La España vacía continúa desangrándose

Agencias
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Los pueblos del interior de la Península siguen perdiendo población: 58.000 personas durantelos últimos cinco años a pesar de las políticas impulsadas para combatir el reto demográfico

Los núcleos de Castilla y León, Aragón y Extremadura son de los mas afectados. - Foto: Raúl Sanchidrián (EFE)

La España vacía, ese gran mar interior que crece en la Península desde hace años, continúa con su expansión imparable. Conocido también como la Siberia española, este vasto territorio integrado por un 84 por ciento de municipios con menos de 5.000 habitantes que se ubican en las regiones interiores, sigue perdiendo población en una sangría que no cesa: más de 58.000 personas en los últimos cinco años, a pesar de las políticas (reales o supuestas) puestas en marcha para combatir lo que pomposamente se ha denominado como el reto demográfico. Las cifras son contundentes: en ese quinquenio los pueblos han recortado su padrón en 11.600 habitantes cada año; cerca de mil al mes.

La población perdida es, en todo caso, solamente un uno por ciento de los 5,7 millones de españoles -personas mayores en su mayoría- que viven en esas aldeas y pueblos pequeños de comunidades como Aragón o Castilla y León. Mientras, en contraste, han crecido los vecinos en localidades de hasta 20.000 habitantes, aunque en unos exiguos 14.000 nuevos.

Los expertos coinciden en señalar que el proceso de despoblación es irreversible en los pueblos pequeños, mientras que aún hay opciones de suturar esa herida, en alguna medida, en otros municipios algo más mayores.

María Luisa Bustos, profesora de Geografía Humana en la Universidad de Salamanca, señala que «es posible que los núcleos de más de 5.000 habitantes se mantengan, pero la despoblación en los pueblos más pequeños, en la verdadera España vacía, me parece muy difícil de revertir, por no decir imposible».

«Allí, la media de edad de la población es muy elevada y si pierden habitantes puede ser porque mueran o porque se los llevan sus hijos a residencias, por ejemplo. Son pueblos sin servicios, donde muchas veces viven unas decenas de personas, en los que posiblemente lo mejor que se puede hacer es reforzar centros comarcales y medios de transporte», añade.

Por su parte, Julián Mora, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Extremadura, pinta un horizonte aún más negro para los años venideros. «Que nadie piense que puede revertirse el proceso en los pueblos pequeños; irá a peor porque la edad media en esas poblaciones es tan elevada que el número de óbitos va a seguir creciendo mientras que no van a aumentar los nacimientos, por lo que no hay tasa de reposición y el desequilibrio irá a más».

Asignatura pendiente

La ministra de Política Territorial, Isabel Rodríguez, señaló la semana pasada que «las 130 medidas y más de 10.000 millones de euros aprobados en el Plan del Reto Demográfico están teniendo ya su repercusión y, así, en los últimos cuatro años, 200.000 personas han regresado a vivir a poblaciones de más de 5.000 habitantes».

Pero hay trampa en sus palabras. Lo cierto es que esas 130 iniciativas fueron anunciadas por la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, en marzo de 2021. No se corresponden por tanto con los últimos cuatro años. Ni las propuestas, ni los fondos procedentes del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.

Las cifras reales advierten que en los últimos cuatro años el número de habitantes en las poblaciones de entre 5.000 y 20.000 pobladores ha crecido, pero solo en 45.285 personas, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Y, si tomamos como referencia 2017, la variación ha sido menor, de 14.067 habitantes.

Pueblos pequeños

Francisco Javier Durán García, letrado del Ayuntamiento de Villafranca de los Barros (Badajoz), secretario de la Asociación de Letrados de Entidades Locales, y autor del libro La fusión de municipios como estrategia (2016), considera que los ayuntamientos con menos de 5.000 habitantes no son viables.

Con una población tan reducida esos pueblos carecen de servicios y tampoco pueden cumplir sus competencias porque no disponen de la autonomía local que les atribuye la Constitución, explica.

En esa España de núcleos con calles semidesiertas, cuya densidad poblacional es casi diez veces inferior a la media (es el caso de provincias como Soria o Teruel), la cifra de residentes ha caído, desde 2017, en 58.408 personas. En 2017 había 5.745.500 empadronados en municipios de menos de 5000 habitantes; en 2021, según el INE, se recortó hasta los 5.687.092.

«Es posible que los pueblos que agrupan a más de 5.000 personas estén absorbiendo parte de la población de los más pequeños, pero es también algo difícil de medir, porque no se empadronan todos los que se van», concluyó.