Toledo y sus pueblos reciben a la reina Isabel de Valois

José García Cano*
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Si este recibimiento hecho a la reina a las afueras de la ciudad, extramuros de Toledo, parece majestuoso e increíble, no menos lo fueron los preparativos hechos en el interior de la urbe y alrededor de las murallas y puertas

Isabel de Valois.

Proseguimos con el detalle de la comitiva y recibimiento que la ciudad de Toledo preparó ante la llegada de la reina Isabel de Valois en 1560; como indicábamos la pasada semana la Santa Hermandad desfilaba delante de los miembros del santo oficio y tras ellos los miembros de la casa de la moneda con todos sus 'monederos'; el estandarte que portaban lo llevaba Bartolomé de Toledo, vestido de carmesí con guarnición de leones y castillos de plata (escudo de castilla y león). Después les tocaba el turno a los miembros de la Orden de Santiago, saliendo todos los doctores maestros con sus bonetes y borlas de colores. Y en este punto el cronista nos explica como salieron todos los regidores y jurados del ayuntamiento de Toledo, con ropas de brocado, con el forro de felpa carmesí con calzas y jubones de raso amarillo los primeros y los jurados llevaban ropas de terciopelo morado con jubones y calzas de raso blando y todos con gorras aderezadas con y plumas de colores. Es curioso como la gorra era una de las prendas de vestir que utilizaban muy frecuentemente aquellos toledanos, y por ello conviene recordar que junto a la Catedral de Toledo existió el conocido como callejón de Gorreros, que desapareció cuando el arzobispado decidió levantar la capilla del Sagrario y sacristía, permutando ciertos terrenos con el Hospital del Rey. En ese momento el callejón de Gorreros (que tenía salida a la calle Sixto Ramón Parro), quedó inmerso en el perímetro del templo catedralicio.

Pero si este recibimiento hecho a las afueras de la ciudad, extramuros de Toledo, nos parece majestuoso e increíble, no menos lo fueron los preparativos hechos en el interior de la urbe y alrededor de las murallas y puertas. Por ejemplo, en la puerta de Bisagra estaban algunos otros regidores con un paño de rico brocado con unos letreros que decían 'Ysabel y Phelipe', los cuales acompañaron a la reina hasta el Alcázar de Toledo. En la citada puerta de Bisagra también había un arco a manera de portada, con muchas figuras algunas «de pincel y otras de bulto», grandes como gigantes con las armas de la reina y del rey, así como las armas de Toledo; cada una de las figuras estaba sobre un arco, siendo tres en total, uno mayor y los otros dos más pequeños. En otra puerta denominada en el texto como la segunda puerta –podría ser la puerta del Sol…-, otro arco muy labrado de pincel, con muchas figuras y donde había representada una figura grande con una tinaja en el brazo derramando agua, alegoría clara del río Tajo. El siguiente punto que se engalanó fue la plaza del Conde, la cual se decoró como si fuera un bosque lleno de árboles y en la que había otro arco con otras tantas figuras, con una mujer que echaba agua por sus pechos. Ya en la Catedral pudo ver la reina otro bonito arco que la tenían preparado, a la vista del cual se apeó para hacer oración, tras lo cual los canónigos salieron en procesión 'con la cruz rica' y dentro de la Catedral Primada hubo muchos cohetes y un castillo entre los dos coros y vinieron dos sierpes a prenderle fuego y en este punto del recibimiento, tomaron todos muchas hachas o antorchas para proseguir el camino hasta el palacio o alcázar. Cuando llegaron a la calle del Comercio –en este momento calle Ancha- había otros adornos que recordaban la historia de Lucrecia Romana –personaje de la Antigua Roma quien fue ultrajada por el hijo del rey Lucio Tarquinio el Soberbio-. Y justo en la entrada de la plaza de Zocodover otro enorme arco repleto de figuras y con alusiones a diversas poesías. Y la última decoración o recibimiento se encontraba en la escalera que subía hacia el Alcázar, donde había tres figuras muy grandes, situadas entre una espesa arboleda, con muchos versos en latín y en romance, estando la primera de ellas dedicada a Hércules.

La reina llegaría al Alcázar sobre las ocho de la noche, momento en el cual los pajes que portaban hachas de fuego, las entregaron a los jurados de Toledo, entrando entonces todos en el patio del Alcázar. Allí se apeó la reina y se encontró con el príncipe que la esperaba; se abrazaron ambos y fueron en busca de la princesa, para marchar luego todos al encuentro con el rey. Fueron todos a la cena que ya estaba preparada. En el patio el paño con el que habían traída cubierta a la reina, fue cortado por los guardas y criados de la reina, ocurriendo gran alboroto ya que aquellos querían cortar cuanto más paño mejor. Se produjeron algunos heridos en aquella trifulca. El miércoles siguiente a los actos, el rey mandó que todos los soldados que habían venido de fuera, danzantes, gentes con invenciones, etc., fueran todos al Alcázar de Toledo, ya que los querían ver tanto la reina como la princesa y el príncipe. Admiró la familia real todos sus bailes y cortejos desde las celosías de los corredores. Finalmente, el rey les dio permiso para marchar y ordenó que se les pagase sus sueldos. A continuación, vinieron tres bailadores y bailaron y zapatearon 'a la villanesca', que fue cosa 'mucho de ver'. El jueves mandó el rey que saliesen todos los oficios de Toledo como el primer día al campo, que quería verlos tanto él como sus señores y caballeros, celebrándose gran fiesta hasta la noche. En ese momento mandó pregonar el alcalde mayor que todos los vecinos pusieran candelas a las ventanas y azoteas y que hicieran luminarias. Y esto se hizo cada noche desde que entró la reina, por lo que estaban todas las calles y plazas que parecía ser de día, aunque fuera realmente de noche. Y hasta aquí la detallada descripción de las fiestas y recepciones que Toledo y sus pueblos realizaron a la excelsa reina Isabel de Valois, merecedora sin duda, de aquel homenaje realizado en 1560.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.