Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Hipólito, el Breva

20/01/2021

Hipólito, el Breva, predice el tiempo mejor que la Internet. Cuando barrunta los cambios se le pone un tic en el ojo derecho. Viene a ser como un morse meteorológico en guiños, dependiendo del ritmo y la intensidad es lluvia, tormenta, frío… un código corporal que él descifra y verbaliza: «en un par de días entra aire frío del norte…», «la semana que viene nos mojamos…». Y lo clava. Yo trato de convencerlo para que vaya a Castillalamancha y lo cuente. El don tiene su aquel, no lo debe poseer mucha gente y tiene buen explique, me refiero a Hipólito, pero él se refugia en tablas y se niega en rotundo.
-Coño, mira, si vas al programa del de la capa hasta te puede salir novia.
-Vete a tomar por culo, anda.
Pero no se estableció así por las buenas y de la noche a la mañana la relación. Cuando de chico, Hipólito, el Breva, empezó con los tics intermitentes su madre lo llevó por lo particular a don Ulpiano, el oculista. Lo registró a conciencia y no encontró nada, podía ser cosa de los nervios, dijo, le mandó unas vitaminas y le tapó el ojo con un esparadrapo y una gasa durante un tiempo, apósito que él se quitaba nada más salir de su casa y guardaba en el cuarto de los contadores para ponérselo cuando volvía. Así quedó la cosa. El temblequeo del ojo continuaba y ya no volvieron a consulta.
Un mes de septiembre de finales de los setenta, un día sí y otro también hubo tormentas, venían de la parte del cerro de La Estrella, de donde tienen que venir, compactas y ruidosas, de las gordas. Y el ojo de Hipólito no paraba, titilaba más que las luces de Chopi. Y a su madre, la señora Duvi, le salió de ojo, nunca mejor dicho, y ató conjeturas.
-Hipólito, hijo, ¿no te pondrás nervioso con la truena?
- ¡Que nooo, madre! Que cuando no hay tormenta también me retiembla.
-Lo que tú digas, pero tira delante de mí a ver qué dice de la tema el señor Macario, el Curandero, que sí va a ser de los nervios.
Y el señor Macario, los mandó sentar debajo de la parra, oyó sus razones, asintió lentamente con la cabeza, encendió un cigarro y le dijo:
-Cada cual presiente las mudanzas de una manera, unos en las articulaciones, otros en las heridas viejas, otros en la cabeza… y tu hijo en la cuerda del párpado. Ni más ni menos. Antes de segar la alfalfa ya sé a quién tengo que preguntar…