Ignacio Ruiz

Cabalito

Ignacio Ruiz


Aprendiz de político

20/01/2021

Están las redes sociales llenas de lenguaraces y faltones que, a la mínima de cambio, te espetan un improperio soez, insultante y con muchos tintes supremacistas que cada día asusta más.
No es que generen miedo, pues muchos de ellos son chatbots, perfiles huecos y personajes ficticios que sólo defienden con perversión y maledicencia la línea financiera que los alimenta. Crean un constante aumento de la animadversión hacia una sociedad que se ha corrompido con el clientelismo, los favoritismos y el cachetito aprobatorio muy en la línea de la mafia siciliana.
Lo más grave es que las nuevas letanías no provienen del santoral, sino de listados de perfiles que apuntan hacia una dirección unívoca. Los perfiles sospechosos no tienen foto ni nombre personal, y atentan contra la libre opinión de cada cual desde la afrenta, el insulto y la amenaza, en cualquier momento.
Ni tan grave que este bajo nivel, está chanza de la sociedad cainita que vivimos, se traslade a la clase política donde se dan y reparten carnés de demócrata en según qué bando estés.
Acusar a otro político de aprendiz es un tanto faltón, porque lo puedes ser, nuevo en esas lides y, ello no es óbice para estar preparado y hacer las cosas bien. No olvidemos que ser representante de la voluntad popular tiene la misma legitimidad en las filas de un lado o de enfrente. Pero si quien realiza esas calumnias y difamaciones, lo hace con tono peyorativo para faltar al respeto, es cuando se rompe la baraja.
Es hora de ir pidiendo una ley que ponga en valor aquella decisión de limitar los mandatos en el gobierno, y no sólo eso, también en cualquier puesto político. Un sistema de grados de representación y que no puedas ser portavoz político si no tienes suficiente conocimiento discursivo.
Aquellos romanos lo tuvieron claro, no podías ser Cónsul, si no habías sido antes Pretor, y antes Tribuno. Sin tener una verdadera preparación para sobrellevar las responsabilidades correctamente, alcanzar honores con triunfos y méritos personales que trascendiesen al engrandecimiento de Roma.
Pero, aquí seguimos, con aprendices de políticos apoltronados, achacosos por la edad, que se aferran al sillón y se duermen en él, que no saben ganarse la vida si no es haciendo el mal al prójimo.