Vía comunista hacia la hecatombe

Carlos Dávila
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Desde fuera y desde dentro, se advierte que este giro 'modo Maduro' conduce a España a la ruina política y económica

Vía comunista hacia la hecatombe

Tras el Debate de esta semana existe algún que otro analista que sostiene que no es cierto que Pedro Sánchez Castejón se haya deslizado hacia el comunismo casi bolivariano y que, antes al contrario, «este es el auténtico Sánchez, el auténtico, nunca -insisten- ha dejado de ser así». No comparte este cronista este diagnóstico: él es, sobre todo, un oportunista, un tipo que se pliega a sus necesidades del momento, ideológicamente es voluble y oscuro, por más que transpire un ultraizquierdismo patente que bebe en las fuentes del golpista de la II República, Francisco Largo Caballero. 

Ahora, contrito ante la presión de sus socios leninistas, se ha sacado de la manga su verdadera condición: la del individuo atrevido, predicador de campa analfabeta, que se gana la vida atacando a los presuntos ricos («a los del puro», ha dicho sin recato alguno) y sobándoles el lomo a los presuntos pobres. Eso, en un país en el que afortunadamente, este sector social es cada día más reducido aunque, claro está, con las recetas del PSOE en poco tiempo su amplitud se puede disparar. 

Pero, naturalmente que en España pregonar esta dicotomía queda bien, aunque no se compadezca en absoluto con la realidad de un Gobierno que dispendia los dineros públicos en viajes o estancias de lujo y que se rodea de una cohorte innumerable de paniaguados que viven de la ubre de nuestros impuestos.

 A esta sazón, en pleno rifirrafe con sus socios leninistas, a este personaje barrenero le ha venido bien copiar clónicamente sus recetas del medievo de 1917 y zurrar la badana a esos «opulentos empresarios del Ibex», a los que ha presentado poco menos que como seres voraces que chorrean sangre de obrero por sus trajes de alpaca. 

Así, se ha reconciliado con revolucionarios de pacotilla como Yolanda Díaz, Echenique o Belarra con un solo fin: continuar lo más posible disfrutando de los beneficios del poder y, si puede ser, alargarlos hasta la próxima legislatura. 

Los cómplices que, hipócritamente, anunciaron de antemano que no sabían (Yolanda Díaz) de qué iba la fiesta, no pueden ahora disimular la euforia que les invade aunque no sepan exactamente por qué. Lo cierto es que el filibustero líder progresista, para provecho propio, les ha pirateado sus propuestas y no precisamente para dar satisfacción a los comunistas radicales sino para salvar su propio pellejo, único interés que le mueve en la gobernación de España.

Ataque a empresarios

En puridad, ¿qué le importa atracar a los empresarios que crean riqueza? Los banqueros están que se suben por las paredes pero no se plantarán: forman parte de un grupo súper regulado que teme la siguiente fechoría del aún presidente. Tampoco le importa una higa que esta plaga bíblica que soportamos de medidas como las extraídas de sus conmilitones dañen, como ya están dañando, la confianza exterior de España, la de los inversores foráneos que siempre buscan lógicamente seguridad regulatoria. Díganme: ¿qué hipotéticos asociados van a ayudar a nuestras eléctricas (verdaderamente tampoco son españolas) a financiar grandes proyectos de energía verde después de haber recibido el zurriagazgo del presidente español? ¿No hay nadie en La Moncloa que le haya dicho a Sánchez cuidado, muchacho que nos vamos a quedar más solos que los de Tudela? Pues si alguien le ha reconvenido sobre el particular lo seguro es que no le ha hecho maldito el caso. 

Para él, su prioridad es, como aquel Rigoli de la televisión ochocentista: «Yo sigo». No hay más castañas. Desde fuera y desde dentro, se advierte que este giro modo Maduro conduce a España a la hecatombe política y económica pero él, que se las da de doctor falso en Economía, a lo peor aún conserva algún rudimento de ciencia que le avise de esta certeza. 

Pero nada que hacer: esta vez le ha venido bien atizar al «gran capital» como si fuera el entrañable Marcelino Camacho de la Transición y a eso se ha puesto. Sin mirar más allá porque su objetivo es el partido a partido del inefable Cholo Simeone. Y en este trance, el que venga detrás que arree. 

No hay más castañas que las que él expide; lo demás son monsergas neoliberales, es decir, las mismas que venden la mayoría de los países de la Alianza Atlántica que se fueron de Madrid ufanos ante el derroche capitalista que Sánchez realizó en la cumbre de la Organización. Ya es tiempo para que, por ejemplo, la señora Von der Leyen, arrobada por el inglés de Sánchez, deje de propinarle elogios desmedidos mientras en su propio país de origen, Alemania, el Gobierno socialdemócrata ya ha tomado nota de cómo afecta al porvenir económico de los germanos, de todos los europeos en general, las bobadas de ortodoxo comunista que ha programa el todavía presidente español. 

Todo esto sucede, y no es casualidad, cuando el gran bastión de la Unión, el euro, se ha desplomado a límites desconocidos hasta la fecha, de tal forma que a partir de este momento las importaciones españolas, ya suficientemente agravadas por la guerra de Ucrania y la imperturbable COVID-19, nos van a resultar por un ojo de la cara.

Poltrona

Él, estando en la poltrona de La Moncloa, a la espera de largarse por la patilla a Lanzarote, se ha metido en un jardín donde los cactus tienen el tamaño de un pivot de la NBA. Dicen los expertos económicos que lo peor está por llegar y que de aquí a finales del 23 o comienzos del 24 la situación de ahora mismo nos parecerá entonces deseable. ¡Fíjense cómo están las cosas! ¡Fíjense a dónde nos llevará la vía comunista de este malhadado jefe de Gobierno! 

Se trata de un jabalí desbocado que, en su huida hacia adelante la emprende a dentelladas contra todo lo que se le opone. Caminamos hacia la hecatombe pero, eso sí, con toda la izquierda del país aplaudiendo con las orejas, mientras sus tóxicos medios entonan, como si fueran Raquel Meller o La Montiel, Es mi hombre. Desgraciado país el que nos está tocando soportar.