Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


El cardenal Pla y la cuestión social en la España del siglo XX

17/11/2022

Una de las figuras más destacadas en la vida de la Iglesia y de la sociedad española durante el siglo XX fue la del cardenal Enrique Pla y Deniel, arzobispo de Toledo entre 1941 y 1968. Nacido en Barcelona el 19 de diciembre de 1876, tras realizar estudios de Teología, Filosofía y Derecho Canónico en Roma, ejerció el ministerio sacerdotal en su diócesis natal, para pasar a ser, en 1918, obispo de Ávila y más tarde, en 1935, de Salamanca. Pío XII le trasladó a Toledo, como sustituto del cardenal Gomá, afrontando la reconstrucción de la archidiócesis tras la devastación humana y material de la Guerra Civil y la persecución religiosa. Rodeado de gran prestigio, por su integridad personal, libertad ante los diferentes poderes públicos y defensa de la Iglesia, participó en el Concilio Vaticano II, comenzando la labor de aplicación del mismo en Toledo, hasta su fallecimiento en 1968.
Dentro de la amplia labor pastoral y docente realizada por Pla a lo largo de toda su vida, destaca su compromiso social, su preocupación por la situación de la clase obrera y la mejora de la misma, que como eje central recorre toda su actuación desde su regreso de Roma, recién ordenado sacerdote, a Barcelona, en 1900. Junto a sus tareas como profesor en el Seminario de Barcelona, en la curia diocesana y en el cabildo de la Catedral, desarrolló una intensa labor social, en una Ciudad Condal convertida en uno de los mayores núcleos industriales del país, con una población obrera muy importante, en constante ebullición política y sindical. En este difícil marco, el joven presbítero se implicó totalmente y sin desaliento ante las dificultades, dada la pujanza del sindicalismo anarquista y del movimiento republicano, fuertemente anticlerical, en la ciudad. En la barriada de Pueblo Nuevo, situada en los arrabales de aquella Barcelona industrializada y en creciente expansión, fundó un Patronato Obrero. Destruido durante los sucesos de la Semana Trágica, volvió a ser restaurado enseguida. En noviembre de 1909 fue nombrado vicedirector de la junta de Acción Católica del obispado de Barcelona, hasta 1914, en que fue elevado a director de la misma. Presidió la Asociación de Eclesiásticos para el Apostolado popular, la  Junta Diocesana de Acción Católica, la de los sacerdotes de la Unión Apostólica y de Acción Popular; colaboró en el semanario El Social y dirigió la revista Reseña Eclesiástica. Se convertía así en uno de los principales impulsores del Movimiento Católico en España, que desde la publicación de la Rerum novarum, trataba de aplicar a la vida nacional las enseñanzas sociales de la Iglesia. Pla estuvo en contacto con el catolicismo social más dinámico, el belga, conociendo personalmente, en uno de sus viajes por Europa, a su principal adalid, el cardenal Mercier.
Su traslado a Ávila supuso no sólo entrar en contacto con las tierras castellanas, que ya nunca abandonaría, sino también dar un nuevo impulso a sus tareas de apostolado, en un marco social y económico totalmente distinto a la de la industrial Barcelona. En su primera pastoral expresaba la preocupación por la situación de los obreros, y apostaba por impulsar el asociacionismo profesional católico, para hacer respetar sus derechos y obtener mejoras laborales y sociales. Asimismo defendía la labor de los sindicatos agrícolas católicos y los beneficios que habían reportado para los agricultores. El desarrollo, a lo largo de su ministerio abulense, de estas ideas le granjearon un gran prestigio, que quedó de manifiesto cuando al ser nombrado obispo de Salamanca en 1935, el Ayuntamiento socialista de la ciudad de Ávila, en el difícil marco de las relaciones Iglesia-Estado durante la Segunda República, hizo gestiones ante la Santa Sede para que dicho traslado quedara sin efecto y el obispo permaneciera en la ciudad. Sin embargo, los deseos del consistorio y de la población no pudieron verse realizados, y el prelado entró en la ciudad del Tormes como nuevo obispo, desarrollando en la diócesis salmantina una amplia labor magisterial en los duros años de la guerra civil, fundando, tras el final del conflicto fratricida, la Universidad Pontificia de Salamanca.
Fue su defensa de la libertad de la Iglesia, así como su integridad personal e independencia, las que le llevaron a ser elegido arzobispo de Toledo. En esta elección tuvo gran peso la opinión de su predecesor, el también catalán Isidro Gomá, preocupado, junto al nuncio Cicognani, por preservar dicha libertad frente a intromisiones de parte del Gobierno, como la que se produjo al censurar la pastoral de Gomá 'Lecciones de la guerra y deberes de la paz'. Pla, nombrado cardenal, afrontó la restauración pastoral de la diócesis, y, como primado, alentó, a nivel nacional, el desarrollo de la Acción Católica, a la que siempre defendió frente al Gobierno, dentro de la cual brotó, con una extraordinaria pujanza, la pastoral obrera, con el auge de la HOAC. Sería en este ámbito de la pastoral especializada donde surgirían, ya en los años sesenta, algunos de los movimientos de contestación y enfrentamiento al régimen. Bajo su pontificado, y con su patrocinio, se creó la revista Ecclesia, que exenta de censura civil, ofreció un espacio en el que se pudieron escribir algunos de los artículos de mayor importancia política y religiosa del momento. No dudó en enfrentarse a los ministros del Gobierno, cuando entendía que la libertad de la Iglesia y la defensa de los intereses de los obreros estaban en juego. Preocupado por una buena formación teológica de sus sacerdotes, les alentó en la dedicación a la pujante Acción Católica diocesana, cuyas diferentes ramas promovió, saliendo, de entre los mismos, futuras figuras destacadas del episcopado español, como Antonio Dorado, Gabino Díaz Merchán o Rafael Torija. La actitud cristiana ante los problemas derivados del desarrollo económico, así como los deberes de justicia y caridad o la misión de los intelectuales católicos fueron algunas de las cuestiones abordadas por el magisterio colectivo del episcopado español que el cardenal Pla impulsó.
El paso del tiempo ha hecho olvidar, en gran medida, el papel central que tuvo el primado en la defensa de la clase obrera española, de sus derechos y de su promoción humana y social. Rescatar ese legado es un deber de justicia y de verdad.