Aurelio Martín

LA COLUMNA

Aurelio Martín

Periodista


Fuego amigo

21/02/2022

La crisis interna que vive el PP, un partido con alternativa de Gobierno, no es una buena noticia para la democracia, más en un momento de dificultades derivadas de una crisis pandémica que tiene su repercusión en el bolsillo de los ciudadanos, lo que les hace acreedores de cierto  desencanto, y acercarles a posiciones populistas que, con un mensaje demagógico, tampoco serían capaces de arreglar la situación porque está internacionalizada. Lo que demuestra la ruptura total  retransmitida en directo entre la dirección popular y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es que el equipo que surgió del desgaste de sus antecesores por los casos de corrupción no ha sabido encarrilar la situación y su estrategia, si es que estaba bien medida, les ha saltado en las manos.  
El líder Pablo Casado, a modo de alquimista, buscando fórmulas para alcanzar el poder con rapidez  en la seguridad de que este sería posible, quiso borrar cualquier huella vinculada con el pasado, aunque no le fue posible, y entendió que para hacer frente al crecimiento de Vox había que posicionarse más a su derecha, regresando inmediatamente más al centro en constantes vaivenes, sin aclarar muy bien sus posiciones. Por si fuera poco vio en las elecciones anticipadas de Castilla y León una posibilidad de crecer, lo que no le ha funcionando, dejando a su presidente en funciones, Alfonso Fernández Mañueco, en una situación muy difícil, y ha convertido a las instituciones donde su formación es oposición en un campo de batalla en el que todo vale, como se ha visto también  en una campaña electoral que ha radicalizado el ambiente, trasladándo la tensión a la sociedad.
Ahora, aparecen en escena viejas fórmulas de posible corrupción, mentideros y detectives -al  menos no se emplean empleados públicos como se investiga dentro del caso Kitchen con la posible participación de policías – que nos dibujan un panorama de continuidad con lo que ya se conocía. Cambiar todo para que nada cambie, a lo Lampedusa.
Cuando se necesita una estabilidad, más que nunca, con un Gobierno central en minoría que debe recurrir al voto de radicales de izquierda, pero elegidos en las urnas, y un espacio de centro vacío, sumido en el agujero negro, nos encontramos como único referente que crece como la espuma a un partido que no cree en la Constitución ni en los valores democráticos fundamentales y que lo primero que pide para participar en el Ejecutivo que pueda formar Fernández Mañueco es derogar la legislación contra la violencia de género o de memoria histórica, en vez de priorizar posibles soluciones para la despoblación o reindustrialización de un territorio extenso y casi vacío. Y ya puestos a reclamar, lo que se podría considerar como legítimo, porque ya se practicó en el anterior Ejecutivo, se quiere la Presidencia de las Cortes regionales, aparte de tres consejerías. Para abogar por la desaparición del Estado autonómico no es mala apuesta, aunque se deja entrever un acercamiento a posiciones provincialistas que ayuden a descoser Castilla y León...
Madrid siempre ha sido una plaza de pugna entre diversos sectores populares, solo hay que repasar las hemerotecas y comprobar en qué situación se encuentra algunos de los que se sentaron en el sillón presidencial en la antigua Real Casa de Correos. No hay nada más peligroso que el fuego amigo.