Editorial

El pacto con Vox o la prueba del nueve para el PP más allá de Castilla y León

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La ajustada victoria del PP en las elecciones de Castilla y León, muy lejos de la mayoría absoluta, y la escalada de Vox, que con 13 procuradores se ha convertido en la tercera fuerza y la opción más viable para garantizar la estabilidad, ha abierto un debate sobre la conveniencia o no de instaurar un cordón sanitario para aislar a esa formación de manera que se impida su acceso al gobierno. Tras algunas experiencias en las que el apoyo de Vox ha sido necesario para posibilitar investiduras, como el caso de Andalucía con Juan Manuel Moreno Bonilla o de Murcia con Fernando López Miras, la prueba de fuego se va a dar en esta Comunidad y lo que aquí se decida va a condicionar futuras alianzas entre dos partidos que pugnan por el mismo electorado.

La posibilidad de establecer ese pacto de Gobierno ha originado posiciones encontradas dentro de los dos grandes partidos y no es extraña esta situación habida cuenta de las tensiones tanto internas como externas que acarrea que una formación como Vox, que ha pedido ya de entrada la derogación de la Ley de Violencia de Género autonómica y la de Memoria Historia, pueda gestionar determinadas áreas. En Europa no se ve con buenos ojos tampoco que la región más extensa pase a estar cogobernada con una formación que mantiene estrechos vínculos con la Agrupación Nacional de Marine Le Pen o con el partido de Viktor Orbán, pero al mismo tiempo no se puede obviar que Vox se encuentra dentro de los límites que marca la Constitución y que no existe más justificación que la ideológica para defender ese veto.

Un acuerdo que dé entrada a la formación de Santiago Abascal en un Ejecutivo presidido por Alfonso Fernández Mañueco a poco más de un año de unos comicios municipales podría ser, además, el inicio de otra serie de pactos a nivel local para alcanzar determinadas Alcaldías que ahora están en manos socialistas. Es en este escenario precisamente donde hay que enmarcar algunas declaraciones que abogan por establecer vías alternativas, como un apoyo del PSOE al PP, para frustrar su entendimiento con Vox, algo que el propio presidente del Gobierno ha zanjado de plano a no ser que sea en el marco de un acuerdo global que revise alianzas ya establecidas anteriormente en otros territorios.

Se avecina por tanto un periodo complejo, lleno de aristas y de declaraciones cruzadas en las que el PP tiene que decidir si pone pie en pared con la formación de Abascal, como expresó su presidente Pablo Casado cuando intervino en la moción de censura contra Sánchez, o pacta con ella sin importar lo que opine la izquierda, como sugirió ayer mismo la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso. La solución, en unas semanas.