Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Antón y Sebastián

18/01/2022

Salvo la hebdómada en la que los Juanes y Juanas, Pedros y Pablos celebran su onomástica, pocas semanas hay en el año que alberguen santos tan queridos y populares como la presente. Que sean tan celebrados en estos lares, y tan de actualidad.
El primero, el de ayer, es San Antón. Cuenta la tradición cristiana que el santo se dedicó a la vida ermitaña y vivió 105 años. La iconografía católica nos lo representa rodeado y cuidando animales. De ahí que sea su patrón. Ese día, el 17 de enero -y para rendir admiración a este hombre-, todos los animales tenían una jornada de descanso. Incluso los que se utilizaban para el trabajo y por ese, ese día, acudían a la entrada de las capillas e iglesias donde eran bendecidos. Una tradición que sigue viva, pero en la que el ganado ha dado paso en las bendiciones a las mascotas.
Por cierto que, ahora, al ganado -y en especial la especie rumiante e intensiva-, es más fácil verlo en las puertas del Ministerio de Consumo. Cuestión de mala leche y olor a carne quemada en The Guardian.
Al segundo Santo  -Sebastián, el de pasado mañana-, le unen muchas cosas con el primero. En concreto, su gusto por las purificadoras hogueras. San Sebastián, fue un oficial de la guardia palatina del emperador Diocleciano. Acusado de cristiano fue asaeteado (se daba mucho esta costumbre en aquella época), pero escapó con vida del tormento. Después se presentó al emperador para increparle (le echó narices) por su conducta contra los cristianos, y le azotaron hasta morir. En el siglo XV, los artistas se fijaron en este santo y lo presentaron en plan modelo de Jean Paul Gautier. Semidesnudo, joven e imberbe, con las manos atadas al tronco de un árbol.
A principios del siglo XVII, con motivo de una gran epidemia, muchas localidades toledanas -y también malagueñas como Alhaurín el Grande-, construyeron una iglesia o ermita en su honor, y lo convirtieron en su patrón. A él se le sigue invocando como protector y abogado contra las pandemias. Por eso, con la que está cayendo, muchas almas clavarán este jueves sus ojos en el Santo para pedirle que nos libre del jodío Ómicron.
Hablando de ojos. Otra tradición muy de La Mancha toledana es que, en San Sebastián, se tiene la costumbre de 'echar el ojo'. Es decir, buscar novio o novia. Que quede claro que no se trata de un guiño picarón, o una metáfora.
 Antiguamente, lo de 'echar el ojo' era real. Los mozos guardaban el ojo de algún animal que habían matado esos días y lo metían, disimuladamente, en el mandil de la moza que pretendían. Verídico. Algunas crónicas locales hablan de la sorpresa y repulsión de la joven casadera, al echarse la mano al mandil y encontrar el ojo ensangrentado de un conejo o un cerdo. El amor tiene estas cosas. Que es ciego o tuerto.
(Nota.- El autor de la columna manda un abrazo barrudo a los paisanos del Tercio de San Sebastián. Caiga frío, lluvia, chuzos de punta o una Filomena bíblica, ahí estarán siempre desfilando junto a su Patrón y a la quinta de turno. Unos valientes).