Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Desde La Peraleda

26/01/2023

Sábado por la tarde. Enero. Nubarrones negros vaticinan una lluvia que no llega, mientras se abren paso unos rayos de sol que dan brillo al Tajo. Incluso parece limpio, un espejo. A esta hora, poco después del almuerzo, son muchos los que pasean, corren, bendito afán de los toledanos por el deporte, o descansan al aire libre, apurando lo mejor de un invierno que ya campa a sus anchas sin rubor. Al fondo, las torres de Toledo, las cumbres de una silueta que dan fe de nuestro inmenso Patrimonio de la Humanidad.
Unos niños montan en bicicleta, otra familia hace sus pinitos con los patines y, más allá, un grupo baila a ritmo de una bachata que bien pudiera ser anticipo de esa coreografía del carnaval que llegará antes de que nos demos cuenta. En una parcela contigua, son los tambores los que nos evocan esa Semana Santa toledana, con tanta austeridad como pasión.  Enfrente, una decena de moteros se congrega para descansar de sus eternas aventuras, y, al lado, alguno busca aprender lo básico para despegar a bordo de su coche en un futuro cercano.
Disfrutar, vivir, apurar las horas de sol, sentirse libres en medio de un paraje inmenso, maltratado y denostado, pero nuestro. Es la Peraleda, esa zona que los toledanos hemos mirando durante décadas con reparo, tal vez porque significó el final de una era, la de nuestra feria en la Vega, y el comienzo de una etapa en la que ni siquiera llegaron a creer los políticos que decidieron dar carpetazo al querido enclave aledaño a la Puerta de Bisagra.
Desconozco si fueron intereses urbanísticos espurios los que anduvieron detrás de ese desprecio a la Peraleda, de esa escandalosa ausencia de inversiones que ha impedido, durante más de tres décadas, que ese terreno se convirtiera en el espléndido recinto ferial que necesita y merece la ciudad de Toledo. Los sucesivos equipos de gobierno deberían sonrojarse por no haber conseguido una infraestructura básica, de la que disfrutan incluso en pueblos remotos.
La Peraleda, una zona que forma parte de esos conos visuales protegidos por la Unesco, ese terreno inundable junto a las riberas del Tajo, que hoy abrazan muchos toledanos como lugar de esparcimiento, que ha resistido los envites de tantos siglos de historia, en pleno siglo XXI está amenazada por el capricho de unos gobernantes que no se despeinan, a los que no les tiembla la mano para borrar de un plumazo una de las grandes oportunidades para hacer de Toledo una ciudad verde, sostenible y amable, más allá de esas tibias declaraciones de principios, que nos retrotraen al urbanismo más rancio y a los privilegios de unos poderosos que dibujaron la ciudad nueva a golpe de intereses especulativos. Esto es un delito. En este enclave amenazado han de ubicarse el recinto ferial, un pabellón y una zona de ocio, con un parque en condiciones. Por ejemplo.
Que no utilicen la excusa del cuartel. Que no metan en esto a la Benemérita, un instituto armado al servicio de los ciudadanos. No podemos consentir, tampoco la guardia civil, que la Peraleda, junto a un río Tajo llamado a resucitar, sucumba ante imposiciones de quienes tienen el poder: las urnas no son un cheque en blanco para eliminar de un plumazo el patrimonio que nos regaló con generosidad la naturaleza. ¿De verdad vamos a permitir este atentado?