Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Días de sueño

17/11/2022

Una de estas tardes de otoño, mientras probábamos, en una acogedora taberna de las muchas que hay en Toledo, una de las tapas que se presentan a elección popular durante las XXII Jornadas de la Tapa del 10 de al 27 de noviembre, también nos llegaba el eco de las variadas conversaciones que se mantenían en el local y en estereofonía las más cercanas.
Qué la tapa reuniera una cuidadosa selección de sabrosos ingredientes, una ingeniosa mezcla de texturas y una apetitosa presentación de cuidada belleza plástica, no fue suficiente para distraer nuestra atención de un apasionado debate sobre la utilidad del sueño.
A un señor le parecía que el hecho de dormir era un placer comparable a departir con los amigos frente a una tapa con su buen vino, para el que no encontraba sentido alguno tener que privarse.  Al margen de que sabía que la ciencia había demostrado hacía tiempo que es una necesidad fisiológica inevitable, si lo que se pretende es seguir vivo y gozar de buena salud.
A su contendiente, quién se había tomado la paciente molestia de calcular las horas que, a su entender, se desperdiciaba durmiendo y convertirlas en años potenciales de su vida que emplear en vivir viajando, estudiando o haciendo otras cosas, no le convenía semejante programación fisiológica que, a todas luces, veía como una rémora.
Oyéndolos, no escuchándolos, reparé en la vital importancia que yo le concedo a dormir bien. Precisamente ahora, con lo que me ha costado superar el desorden en la conciliación del sueño tras haber estado de viaje por unos cuantos husos horarios más al oeste y, encima, encontrar al regreso el cambio de hora otoñal, sobre el que parece que no debe estar aún muy claro su efecto positivo sobre el ahorro energético.
Precisamente en esta época del año, con más días cortos y fríos, que se caracteriza por registrar un aumento en la tendencia de la duración del sueño frente al verano o la primavera. Y es que nuestra vida, mal que nos pese, lleva un ritmo condicionado tanto por la regularidad del día y la noche como de las estaciones. La cronobiología explica esos ritmos y cómo la previsión de los eventos regulares permite al organismo ajustar su fisiología como, por ejemplo, a la temperatura, al sueño o al ayuno nocturno. Para ello, los mamíferos tenemos un reloj biológico en el núcleo supraquiasmático del hipotálamo que trasmite mediante la hormona melatonina, cuya concentración aumenta por la noche, una señal temporal a las distintas variables fisiológicas para que mantengan el ritmo biológico del cuerpo.
Es el sueño, particularmente, una de las variables fisiológicas que más tiempo necesita para reajustarse y a eso se debe la somnolencia y la dificultad para dormir y concentrarnos que experimentamos con los cambios de horario y con la alteración de los niveles de luz natural durante la noche que confunde a nuestro reloj biológico.
Mientras comienzan a encenderse las luces navideñas. Una auténtica competición por ser el primero y por tener más puntos de luces LED.