Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


¿Y el debate nuclear, qué?

23/07/2021

Castilla-La Mancha no acostumbra a aparecer en los primeros puestos del ranking de nada. Casi mejor, porque cuando nos situamos en cabeza es por algo que no invita a estar especialmente orgullosos. Resulta que en las cuestiones del tiempo estamos en el top five. La temperatura más tórrida sufrida en España a lo largo de toda su historia se sitúa en 49 grados. Y ahí está nuestra región. Dicen que, en Manzanares, un agosto de 1962 rozaron los 50 grados y que en La Calzada de Oropesa lo mismo. En aquellos años no había medidores tan precisos como ahora y siempre se ponen en entredicho esos registros, pero guardado queda, a la altura de la siempre calurosa Écija, en Sevilla.
Si hablamos de frío, ahí está un clásico como es Molina de Aragón, donde como no cubras las tuberías se congelan y revientan. En la capital del Señorío, las postrimerías de Filomena dejaron registros de 26 grados bajo cero, no muy lejos de la noche más fría, que se dio en enero de 1952, con -28,2 ºC. Llegado ese momento, los jefes de edición tienen a bien enviar al reportero de turno, con su cámara correspondiente, para corroborar que en invierno hace frío. No ha de faltar el gorro y los guantes y si al periodista se le cae la moquita en pleno directo, mejor que mejor. Reflejar que en verano hace calor tiene también su aquel, aunque lo más socorrido siempre sea acudir al termómetro más cercano -no hay elemento más feo en las ciudades- y colocarte debajo de los dígitos, para que se vea bien cuánto de sofocón hace ese día.
Esta semana hemos estado a punto de recocernos. En algunos lugares más que en otros. Y llegados a este momento, hemos recordado aquello de que íbamos a salir más fuertes. Lo que hemos salido es más sudados y más pobres. Encender el aire acondicionado es un acto de una osadía sin límites, con el desconocimiento de si en algún momento no vamos a tener que pedir un crédito al ICO para poder pagar el recibo de la luz. Luego está la ministra del ramo, que le ha faltado decir que siempre es bueno sudar la gota gorda incluso cuando estás en tu sofá, así te ahorras la sauna. Teresa Ribera, que así se llama, conoce bien el diagnóstico, un extremo para el que no hace falta ser ministro. Ni ministra. El resto, no aporta nada. Nos advierte de que va a seguir subiendo y nos prepara para que nos resignemos entre nuestra miseria, lo que da buena pista de que no es capaz de ofrecer una solución al problema.
En la política del tweet y del corto plazo, nadie se ha atrevido a reabrir el debate nuclear, conscientes de que es meterse en un jardín con demasiadas flores impopulares. Por supuesto que ahí no verán a los de Podemos o a los del PSOE. Tampoco a los del PP, que han tenido su oportunidad no hace tanto y la dejaron pasar, esperando a que otros asumieran el reto. Alemania y Francia pagan la electricidad a un precio más bajo sencillamente porque tienen más centrales nucleares, un tipo de energía más barata que aquel que se produce con gas. Si un país como España, que no tiene gas, tenemos que recurrir a él con generosidad cuando hay un pico de demanda, no queda otra que pagarlo a precio de oro. Mientras, las nucleares que quedan van agotando su período de vida útil sin alternativa a corto plazo. No será que no estamos avisados.