Aplausos y lágrimas para despedir al papa emérito

Miguel Ángel Dionisio*
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La plaza de San Pedro estuvo abarrotada de fieles. Hacía más de 2 siglos, desde que en 1802 Pío VII acogiera los restos de su predecesor, Pío VI, muerto en el exilio francés impuesto por Napoleón, que un papa asistía a los funerales del papa anterior

El Papa Francisco durante la bendición por parte del cardenal Giovanni Battista del féretro con los restos de Benedicto XVI. - Foto: EFE/Riccardo Antimiani

«Benedicto, como el Cid, ha ganado la batalla después de muerto». Estas palabras de un amigo historiador, dichas mientras aguardábamos, en la fría y húmeda mañana romana del 5 de enero, el comienzo de los funerales del papa emérito, eran el reflejo de la impresión ante una plaza de San Pedro abarrotada de fieles. Una abigarrada mezcla de gentes de diferentes naciones, razas y lenguas. Numerosos los alemanes, entre ellos un grupo con los típicos trajes bávaros. Banderas de Alemania y de Baviera, alguna española también. La niebla que cubría la ciudad como leve sudario, ocultaba a ratos la impresionante mole de la cúpula de Miguel Ángel. El rezo del rosario, en latín, ha acallado el rumor de la polifonía de idiomas, preparando el silencio previo a la llegada del sencillo féretro en el que reposan los restos de Benedicto XVI. Un silencio roto por los aplausos de los fieles. Poco después, el papa Francisco comenzaba la celebración. Hacía más de dos siglos, desde que en 1802 Pío VII acogiera los restos de su predecesor, Pío VI, muerto en el exilio francés impuesto por Napoleón, que un papa asistía a los funerales del papa anterior. Lecturas en español, inglés e italiano, ritmadas por la belleza del canto gregoriano. Al final de su homilía, Francisco se dirigía a su predecesor: «Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz».
Tras el final de la misa, los últimos ritos de despedida, con la aspersión del agua bendita y la incensación del féretro, mientras la Schola entonaba el viejo canto exequial, In paradisum deducant te Angeli, 'al paraíso te lleven los ángeles'. Después, entre aplausos y lágrimas, la multitud se despedía del papa emérito, que era llevado a hombros hacia el interior de la basílica. Una breve parada previa, para que Francisco orara ante el féretro. Una última visión del féretro, que desaparecía al introducirse por la puerta central, sobre la que un tapiz hecho sobre cartón de Rafael, representaba la resurrección de Cristo. Los restos de Benedicto XVI se dirigían a su última morada, en las Grutas Vaticanas. Peregrinos bávaros entonaban en la plaza el Gott mit dir, du Land der Bayern, ¡Dios esté contigo, tierra de Baviera!, el himno del Estado. Poco a poco, mientras en privado tenía lugar la deposición del féretro, abandonamos la plaza, con la sensación de haber vivido un momento histórico. El tiempo irá ubicando en su lugar un pontificado que no ha sido indiferente para nadie, marcado por la explosión de los escándalos de la pedofilia y del Vatileaks, pero también por un rico magisterio, expresión de su profundo conocimiento de la Teología, de momentos duros como la desgarradora pregunta dirigida a Dios en Auschwitz. Un papa que, frente a los que temían la dureza de la imagen del panzerkardinal, ha recordado continuamente la alegría de ser cristiano y ha escrito una bellísima encíclica sobre el Amor de Dios. Su renuncia al papado, hecho insólito en un mundo en el que los gobernantes se aferran al poder, más allá del estupor general, le ha creado una simpatía general que se ha desbordado en las largas colas de miles de personas que han querido, desde el lunes hasta ayer, darle un último adiós. Estos días en Roma se comenta si será declarado Doctor de la Iglesia. Sabiendo que para ello es preciso estar canonizado, no queda duda de cuál es, entre muchos fieles, la última imagen de quien se presentó, al ser elegido papa, como un humilde trabajador de la viña del Señor.

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Con Francisco ante el ataúd de Benedicto XVI, acaba la era de los 'dos papas'.
Con Francisco ante el ataúd de Benedicto XVI, acaba la era de los 'dos papas'. - Foto: Vatican Media Handout
 Vista general de la Plaza de San Pedro durante el funeral por el Papa emérito Benedicto XVI.
Vista general de la Plaza de San Pedro durante el funeral por el Papa emérito Benedicto XVI. - Foto: Fabio Frustaci/EFE

(*) Miguel Ángel Dionisio es miembro de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencas Históricas de Toledo