José Luis Arroyo

Rayadas Millennials

José Luis Arroyo


Gol catarí a las democracias

22/11/2022

Ha comenzado el Mundial de Catar, el acontecimiento futbolístico más importante del mundo, al que sin rubor llaman el deporte Rey y no por la presencia del Emérito o alguno de los Ninis borbónicos, que parece asegurada, sino por la ingente cantidad de seguidores que tiene el fútbol y por el dinero que mueve.
Saber dónde está Catar y lo que sucede allí nos debería servir para algo más que para una lección de geografía ya que, nuevamente, nuestras democracias son expuestas a la vergüenza que conlleva el participar de manera acrítica en un 'negocio sucio', experto en mirar hacia otro lado ante, por ejemplo, la muerte por accidentes de trabajo de más de 6.500 trabajadores inmigrantes, junto a otros miles que han sufrido accidentes incapacitantes. No obstante, el horror y el desprecio a la vida de las personas por parte de esta dictadura del dinero no acaba ahí sino que, además, la vulneración de los Derechos Humanos por parte del régimen catarí es una constante; por un lado, las mujeres viven con uno de los niveles de sumisión, invisibilidad y discriminación de los más intolerables del mundo y, por el otro, a esta barbarie mayúscula se suma la persecución espeluznante que este régimen perpetra contra la población LGTBI, aplicando penas de cárcel y de muerte para reprimir el ejercicio del derecho a ser y amar, derecho que, a día de hoy, debería ser incuestionable.
Los intentos del negocio del fútbol para menospreciar las críticas, relegándolos simplemente a cuestiones meramente políticas o a diferencias religiosas, además de ser una falacia, se convierten en un intento más que evidencia el blanqueo de la sinrazón, en nombre de unos intereses económicos espurios, ajenos a los intereses de la mayor parte de los aficionados que, estos días, se congregarán frente a los televisores para jalear, a nivel global, la victoria de este sangriento espectáculo. Por otro lado y en lo referente a la participación de nuestra selección, conviene señalar que la dignidad y la satisfacción de ser español, deben trascender la escenificación folclórica de enarbolar la bandera y de sentir los colores de la selección con actitud de exacerbado patriaman. Más concretamente, ser español también debería implicar defender, sin reservas ni miedos, los valores igualitarios de nuestra democracia, como esencia de la Marca España, cada día más reconocidos y valorados por todo el planeta.
Finalmente, ante el bochorno al que nos han expuesto los mercaderes del balón, es un buen momento para evidenciar que poco se podía esperar de este negocio de colosales dimensiones, gestionado por la mafia de las elites y millonarios arribistas. Da la sensación que no nos escandaliza que el lucro de sus empresas prime sobre cualquier circunstancia, como así lo evidencia el hecho de que permanezcamos impasibles como sociedad ante comportamientos racistas, xenófobos y violentos por parte de sus hinchadas y ante los cuales los clubes tampoco se posicionan con rotundidad.
Parece que, inmersos en este universo financiero-deportivo, a los futbolistas, con nóminas millonarias, no les supone ningún dilema jugar allí ya que, obviamente, por cómo se comportan en público y las declaraciones que hacen, ni ellos ni la afición de las gradas corren peligro de muerte como los miembros de la población LGTBI local, aunque los secretos de los vestuarios y de sus armarios pudieran dar fe de lo contrario. ¡Buena dosis de pura hipocresía! Ni que decir tiene que, la mujer sigue estando discriminada y ninguneada en el mundo del fútbol, que sigue siendo impermeable a la legislación en materia de igualdad, aunque en los últimos años, en los países demócratas, esta legislación se haya expandido, afortunadamente, en muchos otros ámbitos sociales y económicos. Aunque, a día de hoy, el fútbol no lo sepa.