrado sino que todos los vecinos que queremos transitar y aparcar por la zona tengamos que dar la vuelta a Toledo para encontrar un sitio, en lugar de poder bajar y subir con libertad como antes sin entorpecer el tráfico y, sobre todo, sin gastar tanta gasolina ni contaminar tanto (que no es mucha la diferencia, pero un kilómetro gasta y contamina más que cien metros). Es cierto que la curva de la sinagoga del Tránsito hace un tramo estrecho, pero estoy seguro de que hay muchas formas de solucionarlo. 
Si tengo que pedir un deseo para el 2023, es este: que nuestros gobernantes se acuerden de que el Casco no es un parque de atracciones, sino un barrio histórico donde los vecinos queremos seguir viviendo y ayudando al fomento del turismo con el mejor patrimonio que podemos aportar, que es darle vida al lugar que la ha tenido durante miles de años. Vivir tranquilos, sin molestar a nadie. Y sin que nos molesten, claro está.